Murió Carlos Escudé

2 enero, 2021

El académico Carlos Escudé, investigador del Conicet y especialista en relaciones internacionales, murió ayer a los 72 años de edad. En los últimos años se había dedicado mucho al estudio de China y sus vínculos con Argentina. Al final reproducimos uno de sus artículos en nuestra revista.

Dos meses atrás había fallecido su esposa, la socióloga Mónica La Madrid, y desde entonces el investigador estuvo internado.

Nacido en Buenos Aires en 1948,​ fue politólogo, investigador  y escritor forrmado en la Universidad Yale, con estudios previos en St. Antony’s College, Universidad de Oxford, y en la Universidad Católica Argentina.

Promotor de la teoría del “realismo periférico”, en la década de 1990 fue asesor especial del ministro de Relaciones Exteriores Guido Di Tella respecto de la estrategia de política exterior frente a las potencias de Occidente, y abogó por un fuerte alineamiento con Estados Unidos.

Autocrítico de esa etapa en los años siguientes, fue un gran polemista y apoyó sin tapujos una más profunda relación con China, país donde también se le rindió homenaje al conocerse su muerte. Por ejemplo, “Latin American Studies Newsletter” publicó un extenso artículo de Chen Lan, profesor del Instituto Latinoamericano de la Universidad de Estudios Internacionales de Zhejiang y miembro del ILAS/CASS y de CECLA.

Sobre China, Escudé escribió extensamente, entre otros medios para DangDai.

Justamente, aquí reproducimos su artículo original para nuestra revista del verano de 2014, la número 8, luego de que una flota china visitara Argentina. Donde, entre otras cosas, adelanta el rol que jugaría la empresa Huawei unos años después en la puja con EE.UU.

La flota china – un encuentro cercano del tercer tipo (en la Revista la titulamos “Cita en el mar”, e informamos en el copete, para explicar el contexto del artículo de Carlos: “En octubre, el destructor Lanzhou, la fragata Liuzhou y el barco de abastecimiento Boyanghu entraron al Puerto Nuevo de Buenos Aires en un  hecho sin precedentes: por primera vez buques militares chinos se hicieron presentes en el Cono Sur, tras dos escalas previas en Valparíso y Río de Janeiro”).

Por Carlos Escudé

La reciente visita de una flotilla de la marina de guerra del Ejército Popular de Liberación fue un hecho trascendental. Recordemos que la RPC ya es la segunda economía del mundo. Más aún, alcanzó el rango de principal presencia extra-regional en el Cono Sur de las Américas, superando en esa capacidad a Estados Unidos. China es el comprador más importante de Brasil y Chile, y el segundo más importante de Argentina, precedida en nuestro mercado sólo por Brasil.

Por ello, que las relaciones complementarias entre nuestro país y la RPC se extiendan al ámbito de la seguridad y la defensa es auspicioso. Los mejores aliados son los países que se necesitan mutuamente, y el potencial de complementación entre China y Argentina es enorme, mientras el de nuestro país con Estados Unidos es casi nulo.

El artículo editado de Carlos para el Número 8 de la revista. No lo hizo sólo desde su escritorio. También estuvo en Puerto Nuevo, acompañando a DangDai para cubrir la llegada de la flota china, visitar las naves y hablar con los militares argentinos que ofrecieron la recepción.

Precisamente porque las leyes materiales que gobiernan la historia hacen probable que América de Sur se aproxime cada vez más a Beijing y se aleje de Washington, no deberá extrañarnos que el acercamiento entre nuestro país y la RPC en temas de seguridad y defensa despierte voces alarmadas entre los guardianes de intereses foráneos.

Un ejemplo de inquietud en las más altas esferas es el pensamiento del Gral. Bantz J. Craddock, ex Comandante del Comando Sur de los Estados Unidos.  En su testimonio del 9 de marzo de 2005 ante el Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes de su Congreso, dijo a los legisladores que en el año anterior (que fue el de la visita del presidente Hu Jintao a Argentina, Brasil, Chile y Cuba) China había anclado en nuestra región el 50% de sus inversiones de ultramar. Subrayó que la dependencia china de la economía global, sumada a su nuevo poder, la induce a una nueva estrategia militar de proyección internacional para proteger su acceso a los mercados de alimentos, energía y materias primas.

Citando el “Libro blanco de estrategia de defensa” de la RPC, observó que Beijing busca adquirir la capacidad militar necesaria para proteger sus rutas de navegación. Aunque reconoció que estos planes todavía no constituyen amenazas, dijo que Estados Unidos debe tenerlos muy en cuenta a la hora de planificar su propia estrategia hacia nuestra parte del mundo.

Si en algo tiene razón el general, es que la de China es una estrategia de defensa. La RPC no podría sobrevivir si Estados Unidos, que domina los mares del mundo, cortara sus rutas de aprovisionamiento de alimentos e hidrocarburos. Por eso, Beijing ha venido desarrollando una política que a nadie amenaza pero que eventualmente le permitirá enfrenarse a quienes la amenacen.

Para ello, cuenta con algunos medios. Considérese que dos de los cuatro puertos situados estratégicamente a la vera del Canal de Panamá están controlados por una empresa china de Hong Kong, Hutchison Wampoa. Se trata de una gran empresa que opera en 45 países y que ganó una concesión de 25 años para la administración de los puertos de Balboa (en el Pacífico) y Cristóbal (en el Atlántico).

A esto se suma el hecho de que la marina de guerra china ya posee más submarinos que la rusa. Se calcula que en la próxima década se convertirá en una armada bioceánica, la única en el mundo que compartirá esa condición con la norteamericana. La suya es una estrategia naval complementada por satélites y misiles, y centrada en el sigiloso submarino de ataque clase Song. Según cálculos de 2012 de Robert Kaplan, China ya posee 60 sumergibles.

Para demostrar su capacidad, en 2006 un submarino chino se acercó al portaviones norteamericano Kitty Hawk y dio una vuelta entera en torno suyo, sin ser detectado por ninguno de los dieciocho buques que conforman el grupo de batalla que acompaña al portaaviones. Cuando el sumergible chino salió pacíficamente a la superficie, envió un elocuente mensaje: Beijing está capacitada para destruir portaaviones norteamericanos. Otro mensaje similar fue enviado en 2007, cuando la RPC destruyó uno de sus propios satélites con un misil.

No sorprende entonces que en el Informe Cuatrienal de 2006 del Departamento de Defensa norteamericano, se afirme que China es el país que más posibilidades tiene de competir militarmente con Estados Unidos. Y en el Informe Cuatrienal de 2010 se expresa aún mayor inquietud por una supuesta falta de trasparencia acerca de sus objetivos.

Desde el extremo sur de nuestro hemisferio, no dejan de causar gracia estos temores de parte del país que tiene al mundo entero ocupado con unas 900 bases militares esparcidas por todo el orbe. No obstante, los chinos están conscientes de que despertar inquietudes en Estados Unidos no les conviene, y es por eso que su diplomacia se esfuerza por enfatizar que lo último que quieren es disputarle a Estados Unidos su “patio trasero”.

Pero esa cautela retórica no altera sus planes: Beijing está decidida a ser una gran potencia mundial y legítimamente nos necesita para comprar alimentos y materias primas, sin los cuales no tendrá seguridad. Por eso, sus vínculos con nuestros países avanzan a paso redoblado en todos los ámbitos, incluido el militar.

Otra cuestión que inquieta a los sectores más paranoicos en Estados Unidos es la penetración alcanzada en la Argentina por las empresas chinas de telecomunicaciones, Huawei y ZTE. Su despegue comenzó a partir de la crisis de 2001, cuando las empresas norteamericanas comenzaron a retirarse. Inevitablemente, los incentivos estratégicos acordados por el gobierno chino, que no tienen paralelos en Estados Unidos, permiten aprovechar oportunidades que un capitalismo de mercado puro desaprovecha.

Huawei, una empresa privada, se ha expandido por varios otros países de nuestra región, incluyendo Brasil y Venezuela. Una de sus ventajas es ser una proveedora principalísima del Ejército Popular de Liberación. A través de su tutelaje, Huawei ha establecido redes de telecomunicaciones militares en todo el territorio chino. Como consecuencia, tiene acceso privilegiado a créditos blandos multimillonarios que facilitan su expansión internacional.

En el caso de la expansión de estas empresas en el hemisferio occidental, lo que algunos norteamericanos temen es que, en combinación con tecnología satelital, sus equipos sean utilizados para el espionaje y la guerra informática. Por cierto, según un trabajo de 2005 de la conservadora Heritage Foundation, China y Brasil ya han cooperado en el desarrollo de satélites espía. Pero después de tomar conocimiento de los datos difundidos por Edward Snowden sobre el espionaje norteamericano, esta paranoia sólo suscita sonrisas.

No obstante, no puede negarse que la marcha china hacia el primer puesto de la economía mundial parece imparable, y eso amerita inquietudes de Washington. El capitalismo de mercado se presta mucho menos al planeamiento estratégico que el capitalismo dirigido por el Estado que rige en la RPC.

En comparación con China, Estados Unidos opera como un gigante descerebrado.

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