La competencia entre China y Estados Unidos, desde Latinoamérica

24 junio, 2020

El analista internacional Gonzalo Paz analizó en una videoconferencia con la Cámara Argentino China la complicada situación de Latinoamérica en el escenario de la competencia entre Estados Unidos y China. Y escribió sobre el tema para DangDai.

En el marco del ciclo de conferencias virtuales sobre China organizado por la Cámara Argentino-China de la Producción, la Industria y el Comercio, Gonzalo Paz, profesor de la Universidad de Georgetown, EE.UU., sostuvo que entre Estados Unidos y China se ha establecido una competencia estructural “que llegó para quedarse, lo que no son buenas noticias para América Latina”.

Desde esa mirada, específicamente para Argentina, propuso que sus embajadas en Washington y Beijing coordinen acciones (ver más abajo).

Para referirse a Las relaciones entre China y América Latina y el rol de Estados Unidos, Paz trazó la larga historia que une a América Latina con China, desde el mismo poblamiento de la región, luego el establecimiento de “lo que podríamos llamar una primera globalización” con el comercio entre Europa y Asia a través de México y Filipinas y la llegada de importantes migraciones desde China en el siglo XIX como sustitución de mano de obra esclava.

Antes los socios de la Cámara, explicó cómo luego de la impasse en que China quedó fuera del poder mundial, en el nuevo período inaugurado a fines de los años 1970 el país oriental comenzó a relacionarse económicamente con nuestra región “con suma cautela política”, aceptando el poder de los Estados Unidos en la zona y muy tardíamente, luego de haber establecido lazos económicos con el resto de las regiones del mundo.

Sin embargo, sostuvo que “hoy ya no se puede comprender América Latina sin China”, país que ha desplegado “una cantidad importante de inversiones en lo que va del siglo XXI, tiene tratados de libre comercio con algunos países y otros dependen del comercio que tienen con él”.

Para referirse a Las relaciones entre China y América Latina y el rol de Estados Unidos, Paz trazó la larga historia que une a América Latina con China, desde el mismo poblamiento de la región, luego el establecimiento de “lo que podríamos llamar una primera globalización” con el comercio entre Europa y Asia a través de México y Filipinas y la llegada de importantes migraciones desde China en el siglo XIX como sustitución de mano de obra esclava.

“En 2015”, ejemplificó, “China concedió a la región créditos que superaron al total de los préstamos otorgados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional”.

Actualmente profesor e investigador en el Center for Latin American Studies de la mencionada universidad norteamericana, sita en Washington, Gonzalo Paz analizó que en este momento la casi totalidad de la política exterior de China está signada por la Iniciativa de Franja y la Ruta (BRI, Belt and Road Iniciative), que tiene como un punto de encastre el Memorando de Entendimiento al que han invitado a toda la región, han firmado la mayoría de los países —aunque no las tres mayores economías, Brasil, México y Argentina — , y se preguntó si no es un “contrato de adhesión” en el que el “acto simbólico” de adherir tiene más importancia que el contenido. Sin embargo, advirtió que algunos créditos de China podrían estar condicionados a la suscripción del acuerdo.

Paralelamente, analizó la relación que vienen teniendo Estados Unidos y China de cara a América Latina, comenzando por el Diálogo Bilateral que han mantenido desde 2006 (“no nos puso cómodos que hablaran sobre nosotros sin nosotros”) y luego desarrollando el cambio dramático que se produjo hace tres años y medio con la era Trump, el que volviendo a la Doctrina Monroe, considera a China un rival estratégico de los Estados Unidos en la región.

Especuló con la posibilidad de que la competencia sobre América Latina se agudice el año que viene, cuando la pandemia habrá creado una necesidad enorme de financiamiento, con China en posición de otorgarlo. Prevé que en ese marco, Estados Unidos podría plantear cooperación con nuestros países en algunas áreas específicas y analizó el caso del Banco Interamericano de Desarrollo, del que China ya forma parte y para el que los Estados Unidos, por primera vez en la historia de la entidad, propone un candidato a presidente.

Concertar acciones con Washington y Beijing

Por otra parte, el doctor Paz publicó en la revista de otoño de DangDai un artículo que se reproduce a continuación.

–Por Gonzalo Paz

La pandemia generada por el coronavirus sin duda tendrá un impacto importante en las relaciones internacionales. Es por supuesto prematuro aventurar un pronóstico sobre qué efecto tendrá en la configuración de poder mundial, pero es potencialmente muy importante. No sabemos cuándo terminará ni cómo terminará, ni siquiera si realmente terminará, en el sentido de que quizá deberemos convivir con este tema y/o sus secuelas por muchos meses o años. Sabemos cómo los países entraron en esta situación, pero no como saldrán. Sabemos que en medio de la emergencia sanitaria en las principales potencias se está trabajando en privado en mitigar los daños, y si fuera posible, emerger aun en mejor posición en términos relativos –esto es, vis-à-vis otros países- en la compleja y probablemente larga convalecencia que seguirá. Sabemos desde siempre que el mejor modo de predecir el futuro es construirlo. 

Es probable que el escenario de competencia aguda entre Estados Unidos y China continuará o se reanudará, quizá con nuevas formas o campos adicionales, y que eso seguirá siendo un desafío muy importante para la Argentina. Este es un tema central, un nuevo y complejo desafío. Tradicionalmente, estos fueron temas diplomáticos separados, con escasa o esporádica relación entre sí. Esa separación histórica, en muchos planos, ha cesado. La nueva fase de la relación entre EE.UU. y China (que, obviamente, desde hace ya varias décadas, es la relación bilateral más importante del mundo, como he dicho muchas veces) hace que nuestras propias relaciones bilaterales con ambas potencias puedan sufrir los efectos de esa rivalidad e incluso ofrecer nuevas posibilidades de acción. Pero la posibilidad de evitar unos y aprovechar otras no sucederá espontáneamente. Por lo tanto, el policy planning and design, la coordinación y la ejecución deben ser muy cuidadosos. Nuestras relaciones bilaterales con esas potencias ya no son independientes entre sí, y nuestra política, una política inteligente, tampoco puede serla. 

Cronológicamente, este desafío ha venido precedido por otro que debió haberse resuelto hace tiempo y no lo ha sido, y que es urgente e impostergable. China es, desde hace dos décadas, un socio clave y de enorme importancia para Argentina. Lo que sucede en nuestras relaciones con China afecta la vida y la realidad, tarde o temprano, en forma directa o indirecta, de todos. Las relaciones económicas, la densidad casi diaria de visitas de funcionarios nacionales, de gobernadores, ministros y funcionarios provinciales y hasta de ciudades, hablan de esa centralidad ya cotidiana e inexorable de China. Nuestro país, como otros en la región, ha experimentado de primera mano los efectos del surgimiento de China al primer plano del poder mundial y la intensificación súbita de las relaciones bilaterales en las dos últimas décadas, y ha tratado de manejarlo con la infraestructura institucional preexistente. Sin un upgrade institucional, y con variaciones mínimas o nulas en cuanto a cantidad y calidad de recursos humanos. Los funcionarios actuales hacen un esfuerzo enorme para administrar el desborde diario de asuntos que demandan soluciones inmediatas, y expresan preocupación por la dificultad de abordar seriamente la necesidad urgente de un pensamiento regular y estratégico sobre el mediano y largo plazo.

Se requiere un profundo esfuerzo de reflexión, evaluación y planificación que dote al Estado y a la sociedad de herramientas más adecuadas para este escenario inescapable en el que nos movemos. La tarea por delante, que no debe demorarse más, comprende como mínimo: 1) Reformar y fortalecer el área de Cancillería encargada del Asia y China, y evaluar in extremis incluso la posibilidad de crear un área específica especializada sólo en China; 2) La creación de instancias formales y regulares de coordinación entre distintas áreas del estado y, por qué no, también con sectores importantes de la sociedad con foco en China; 3) El diseño integral de la política exterior y el manejo coordinado de nuestras relaciones con EE.UU. 

La responsabilidad del diseño y coordinación de nuestra política y relaciones con ambas potencias recae en el nivel más alto de conducción del Estado, involucrando a la Jefatura de Gabinete, a la Cancillería y la Secretaría de Asuntos Estratégicos, pero también en temas específicos a muchos otros ministerios, secretarías de estado y direcciones nacionales. Un mínimo brainstorming podría arrojar algunas ideas como proceder concretamente. Dentro de Cancillería, por ejemplo, debería haber una estrecha coordinación entre la Dirección de América del Norte y la Dirección de Asia y Oceanía (las estructuras hoy existentes). Podría haber encuentros regulares, preestablecidos (una reunión semanal o quincenal) y reuniones específicas cuando la magnitud del tema lo imponga.

Nuestros embajadores en EE.UU. y China y sus equipos tienen un rol fundamental. Nadie comprende mejor que ellos, que están la primera línea de contacto, los desafíos y posibilidades de las relaciones bilaterales. Son ellos y sus equipos quienes tienen la responsabilidad de la ejecución de la política exterior. ¿Son estas dos embajadas de la envergadura que la situación demanda? ¿Tienen la estructura, cantidad y calidad de recursos humanos suficiente para la enorme tarea que deben afrontar con la capacidad y resultados que necesitamos? A pesar de operar a miles de kilómetros de la Argentina, y distantes entre sí, la estrecha coordinación es una necesidad incuestionable que por diversos motivos no se ha podido encarar en la Argentina en forma sistemática y regular en el pasado. También hay una demanda de colaboración y de reflexión en el mediano y largo plazo. Para ello, por ejemplo, podría haber una reunión semestral entre nuestros embajadores en Washington y Beijing y sus equipos. Sería muy conveniente también generar una coincidencia, en lo posible, de los viajes de trabajo de ambos embajadores, y/o miembros importantes de sus equipos, a Buenos Aires, con una mayor frecuencia. 

En suma, necesitamos redefinir la burocracia que necesitamos para relacionarnos más eficaz y eficientemente con China, que sea capaz de generar y clarificar nuevos objetivos y políticas, y de gestionar eficaz y eficientemente procesos across the board del Estado y la sociedad. Asimismo, articular estas nuevas estructuras funcionales y equipos con los abocados a las relaciones con EE.UU. El riesgo y el costo potencial de la no coordinación son crecientemente altos, y son todos los argentinos quienes pagaremos el costo de subestimarlos.

Estas ideas son apenas propuestas para comenzar un debate y una reflexión. Romper la inercia en la pesada estructura del Estado es siempre complicado, pero es riesgoso y poco inteligente afrontar los desafíos actuales con unas instituciones bajo stress operacional, con un diseño institucional de otra época muy diferente.

Categorías: Política

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