Pandemia y relocalización
La pandemia aceleró una tendencia que buscaba Donald Trump, incluso empezada antes de su mandato: la salida de empresas de EEUU (y de Europa) de China. Pero no están volviendo a sus lugares de origen necesariamente, sino buscando otros destinos rentables.
De esto hablan las siguientes notas, acompañada por reflexiones sobre la disputa entre las dos principales potencias: un artículo de Olga Mesheriáguina en la revista rusa Expert y una entrevista sobre de las relaciones chinas con EE.UU., América Latina y Argentina al economista de la Universidad Nacional de Lanús Gustavo Girado, en un programa de Equilibrium Global.
La nota en Expert (publicada en Argentina por Urgente 24 y con traducción de Hernando Kleimans:
La pandemia del coronavirus se convirtió para las compañías europeas y estadounidenses en un estímulo mucho mejor para trasladar sus capacidades de producción desde la República Popular China, que la coyuntura política. Por cierto, la gran migración no les costará barato. Sin embargo los expertos estiman que los gastos se amortizarán.
Durante 5 años, estas compañías invertirán US$ 1 billón para trasladar esas capacidades de producción. Esta es la conclusión a la que arribaron los analistas del Bank of América
Pero ¿qué es lo que obliga a los empresarios a ocuparse de esta gran migración? ¿Es posible que las corporaciones estadounidenses escucharan la voz de Donald Trump?
Resultó que no fueron los políticos los que explicaron en forma más accesible los más y los menos del traspaso de la producción, sino los efectos de la pandemia, que incidieron negativamente en los productores con bastante mayor seriedad que las disputas entre USA y China.
“Perder los volúmenes de venta debido a la crisis es, para las compañías productoras, bastante más doloroso desde el punto de vista financiero, que de alguna manera reformatear la producción ante la coyuntura política”, aclara Iliá Grígoriev, analista de mercado de la compañía Ivolga Kapital.
Ella agregó que lo primero presupone asumir riesgos característicos para toda la economía y con esto es poco lo que se puede hacer.
Lo segundo puede resolverse, en cambio, con ayuda de negociaciones con los inversores o el gobierno, que puede realmente compensar parte de los gastos o asignar una serie de beneficios para la transferencia de la producción.
De todos modos, la conducción de la política exterior es una acción predeterminada, por la que el gobierno responde inclusive ante el comercio.
En el informe del BofA se señala que a causa del coronavirus, el 80% de los sectores globales tropezaron con fallos en la cadena de suministros y más del 75% de ellos amplían sus planes de retorno de la producción desde el extranjero.
Empero, tal como señalan los analistas, las encuestas realizadas ya en enero de 2020 evidenciaron que aparecieron tendencias de cambio de curso de la globalización a la localización.
En verdad el proceso comenzó incluso antes de que Trump le declarara a China la guerra comercial.
“La pandemia antes que nada sirvió para confirmar la corrección de las medidas adoptadas sobre la extracción de los activos productivos de China por los operadores europeos o norteamericanos. Las guerras comerciales reforzaron la necesidad de la retirada pero la tendencia de venta de la participación de activos a China comenzó hace 5 años”, dice Irina Ahmed Zeyn Aydrus, dirigente del programa Economía Mundial del Instituto de Economía Mundial y Comercio (IEMC) de la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (URAP).
Irse pero no volver
Resulta que las actuales acciones, en particular de las autoridades estadounidenses son, antes que nada, un intento por asentar la ola en movimiento.
En las vísperas Donald Trump prometió beneficios impositivos a las compañías que regresaran la producción desde el Imperio Celestial a los Estados Unidos. Pero, por ahora, tal como señala Artiom Déiev, director del departamento analítico AMarkets, el gobierno de USA no entrega un gran paquete de medidas de respaldo y en forma de ultimátum obliga a su comercio a reubicarse en su regreso.
“En perspectiva las compañías pueden obtener beneficios impositivos y encomiendas prioritarias lo que puede provocar el descontento de otras compañías del sector”, supone el analista.
Es indudable que la pandemia empujó al gobierno estadounidense a semejante decisión: la economía del país sufrió fuertes daños por la cuarentena, muchos ciudadanos perdieron su trabajo y el traspaso de las fábricas a USA conducirá a la creación de puestos de trabajo para los estadounidenses. Pero no es un hecho que precisamente para el mercado laboral de USA y la UE la “gran migración” será un beneficio.
“Hace ya varios años que China no es el país más popular para la instalación de producciones. Cada vez más fábricas se abren o trasladan parte de su producción a los países del Sudeste o del Sur de Asia: a Vietnam, Indonesia, Malasia, la India y Pakistán. No hay que excluir que el traspaso de producciones precisamente a estos países sea una medida de compromiso entre las autoridades y el negocio occidental”, agrega Iliá Grigóriev.
Irina Aydrus también duda de la conveniencia de traspasar la producción precisamente a sus propios países. Ella recuerda que la finalidad principal de la organización del proceso en China y otros países emergentes es el acceso a baratos recursos.
“Hacer economías en los salarios y obtener beneficios impositivos es lo que hizo más competitivas a las corporaciones internacionales estadounidenses y europeas. El retorno de muchos negocios a la patria histórica habrá de significar la pérdida de su competitividad”, aclara la experta.
Por eso las empresas occidentales antes que nada toman en cuenta los mercados emergentes: la India, Vietnam, Tailandia, Cambodgia, Bangladesh, Brasil o México. Es decir aquellos países que pueden asegurar prevalencias competitivas a cuenta del bajo nivel de gastos.
Un traspaso oneroso
En cualquier caso, la transferencia de producción le costará a muchas compañías algo más que un centavo. Los expertos del BofA estiman que tales gastos reducirán la rentabilidad del capital accionario de las empresas en 70 puntos básicos.
Tal como señala Irina Aydrus, todas las empresas industriales trabajan con un equipamiento caro. Así que el traslado de cualquier empresa industrial siempre es muy oneroso. No todos, ni con mucho, podrán amortizar rápido los “viáticos”.
“El plazo de amortización y el costo del traslado también puede variar fuertemente en dependencia del sector –puntualiza Grígoriev-. Si hablamos de empresas del sector tecnológico, para ellas el traslado de la producción puede resultar relativamente caro pero la amortización será más rápida. Para las empresas de la industria ligera, esto tampoco será barato pero sus plazos de amortización serán superiores”.
Según Artiom Déiev, en una perspectiva a largo plazo las inversiones para el traslado de la producción desde la RPCh retornarán pero sin embargo se tratará de un significativo lapso de tiempo: de 10 a 15 años. “En primer
lugar, el traslado en crisis no es conveniente para las empresas norteamericanas, en segundo lugar semejante operación a gran escala se reflejará negativamente en la economía mundial. Las compañías abrieron sus fábricas y producciones en China porque obtuvieron una barata mano de obra y un arriendo económico, beneficios impositivos y accesos a metales raros, imprescindibles para la producción de ‘gadgets’. Por eso el traslado se reflejará negativamente precisamente en las compañías hightech”, agrega el analista.
China está lista para la despedida
¿Y qué pasa con China? ¿Es posible que se separe con tanta liviandad de los no residentes?
Según Iliá Grigóriev, la conducción de la RPCh asume a la perfección el problema e intenta resolverlo a cuenta de los mercados internos.
“Por ahora, el problema se resuelve exitosamente a cuenta de esto, pero se mantiene el riesgo de reducción del crecimiento en un plano a mediano plazo”, dice el experto.
Según Artiom Déiev, Beijing habrá de luchar por sus no residentes. Pero no es obligatorio que sea con algún “dulce”: en el Imperio Celestial pueden también dictar nuevos impuestos sobre las mercancías norteamericanas.
A propósito, Irina Aydrus estima que China hace rato que se prepara para la retirada de las compañías occidentales. En el curso de varios años amplió su participación o adquirió por completo producciones puramente occidentales o conjuntas.
“Es importante comprender que China ya en 2015 adoptó el programa Made in China 2025 con el objetivo de desarrollar los sectores hightech, evadir la dependencia tecnológica y alcanzar el liderazgo en los mercados globales”, recuerda la dirigente de los programas de Economía Mundial en el IEMC de la URAM.
Además, con el crecimiento del nivel de vida y la elevación de los gastos en el pago de salarios se pierde la atracción de cualquier país adonde se haya llevado la producción y el logro de ritmos dinámicos de crecimiento se convierte en algo imposible.
“El Estado asigna para la realización de este programa subsidios, soporta financieramente la expansión exterior de las corporaciones estatales y privadas. Por eso el retiro de producciones por las compañías occidentales marcha al unísono con los planes a mediano y largo plazo de China”, agrega Aydrus.
Vale la pena recordar que ya en la década de los ’80, cuando despuntaba la división internacional del trabajo China, al crear sus zonas económicas y atrayendo a ellas a los residentes extranjeros, les planteó a los inversores extranjeros duras condiciones: ellos debía compartir las tecnologías y el know how.
De tal forma, el Imperio Celestial no perdió el tiempo en vano creando y desarrollando sus empresas competidoras. Ahora ella no tiene que gastar miles de millones y trasladarse a alguna parte. Es posible que de los no residentes la RPCh ya haya obtenido todo lo que quería. A propósito, ¿se podrá decir lo mismo de ellos?”.
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