Abalo, otro aporte al debate sobre China hoy
En un artículo que será publicado por La Capitana, el economista Carlos Abalo retoma el debate sobre el carácter del modelo de acumulación china, analiza su ascenso y el momento actual del capitalismo global en el marco de una transición hegemónica.
El artículo de Abalo analiza la crisis en curso y, sobre China, sostiene:
“… En cuanto al otro fundamento presente en el libro de Isaac Johsua, La crisis de 1929 y el emerger norteamericano para explicar la crisis de 1929 -el paso de la hegemonía británica a la estadounidense-, sobre la crisis internacional iniciada en 2008 habría que marcar la rapidez de la emergencia china y la posibilidad que llegue a sustituir la hegemonía de Estados Unidos, lo que también se está dirimiendo en un período que empieza a extenderse, porque si bien esta posibilidad recién se puso de manifiesto el decenio pasado, con Xi Jinping al frente de la República Popular y del Partido Comunista Chino (PCCh), va a cobrar virulencia en lo sucesivo, y se confirma con la política de Trump de resguardar y afirmar el papel plenamente hegemónico que su país pretendió conquistar con la Segunda Guerra Mundial, que apenas pudo disfrutar desde la caída de la Unión Soviética y que empezó a diluirse con el vertiginoso ascenso chino. Y lo curioso es que coincide con la nueva crisis del capitalismo, como ocurriera en medio de la transición anterior de hegemonía, un siglo atrás.
Hay una infinidad de cuestiones que caracterizan la peculiaridad del ascenso chino y que pueden ayudar a comprender sus incógnitas. La experiencia soviética, de intentar construir un sistema diferente fuera del sistema mundial, es posiblemente lo que hizo entender al PCCh que para superar un sistema mundial, hay que hacerlo desde adentro, y no es una cuestión ideológica, porque ninguna teoría puede ser inmune a los cambios en el sistema y en las clases sociales y convertirse en una teología, sino que en el capitalismo no hay manera de alcanzar la tecnología y la participación en el comercio sin el concurso de la inversión extranjera y la creación de empresas privadas, porque difícilmente las empresas estatales podrían cumplir esa tarea y asociarse con las grandes empresas capitalistas para hacerlo. Gracias a ese concurso, China ha conseguido avanzar en tiempo récord y es tan indudable que su régimen económico no es socialista como que representa un desafío para la hegemonía estadounidense. Sin embargo, también parece indudable que en la República Popular el Estado orienta la conducta del capital de modo que el comportamiento de las empresas privadas se rige por la planificación estatal, mientras que en Estados Unidos es el capital el que determina la acción del Estado, como quedó más que claro cuando Trump delegó en BlackRock gestionar la defensa del dólar.
La situación intermedia china difícil de explicar (Néstor Restivo, “China: cómo entender si diagnosticamos mal”, AdSina, 10/5/20) tampoco parece resolverse definiéndola como capitalismo de Estado. Se asemeja más bien a un capitalismo bajo la tutela de un Estado regido por un partido comunista cuya finalidad no es el capitalismo, y éste aparece como un medio ineludible dictado por la presencia en el sistema mundial, en el que la burguesía sería prisionera del Estado. Precisamente por eso y por su inevitable desenvolvimiento dentro del capitalismo mundial, nadie puede asegurar cuál será la fórmula definitiva o que incluso en algún momento el capital pueda asumir el control del Estado si el actual Estado no se afirmara en la relación de fuerza con Estados Unidos. Todo esto es lo que se juega en esta guerra virtual que en algún momento será también una guerra interna, como ya lo fue en distintos momentos del pasado, sobre todo si la transición se prolongara, posibilidad que seguramente se encuentra también en los cálculos estadounidenses como parte de la defensa de su estatus actual de potencia dominante amenazada.
No por eso la dirigencia china va a forzar el aumento de la velocidad de tránsito, porque –a pesar de los grandes avances- su economía todavía es 6,4 veces menos rica que la de Estados Unidos, si se las compara por el PBI per cápita (9.771 dóls vs. 62.800 dóls, según el Bco. Mundial), aunque esa diferencia se reduce a la mitad (3,4 veces) si se toma en cuenta la paridad del poder adquisitivo. En ese caso, China más bien podría modificar el sentido de su política. Así como hasta ahora prevaleció la apertura inaugurada por Deng Xiaoping, Xi Jinping está poniendo más énfasis en el desarrollo interno, que ya había iniciado antes que Estados Unidos apelara al proteccionismo, aunque esta orientación tiene muchas otras causas difíciles de sintetizar. Por algunos motivos coincidentes y por otros muy distintos, Trump vuelve a colocar el eje de la inversión estadounidense en el desarrollo interno, intensificándolo ante el agravamiento de la crisis y buscando afirmar su dominio mundial, no por nacionalismo y menos para permitir el nacionalismo de los demás. Sobre todo, porque colocar el eje en el centro estadounidense es situarlo en el centro del sistema, disminuir el papel de los emergentes y volver a la división internacional del trabajo, para lo que el macrismo se especializa con su política de desindustrialización, que diferencia más que nunca la estrategia del peronismo. Habrá que ver si, en esas condiciones, China consigue consolidar su propio desarrollo interno sin dejar de lado su Ruta de la Seda.
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