Sinología latinoamericana, en sus primeros pasos
¿Hacia dónde va la sinología en Latinoamérica?, ¿en qué aspectos están en deuda los estudios sobre China en la región?, ¿qué problemas debiese sortear para avanzar hacia una etapa superior? Se lo plantea Lucas Pavez Rosales en un artículo para el CeChino de la Universidad Nacional de La Plata. El tema se discutirá este miércoles.
Aún en una “etapa inicial”, escribe Pavez Rosales, los estudios chinos tiene un eje en la “la interacción entre las universidades de América Latina con las chinas (que) esté encausada por un alto flujo de intercambios para conocer la experiencia China, pero bajo un implícito acriticismo que empobrece los análisis y estudios que de ello emanen”, menos por “censura” que por “excesiva cautela” de los investigadores, afirma.
–La Sinología en América Latina ¿Quo Vadis?
Por Lucas Pavez Rosales, integrante del CeChino
Durante los últimos años, en todo el mundo, la sinología ha experimentado un dinamismo sin parangón, con el surgimiento de investigaciones, libros y publicaciones a una escala e intensidad como nunca antes. Este fenómeno dice relación con la reemergencia de China como potencia global, que ha fomentado el interés en la búsqueda de explicaciones y/o análisis que respondan a las interrogantes que genera este renovado protagonismo del gigante asiático en el concierto internacional.
América Latina, no exenta de esto, también ha vivenciado un aumento significativo en la atención que China ha despertado entre sus académicos e intelectuales; jóvenes investigadores se adentran en el estudio del que es denominado un Estado-civilización (Zhang, 2017), así como figuras ya consagradas redireccionan su quehacer para ahondar en materias relativas a China. Sin embargo ¿hacia dónde va la sinología en la región?, ¿en qué aspectos están en deuda los estudios sobre China en esta zona del planeta?, ¿qué problemas debiese sortear para avanzar hacia una etapa superior?
En América Latina han florecido iniciativas académicas, programas de estudios y centros de pensamiento enfocados a entender China desde las áreas de las RR.II. y la ciencia política (en particular a lo cual se aboca este escrito). Ello ha sido, no en menor medida, promovido por China, y en ese sentido, hay problemáticas que surgen y a las cuales este texto busca aportar reflexionando y cuestionando las dinámicas de la sinología en la región.
El fomento de China para que este tipo de estudios se amplíen tiene el legítimo interés de abogar por el conocimiento y confianza mutua entre culturas hasta ahora muy distantes, por lo que es una manera de establecer un canal de comunicación, tal como Wen Jiabao lo indicase durante su visita a América Latina en 2012[1], lo que denota el alto componente político que la función académica cumple. La promoción de China a través de una diplomacia cultural y académica, es establecida como un eje del “Documento sobre la Política de China Hacia América Latina y el Caribe” de 2008, actualizado en 2016, razón por la cual muchas de sus universidades comenzaron un proceso de asociación con sus pares latinoamericanas; asimismo, intercambios educativos, simposios especializados de China o publicaciones conjuntas se han transformado en mecanismos cada vez más empleados.
Es así como China ha trazado una estrategia -tal como otras potencias lo hicieran en el pasado-, por una parte, vinculándose a círculos académicos a nivel global y progresivamente ir posicionando a sus universidades en parámetros internacionales de alta calidad para hacer de ellas referentes mundiales. Y, por otra parte, transformándolo en una herramienta mediante la cual difundir su visión del mundo y mejorar una imagen internacional que hasta hace pocas décadas era precaria. Es decir, es también una arista en la disputa por la construcción de conocimiento.
Dentro de ese marco, la interacción entre las universidades de América Latina con las chinas esté encausada por un alto flujo de intercambios para conocer la experiencia China, pero bajo un implícito acriticismo que empobrece los análisis y estudios que de ello emanen. Aunque cabe indicar este fenómeno no se deba a una censura de parte de las autoridades universitarias chinas hacia las latinoamericanas, sino que a una excesiva cautela mediante la cual estas últimas actúan, sea por su interés en sostener las alianzas con sus pares chinas o por los fondos que de sus acuerdos puedan emanar.
Ahora bien, a nivel de académicos, la ampliación de los estudios sobre China ha hecho que sea un campo abierto para el interés de muchos intelectuales, que ven en su inserción en la dinámica de la sinología una oportunidad, ya que el número de especialistas en temas de China que cuenten con una experiencia mayor a diez años es muy escaso. Por lo mismo, el estudio de nuevos temas se configura más al alcance de noveles pensadores latinoamericanos, que, por ejemplo, iniciarse en estudios sobre Europa, campo de estudios que en la región tiene una trayectoria más amplia y extensa.
De esa forma, el hecho de que los estudios sobre China recién estén en una etapa inicial en América Latina, hace que las investigaciones tengan un amplio camino aún por recorrer. Descubrir qué es China y cómo se vincula con la región o sus países en particular, sigue siendo lo que prima en cuanto a temáticas de trabajo; siendo un recurso recurrente, el estudio de las oportunidades que China abre para América Latina y/o sus países.
Se suele otorgársele características positivas o acríticas a esto, indicando que la relación que se establezca con China puede ser una oportunidad para generar mayor autonomía respecto de históricas potencias que han hegemonizado las relaciones con la región, como EE.UU., y, de tal manera, implícitamente se tiende a generar una lógica binaria, en la cual EE.UU. es el pasado, lo imperial e intervencionista, mientras que China es el futuro, la relación armónica y de mutuo beneficio. Esto invisibiliza mucho de la política exterior de carácter realista que tiende a preponderar en las potencias de alcance global en el sistema internacional, y que puede observarse, en el último tiempo, en la “Wolf-warrior diplomacy”[2], término acuñado para referirse al paso de una diplomacia china conservadora, de bajo perfil y pasiva, a una más proactiva, asertiva y opinante, que no teme a entrar en disputas.
Naturalmente, el objetivo de este escrito lejos está de ser una defensa al perfil que las potencias occidentales han tenido en sus relaciones con América Latina o el Tercer Mundo, pues efectivamente ha primado una lógica imperial y/o hegemónica. Pero, a su vez, debe evitar caerse en una visión orientalista (Said, 2018) de lo que China es, es decir, una interpretación distorsionada de lo que China es, basada en el marco epistemológico propio y heredado del pensamiento eurocentrista que colonizó al pensamiento latinoamericano.
Por supuesto, a China no se la puede medir bajo los cánones europeístas, por lo que esperar que China se comporte de acuerdo a liberalismo occidental, sería pasar por alto los miles de años de historia que este Estado-civilización ha desarrollado y que han encausado, junto a las bases ideológicas modernas, a la creación del “China model” (Bell, 2015) que hoy sigue construyendo la República Popular, es decir, un modelo propio de conducción país.
Para ello, debe evitar transformarse a China en lo que el autor espera que sea, posicionándola como la antítesis de lo que los poderes occidentales son, ya que ello crea una concepción simplista de la complejidad del desenvolvimiento chino y la forma en que construye su propia identidad internacional y sus formas de relacionamiento. En ese sentido, una investigación que critique el comportamiento o acciones de China no puede tildarse de sinofobia si es que está fundada sobre hechos reales y analizada con un método científico.
Cabe agregar que aspectos como la oportunidad de poder tener vínculos con universidades chinas y ser reconocido por sus pares, hace que algunos académicos sean más cautelosos en cuanto a las temáticas a estudiar, evitando ahondar en temas candentes o que cuestionen la visión china, lo que resta riqueza al debate desde las ciencias sociales.
Además, la barrera idiomática impide comprender en su plena profundidad al país y su cultura. En razón de ello, acceder a China a través de bibliografía e información en otros idiomas (principalmente inglés) hace que el lector (y posterior escritor) hispanoparlante tienda a tomar esas ideas acríticamente e/o inconscientemente reproduciendo los marcos interpretativos y valóricos de quien procesó esos conceptos del chino mandarín. No acceder a la esencia lingüística del chino hace que se pierda mucha de su riqueza conceptual y mucho del conocimiento creado por los propios intelectuales chinos.
Por otra parte, la escasa documentación oficial en español (libros blancos o sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta) difundidas por el Gobierno chino, ha hecho que este nuevo acceso a fuentes primarias se use por parte de ciertos académicos, para describir de los objetivos o anhelos de China, adoptando sus conceptualizaciones sin análisis crítico, como sucede con conceptos como cooperación ganar-ganar o comunidad de destino compartido.
A modo de conclusión, ha de reafirmarse que el objetivo de este escrito lejos está de ser un cuestionamiento a la vinculación con China. Todo lo contrario, es una forma de instar a que la sinología en América Latina supere la etapa de la expectativa neutra sobre del gigante asiático. Dejar de interpretar a China bajo el prisma orientalista del cómo se quiere que sea el comportamiento adecuado de una potencia global. Hay que comprender que ni la demonización, ni la idealización de un país será una contribución al entendimiento de su actuar, el cual responde a sus propios intereses y se da desde estrategias específicas, que pueden cambiar, y puede no siempre ser sincrónica con los intereses de otros actores. Reavivar la concepción del intelectual como un perturbador del status quo, tal como dijese Edward Said (2007), es una tarea importante de rescatar para los estudios chinos desde América Latina. Romper estereotipos y cuestionar categorías reduccionistas es fundamental para ampliar el horizonte de pensamiento (Said, 2007) para interpretar China en su globalidad. Buscar independencia relativa y la capacidad de entregar análisis sinceros es parte esencial de la labor social de la intelectualidad, lo cual debe tenerse en mente para esta área u otra del saber, dado que, finalmente, la construcción del conocimiento es en sí misma, la construcción del poder.
Notas
[1] https://www.fmprc.gov.cn/esp/zxxx/t945730.htm
[2] https://thediplomat.com/2020/05/interpreting-chinas-wolf-warrior-diplomacy/
Fuentes
· Bell, Daniel. (2015). The China Model. Political meritocracy and the limits of democracy. Princeton University Press: New Jersey.
· Said, Edward. (2007). Representaciones del Intelectual. Editorial Debate: Barcelona.
· Said, Edward. (2018). Orientalismo. Debolsillo: Barcelona.
· Zhang, Weiwei. (2017). La Ola China. El ascenso de un Estado-civilización. China Intercontinental Pres: Beijing.
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