Un estudio sociológico sobre cocina china e identidad
Entre las investigaciones sociológicas sobre la inmigración china a Argentina, Romina Delmonte se enfocó en el mundo de la comida.
Por Romina Delmonte (*), para DangDai. Fotos de Laura Ortego
En el 2010, cuando estaba terminando la carrera de Sociología, comencé a interesarme por la migración china en Argentina. Me interesaba especialmente qué relación había entre la migración y la alimentación, y la manera en que la alimentación incidía en las identidades.
¿De qué modos y sobre qué dimensiones de la vida funciona esa máxima, casi eslogan, “somos lo que comemos”?
Por la misma época, yo había empezado a estudiar el idioma chino mandarín. Mi profesora era una chica casi adolescente, y me daba clases en su casa, donde vivía con el resto de su familia. Siempre que iba a las clases, su mamá estaba cocinando, y aunque no estuviera cocinando, la cocina era el lugar de muchas actividades de varias personas. Y tuve la suerte de que me invitaran a cenar con ellos algunas veces.
Con mi interés académico, mis primeros pasos en el idioma chino y la experiencia de la intimidad familiar en un hogar de la comunidad inmigrante, inicié un primer trabajo exploratorio sobre las prácticas alimentarias de los chinos en Argentina. Desarrollé este proyecto en el Grupo de Estudios del Este Asiático del Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Entrevisté a migrantes taiwaneses y observé sus prácticas de compra de alimentos, preparación y comensalidad, es decir, los comportamientos, lenguajes, costumbres, objetos, roles y demás aspectos involucrados en la ocasión de que un grupo de personas coman juntas.
Pude registrar qué había cambiado y qué seguía igual respecto de la época previa a la migración.
Me hice preguntas como ¿qué historias hay detrás de estos platos, estas maneras de servir la mesa, de compartir la comida? O ¿de qué trabajaban estas personas antes de venir a Argentina?
Después de ese primer trabajo, convertí el tema en mi tesis de Maestría. En ese caso me interesé por los migrantes coreanos en Buenos Aires. Fui descubriendo cómo en cada espacio donde se desarrollan las prácticas alimentarias, suceden cosas distintas: las personas cocinan y comen en sus hogares, en escuelas, en sus trabajos, en restaurantes, en iglesias, pero en cada lugar cobran mayor o menor relevancia distintos aspectos de la vida social.
Mi investigación forma parte de los estudios sociales sobre la alimentación, que muestran que la comida no solo involucra aspectos nutricionales y biológicos, sino que es un fenómeno social, político y económico.
Las prácticas alimentarias pueden ser estudiadas desde las formas de producción, distribución y comercialización de los alimentos, los modos de consumo e incluso lo que sucede después, qué se hace con los desperdicios. Observando la comida y sus prácticas asociadas se pueden analizar cuestiones simbólicas y materiales, construcciones sobre los géneros, representaciones sobre la familia, sobre los estados nacionales y los grupos étnicos.
En definitiva, estos enfoques nos permiten reflexionar sobre los grupos sociales, tanto desde la escala micro de las dinámicas familiares, como desde enfoques macro preocupados por los múltiples intercambios del mundo global.
Una y otra vez volví en mi investigación a la pregunta ¿qué es la cocina china? En principio comprendí que, en relación con la diversidad geográfica y cultural del país, los modos de comer en China, también son diversos.
Luego, observando con más profundidad, surgen aún más matices. ¿La cocina china es aquella que se consume dentro del territorio chino? ¿En la actualidad o en qué momento histórico? ¿Qué sucede con la comida que consumen y venden los chinos en la diáspora?
Desde una perspectiva histórica de más largo plazo, podemos ver que los intercambios entre distintas poblaciones ubicadas en diversas zonas geográficas —y los cambios en las prácticas como producto de estos contactos—, han sido persistentes. Por supuesto que estos intercambios no siempre han sido pacíficos, también son el resultado de procesos coloniales y bélicos. Las personas y los ingredientes —entre otros bienes— circulan por el espacio global mucho antes de que la globalización sea una cuestión central para las ciencias sociales. Estos cambios a veces ocurren a lo largo de los siglos, mientras que en otros se dan de forma acelerada. Por ejemplo, el ají picante (Capsicum annuum) originario de América, es introducido en China a mediados del siglo XVI. Lentamente comienza a ser usado como sustituto de la pimienta de Sichuan (Zanthoxylum bungeanum), cultivo nativo de China. A través de los siglos, su cultivo y consumo se incrementa, e incluso su carga simbólica, está asociado a la fuerza, el espíritu de pelea, la independencia y la pasión.
(*) Socióloga, Instituto de Investigación Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA
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