Beijing, entre Washington y Buenos Aires

7 diciembre, 2020

Juan Gabriel Tokatlian escribe en El Cohete a la Luna que, en la futura relación entre Joe Biden y Alberto Fernández, “el tema más intrincado y exigente es el lugar de China en la relación entre EE.UU y la Argentina (…). Otra vez, como en el siglo XX, la Argentina —su dirigencia y sociedad— es testigo de otra dinámica de transición entre grandes poderes: en el período entre las dos Guerras Mundiales fue entre Gran Bretaña y Estados Unidos, hoy es entre Estados Unidos y China”.

En un artículo donde desmenuza la agenda bilateral que ve venir entre el país norteamericano y Argentina, el vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella dice, específicamente sobre la cuestión china:

“Sucintamente, Beijing es la contraparte de Washington en cuanto al dilatado proceso de transición de poder, influencia y prestigio en el mundo.

“En aquel contexto (el siglo XX), Buenos Aires optó por plegarse al poder declinante. En el presente, el mayor desafío es y será mantener relaciones simultáneamente positivas con ambas potencias para lograr el mayor beneficio posible para los intereses nacionales. No hay que olvidar que el dilema básico para las naciones del Sur global y de Latinoamérica, en particular, es evitar y reducir la dependencia de ambos pues las superpotencias, al menos en la experiencia occidental, tienden a procurar súbditos más que semejantes.

“A mediano plazo, en la rivalidad entre Washington y Beijing, es evidente la tendencia al descenso relativo de Estados Unidos y el consecuente ascenso gradual de China. La participación estadounidense en la economía mundial se redujo a la mitad de 1950 a la fecha. Según el Libro Blanco de la Política Exterior de Australia de 2017, el PBI de Estados Unidos en 2016 fue de U$S 18,1 billones de dólares y el de China de U$S 21,4 billones de dólares; para 2030 el pronóstico respectivo es de U$S 24 billones de dólares y de U$S 42,4 billones. A su turno, en 2017 el Partido Comunista de China se puso como meta que el país sea el líder mundial en Inteligencia Artificial en 2030 y en esa dirección viene realizando inversiones sostenidas.

“Adicionalmente, una gran potencia consolida su hegemonía mediante la instauración de regímenes internacionales, el fortalecimiento de las instituciones multilaterales y la gobernanza de los asuntos globales. Nada de eso ha hecho la administración Trump, que horadó regímenes (por ejemplo, el de no proliferación), erosionó instituciones (por ejemplo, la OMC) y afectó el manejo colectivo de temas críticos (por ejemplo, el cambio climático). China, por su parte, ha venido propiciando y consolidado una combinación de multilateralismo alternativo y bilateralismo activo. Como toda potencia en ascenso, Beijing aspira a moldear un ambiente propicio para su auge, reducir las posibilidades de enfrentar coaliciones que la debiliten y mejorar su posición relativa en el tablero internacional.

“En ese cruce pugnaz entre un poder gradualmente ascendente y otro en declive relativo, las tensiones bilaterales se tienden a incrementar y no ceden, sino que adquieren nuevas dimensiones y manifestaciones. Nada indica que la administración Biden apunte a revertir esa dinámica. Por el contrario, la necesidad de apoyo republicano en cuestiones internas y la proverbial creencia de que Washington está destinada a liderar el mundo no contribuyen a atenuar la rivalidad, sino a exacerbarla. En ese marco, temas como el 5G, los eventuales lazos militares de la Argentina con China, el grado de presencia de Beijing en ciertos ámbitos domésticos sensibles (recursos estratégicos, infraestructura, alta tecnología, seguridad, entre otros) serán objeto de atención y tensión en las relaciones argentino-estadounidenses. El reto será saber cómo manejar los respectivos vínculos bilaterales para no perjudicar los intereses nacionales. Ello exigirá, quizás, una diplomacia temática —asunto por asunto— más que dogmática — movida por creencias rígidas, ingenuas y acríticas.

“En todo caso se abre un compás de espera para generar un espacio en el que se reduzca la discordia recurrente y se amplíe la convergencia mutuamente conveniente en las relaciones entre los gobiernos de Fernández y Biden. La paciencia, la modestia y el temple son buenas consejeras en estas circunstancias internas, regionales y mundiales.

Categorías: China

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