Lección para Occidente

25 marzo, 2020

Martin Jacques, un historiador, sinólogo y periodista marxista británico critica con dureza en EurAsia Info cómo EE.UU. y el Reino Unido golpearon al país asiático al inicio de la crisis viral. “Para China, nunca debemos olvidar que fue un desafío completamente nuevo y misterioso . A su tiempo, todos los países (alcanzados por la pandemia) podrían aprender de la experiencia de China ”.

La “arrogancia”, el “veneno” y la “bilis” contra China en los países líderes de Occidente, dice, debería cambiar para valorar y aprender cómo el gobierno chino “se ha levantado del desafío dándole un golpe mortal al coronavirus”. Y concluye el profesor de la Universidad de Cambridge, en este artículo originalmente publicado en Diario del Pueblo, que “las ruedas de las historia giran irresistiblemente hacia China. Y China debe responder con humildad y ofreciendo toda la asistencia y experiencia a Occidente ”.

A continuación, el artículo completo traducido al español para DangDai por Daniela Diciervo Linares.

El gobierno chino entiende que la vida tiene más importancia que la economía. Por el Dr. Martin Jasques (Universidad de Cambridge)

Durante enero, la embestida en los medios de comunicación occidentales, especialmente en los Estados Unidos y el Reino Unido, contra el manejo del gobierno chino de la epidemia de COVID-19, fue despiadado.

La evidencia real era escasa, a veces dudosa, pero esto no tuvo importancia en el veneno y la bilis del ataque.

Es cierto que hubo un intento de obstaculizar la acción oportuna necesaria en Wuhan, y más ampliamente en Hubei, pero con el beneficio de la retrospectiva, el tiempo perdido como resultado terminó siendo relativamente marginal en comparación con el que se perdió en Occidente gracias a su creencia de que posiblemente no podría sucederles, que China era culpable, y en su fracaso para aprender de la experiencia de China.

Haber utilizado la tragedia de la epidemia de coronavirus, con todas las muertes, enfermedades y sufrimientos que ocurrieron, como un palo con el que golpear al gobierno chino, y al pueblo chino, fue una desgracia.

Cuando los ciudadanos chinos necesitaban compasión, apoyo y solidaridad, recibieron el ridículo, la calumnia y el racismo poco disimulado.

Uno podría preguntarse, ¿por qué pasó esto?

El prejuicio occidental contra China está históricamente arraigado de manera profunda y continúa influyendo en las actitudes occidentales contemporáneas.

Sin embargo, en los últimos años, especialmente desde alrededor de 2016, la incidencia de ataques a China se ha vuelto mucho más común. Ha habido una creciente sensación de resentimiento hacia el ascenso de China, en especial y previsiblemente, en los Estados Unidos, pero también en otros lugares, combinado con un deseo de reafirmar y restaurar el antiguo orden jerárquico global y las jerarquías económicas, políticas y étnicas establecidas.

El sistema de gobierno ha sido el tema principal del ataque a China.

La epidemia de coronavirus ofreció, al menos en la superficie, un terreno ideal para atacar la gobernanza de China.

Cuán equivocados y mal concebidos resultaron ser estos prejuicios occidentales.

Después de titubeos iniciales, vacilaciones y virajes erróneos, apenas China comprendió la naturaleza y los profundos peligros que el virus significaba para el pueblo chino, su enfoque fue nada menos que brillante, un ejemplo e inspiración para todos.

Para China, nunca debemos olvidar que fue un desafío completamente nuevo y misterioso. A su tiempo, todos los países podrían aprender de la experiencia de China. China ni siquiera sabía qué era el virus. Tenía que establecer que era completamente nuevo y resolver su genoma y sus características, que compartió inmediatamente con el mundo.

Y comprendió con notable rapidez que la epidemia requería las medidas más dramáticas, incluido el cierre no solo de Wuhan sino de todas las ciudades importantes y la mayor parte del país, además de poner en cuarentena a la población.

El gobierno entendió que la vida era más importante que la economía. Su liderazgo extraordinario y decisivo se encontró con una respuesta igualmente extraordinaria y proactiva de la gente: era un clásico caso del gobierno y el pueblo como uno.

Los resultados están a la vista de todos. Los nuevos casos se han reducido a un goteo. Lentamente, paso a paso, la economía se está reactivando. Poco a poco, China está volviendo a la normalidad.

Para aquellos que desean evitar el coronavirus, China se está convirtiendo rápidamente en el lugar más seguro de la tierra. De hecho, ahora, el problema de China pasa por el reingreso del virus en el país por medio de los visitantes extranjeros.

Mientras tanto, Europa y América del Norte enfrentan un tsunami de coronavirus: Italia es el peor de los casos, pero otros como España, Francia, Alemania y el Reino Unido están siguiendo rápidamente su paso. Pronto, toda Europa se verá envuelta en la epidemia.

Y Estados Unidos, lejos de ser inmune, como creía el presidente Trump, ha declarado un estado de emergencia para lidiar con un virus que descartó e ignoró como un ‘virus extranjero’.

Occidente – y, sobre todo, su gente – está destinado a pagar un precio enorme por su arrogancia, su creencia de que el coronavirus era un problema chino que nunca podría convertirse en un problema occidental.

Demasiado tarde, por desgracia, después de haber perdido todo el tiempo que China les dio, todo el conocimiento que China adquirió sobre cómo hacer frente al virus, los gobiernos occidentales se enfrentan ahora a un terrible desafío.

En enero, acusaron al gobierno chino de perder una quincena; ahora, se revela al mundo que los gobiernos occidentales desperdiciaron un mínimo de dos meses y medio.

La marea ha cambiado. En la mayor crisis de salud en cien años, la gobernanza de China se enfrentó al desafío y le propinó un golpe mortal al coronavirus.

Por el contrario, la gobernanza occidental ha demostrado estar cegada por su propia arrogancia, ser incapaz de aprender de China hasta que es demasiado tarde y estar mal preparada para comprender el tipo de acción radical que se requiere.

Trump todavía está, en gran parte, en la negación, mientras que el gobierno del Reino Unido emite palabras cálidas pero hace muy poco.

No puedo pensar en ningún otro ejemplo que revele tan claramente la idoneidad y la capacidad de la gobernanza china y la inferioridad y debilidad de la gobernanza occidental.

En su hora de necesidad, esta última ha decepcionado a sus pueblos.

Mientras tanto, las críticas occidentales a China han caído casi, pero no del todo, en silencio. Como Italia muestra, no tienen otra alternativa que aprender de las medidas draconianas de China.

¿Qué otra cosa pueden hacer?

China ha tenido éxito. No tienen, en verdad, ningún otro lugar al que recurrir.

Deben aprender de China. Pero para muchos es un trago amargo. Las ruedas de la historia están girando, irresistiblemente, hacia China. Y China debe responder con humildad y ofreciendo toda la asistencia y experiencia a Occidente.

Ver también, sobre el mismo tema, una entrevista de Project Syndcate a Andrew Sheng, profesor e investigador de Asia Global Institute en la Universidad de Hong Kong.

Categorías: China Destacadas

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