Ricardo Piglia en China: política y literatura
En la última edición impresa de DangDai se publicó el siguiente artículo sobre la relación del escritor Ricardo Piglia con China, tanto su viaje de 1973, cuando adhería a un partido maoísta argentino, como más recientemente la traducción de sus libros al mandarín. En leer más reproducimos esa nota, de Marcela Fernández Vidal, que en la versión gráfica contiene, además de recuadros con varias opiniones y recuerdos, imágenes exclusivas, con permiso de la Universidad de Princeton, con cartas, fotos y textos que no se habían publicado antes.
–Por Marcela Fernández Vidal
El escritor Ricardo Piglia tuvo especial cuidado en señalar la importancia del desplazamiento geográfico, el viaje, en su experiencia de vida y en su formación como escritor; y lo hizo en el momento de revisar el prolífico e intrincado material que había estado produciendo en forma manual, hasta completar 327 cuadernos escolares, todos los cuales habían poseído la condición de conformar una escritura privada, secreta, íntima, es decir, su diario personal. La tarea de edición, anotación y reescritura que emprendió junto a un grupo de colaboradores, tuvo por objetivo darlos a conocer públicamente con un formato literario que lo reconvierte a un género fecundo y de larga tradición en el mundo de las letras.
Es así que sus diarios, bajo el título de “Los Diarios de Emilio Renzi”, comenzaron a publicarse en Argentina. Y algún esperamos conocer el dedicado a su viaje a China en 1973. Renzi era el alter ego o avatar más común en la producción literaria de Piglia; no es un seudónimo: surgió de su nombre completo: Ricardo Emilio Piglia Renzi. En 2015, aparece el primer tomo con el subtítulo “Años de formación” que, a los efectos darle al material un orden más o menos cronológico, abarcan desde 1957 a 1967. Al año siguiente, aparece “Los años felices”, que comprenden desde 1968 hasta 1975, y el último -por ahora-, “Un día en la vida”, publicado póstumamente en 2017. El escritor fallece el 6 de enero de ese año luego de hacerle frente con entereza a una enfermedad, esclerosis lateral amiotrófica, que fue avanzando sin pausa.
“Con un ritmo de trabajo de doce horas diarias, los siete días de la semana, y la colaboración de un equipo de cinco asistentes, encabezado por Luisa Fernández, pese a las dificultades prácticas de su enfermedad, que afectaba la velocidad, pero no la calidad y lucidez de su comunicación, Ricardo Piglia se dedicó en los últimos años a cerrar varios proyectos literarios, casi todos comentados reiteradamente en los diarios de Emilio Renzi”, señaló en un comunicado de prensa, Guillermo Schavelzon, representante literario del escritor. Entre los proyectos que menciona se refiere a un libro de conversaciones con Juan José Saer, un libro con doce cuentos, ocho de ellos inéditos, una recopilación de sus clases en la TV Pública del 2012, y la edición definitiva de sus cuentos completos. Y que señalar que hay mucho más material que sólo alcanzó a revisar y organizar parcialmente.
Los cuadernos que constituyen la materia prima de los diarios fueron depositados por Piglia en la Firestone Library de la Universidad de Princeton (EE.UU.) donde fue profesor emérito durante quince años. “Por lo que sé, en los cuadernos hay referencias a hechos de 1954, sin embargo él decidió empezar los Diarios en 1957 para hacer coincidir con el exilio interno de su padre al salir de la cárcel donde fue llevado por protestar por el golpe del año 55 contra el gobierno de Perón. Los diarios para su publicación fueron totalmente intervenidos por él a través de reescrituras, replanteos e incorporaciones de textos. Además si bien no aparece el nombre de Piglia en los textos publicados, se puede inferir en su análisis que el interlocutor de Renzi es el propio escritor”, señala a DangDai la investigadora y profesora Adriana Rodríguez Pérsico, quien realizará una investigación de los cuadernos originales. De modo que el escritor quiso destacar el año 1957, entonces tiene 16 años, marcado por la mudanza con su familia a Mar del Plata, como el momento del inicio de su escritura. Un viaje de pocas horas desde su Adrogué natal, pero que significó un gran salto en su propio itinerario emocional e intelectual.
Sin embargo, en su vida emprendió otros numerosos viajes, uno de los cuales también quedó documentado en sus cuadernos y también iba a ser publicado en un volumen independiente, pero como parte de la serie de sus diarios. Pero sólo alcanzó a revisar parcialmente debido a su enfermedad, aunque había avanzado bastante como para asignarle un título y expresar su voluntad de publicarlo.
Según dijo a DangDai Schavelzon, “Piglia dejó algunas obras terminadas o con suficientes indicaciones sobre cómo publicarlas, entre ellas ‘China 1973. Un viaje’. Luisa Fernández ha estado trabajando estos años en terminar de cerrar los libros que había que publicar, viéndolos en todo momento con Beba Eguía, esposa del escritor. A medida que sea posible, se irán publicando”. Sus diarios sobre China, así como notas y fotografías de ese viaje, son también parte del material que se haya en Princeton, a disposición de los investigadores. La profesora Pérsico señala que justamente, luego de haber aparecido el segundo tomo de los Diarios, tuvo ocasión de charlar con el escritor y éste le manifestó su clara intención de revisar lo que había escrito en sus cuadernos en referencia a ese viaje para una posterior publicación. “También recuerdo que en un acto de homenaje a Saer y a Piglia en México, en noviembre de 2005, fui a cenar con Piglia, su esposa y Ricardo Nudelman, quien se exilió allá, y entonces ambos contaron muchas anécdotas, todas muy graciosas y desopilantes sobre el viaje que hicieron juntos a China en 1973”. Como si se tratara de otra forma de reemprender una jornada de regreso a ese lugar lejano en el tiempo y en el espacio.
Entre los volúmenes publicados, en el segundo hay una referencia a ese viaje. Es el relato de su encuentro con el poeta y dirigente del Partido Comunista Chino, Guo Moruo (o Kuo Mo-Jo). Por otra parte, hay una foto que documenta el momento y que fue publicada por el diario Renmin, el 28 de julio de ese año, donde se los ve conversando animadamente con la ayuda de un intérprete en una sala de Pekín, como se escribía entonces el nombre de la capital. Había llegado a la ciudad el 6 de julio. Y como parte del viaje organizado por el Partido Comunista Chino, también visitó Shanghai y algunas otras ciudades.
En la entrada del viernes 7 de junio se puede leer. ”Viajo a China por cinco meses, ya que el regreso se posterga porque me quedo en Europa”. En otro momento el poeta chino, que contaba con 80 años, le dice al joven Piglia que conocer China le servirá como referencia para conocer el país propio y como un maestro que ilustra el concepto le muestra la frase de Mao Zedong: “Cuando vuelvan a Japón, olvídense de todo lo que han visto en China”. El segundo momento se refiere a que, después de ser acusado de “desviaciones ideológicas”, el poeta abandona su escritura y se dedica a caligrafiar poemas de Mao. Y le señala Kuo Mo-Jo el valor superior de la caligrafía “una arte tan valorado como la poesía o la pintura”, para concluir “prefiero ser un calígrafo”.
Militancia
Piglia viajó por primera vez a China en 1973 acompañado por Nudelman y Rubén Kriscautzky y permaneció allí durante dos meses. En esos años simpatizaba con Vanguardia Comunista (VC), un partido argentino creado en abril de 1965, a partir de la escisión del Partido Socialista Argentino y que se referenciaba en el maoísmo. En el número 12 de DangDai, de otoño de 2015, la nota “Maoístas criollos” cuenta toda esa rica historia de los militantes argentinos que adherían o compartían los ideales de Mao, entre ellos muchos intelectuales como Juan Gelman, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y tantos otros, algunos participando de VC y otros del Partido Comunista Revolucionario (PCR). El artículo también puede leerse aquí,
“Piglia era parte del frente cultural de VC –señala Lalo Piñón, quien militó en el partido. “El maoísimo generó mucha atracción en intelectuales como Ricardo, que creo ingreso a Vanguardia por su amistad con Rubén Kriscautzky (en mis recuerdos él siempre estaba acompañado de Rubén) y con el primer líder de la organización, Elías Semán”.
Kriscautzky y Semán fueron “desaparecidos”, como toda la cúpula de VC, luego del golpe de Estado de 1976, y a ellos Piglia les dedica “Respiración artificial”, publicada en plena dictadura cívico-militar, en 1980, en pleno gobierno del dictador, Jorge Videla.
Agregó Piñón: “Recuerdo también que unos meses después de volver de China, Piglia nos dio una charla a los militantes en una quinta de la zona oeste bonaerense. Eso fue antes de que, en febrero de 1976, otros dirigentes y militantes, yo incluido, viajáramos a China también. Conmigo viajó el que era entonces el secretario general, Roberto Cristina, quien en 1978 también desaparecería. En 1975, VC había pasado a llamarse Partido Comunista Marxista Leninista. En todo caso, lo que podría decir es que Ricardo, más allá de esas participaciones, siempre fue muy discreto para hablar de todo ese período. Y en ese sentido hay que entender que todas nuestras actividades siempre fueron clandestinas”.
Otro militante de la época consultado para esta nota cuenta otra anécdota del Piglia más activista que referente cultural. “Un grupo de compañeros de Mar del Plata rompimos con el Socialismo de Vanguardia. Semán y su gente habían fundado VC y nosotros, el Grupo Espartaco, en buenas relaciones con Vanguardia. Pero ellos trataron de disputar el grupo de Mar del Plata y enviaron a Ricardo Piglia para convencernos de juntarnos…”.
Derivación de la adhesión de Piglia a VC fue su participación en las revistas Los Libros (que salió desde 1969 hasta el golpe, y donde el escritor –según un artículo de Gonzalo Basualdo en la Revista Asia América Latina de diciembre de 2017– “fue el único de los críticos literarios” de la publicación “preocupado por la elaboración de las líneas centrales de una cultura proletaria y popular”). Tras la clausura de Los Libros ordenada por la dictadura en 1976, nació dos años después la revista Punto de Vista y fue de algún modo su heredera, según recuerda el periodista Sergio Ortíz y dirigente del Partido de la Liberación, continuidad de VC en años más cercanos. En el libro de dos volúmenes Vidas y Luchas de Vanguardia Comunista, del colectivo Emilio Jáuregui (nombre que eligieron en homenaje al ex secretario general del Sindicato de Prensa, quien se había acercado a VC antes de que lo asesinaran en una manifestación el barrio porteño de Once en junio de 1969, protestando contra la visita de Nelson Rockefeller), Ortíz cuenta que en esos proyectos editoriales de gran prestigio trabajaron intelectuales de la talla de Davis e Ismael Viñas, Héctor Schmucler, Jorge Sevilla, Hugo Vezzetti, María Teresa Gramuglia, Sarlo o Altamirano (estos dos últimos simpatizantes del PCR). DangDai ya ha contado la historia de los desencuentros de esos sectores políticos en la nota mencionada. Por el clima imperante en el país, todos ellos firmaban con seudónimo, y Piglia lo hacía con su alter ego Emilio Renzi. Ya en 1985, un número de Punto de Vista incluyó un poema de Graciela Perosio titulado “Brechas del Muro”, y al final se agrega que “Beatriz Perosio, a quién está dedicado este poema, perteneció al reducido grupo que diera comienzo a Punto de Vista. Presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina, fue secuestrada en agosto de 1978”.
Ortíz también escribe en el libro que “el maoísmo tuvo en Argentina varias expresiones, pero las dos más importantes fueron Vanguardia Comunista a partir de 1965 y el Partido Comunista Revolucionario desde 1971. También existió un grupo más pequeño, que no tenía existencia a nivel nacional, llamado PC Maoísta”. En tanto VC era una rama del tronco histórico del Partido Socialista argentino, el PCR lo era del Comunista. Salvo en algunos primeros acercamientos sindicales y luego culturales, como en las revistas mencionadas, ambos partidos se fueron distanciando por razones políticos, ideológicas, la posición frente a las elecciones de 1973 y finalmente por las posturas del PCR en torno al lópezreguismo y a la dictadura instalada en 1976. Incluso las diferencias continuaron hasta el kirchnerismo, entre el PCR y el PL.
“Es importante contextualizar el viaje de Piglia en 1973 a China, que se da en plena Revolución Cultural, período caracterizado por un fuerte control y vigilancia por parte de las autoridades y un clima político complejo, de ahí que estuvo bastante planificado en cuanto a qué lugares visitar y con quién entrevistarse”, comenta a DangDai el investigador Alvaro Fernández Bravo. “Tuve la oportunidad de mirar los diarios, en Princenton, y, en particular sobre ese viaje no relata demasiadas aventuras. Siempre iban con guía. Tuvo encuentros con estudiantes de teatro, también fue a ver espectáculos de danza y teatro y dialogó con escritores y estudiantes en general. Tengo la impresión de que el recorrido apuntaba más a servir de propaganda anti-norteamericana y a favor de China. Me llama la atención que nunca comentó nada sobre ese viaje y tampoco apareció en su obra literaria”. El investigador señala que las razones de ese silencio y especie de olvido sólo abonan el campo de la especulación intelectual. Y agrega. “Creo que Piglia tenía un gran interés teórico y filosófico acerca del maoísmo. Esto en parte nutrió su interés teórico en el cuestionamiento de la idea de soberanía del autor e, incluso, el concepto mismo de autor. Él desarrolló una importante reflexión en torno a la propiedad literaria que es interesante vincular con su saber acerca de las ideas de Mao”.
Traducciones y obra
Pero hoy la noticia es que Ricardo Piglia regresa a China. Esta vez lo hace de la mano de una guía muy particular, la traductora de la novela “Respiración Artificial” al chino mandarín, que se publicará en China en 2019: la profesora Lou Yu o Mónica Lou, tal su nombre adaptado al español. Fue ella quien erigió el puente que le permitió encontrarse, casi por azar, primero con sus textos y posteriormente en forma personal con el escritor a quien conoció impulsada por su apasionada dedicación al estudio de la lengua y literatura hispanoamericana.
Lo primero que leyó Lou Yu, investigadora del Instituto de Estudios Latinoamericanos en la Academia China de Ciencias Sociales, fue la mencionada novela, y tuvo que releerla, no sin antes reponer el contexto político de su escritura para entender su desenlace. ” Me sentí una lectora detective, buscando las pistas que dejó en el texto. Me cambió como lectora, me enseñó a buscar lo que realmente importa en los libros. Piglia me dio una clase sobre cómo leer y cómo ver la realidad”, señalo en una entrevista que ofreció al diario Página12 en una de sus visitas a Buenos Aires.
En 2015, Lou terminó su tesis doctoral sobre Piglia. “En mayo de ese mismo año me enteré de su enfermedad y decidí hacer algo para él. Así, comencé a buscar editoriales chinas para introducir sus obras en mi país. En agosto, me llamó una editorial para darme una buena noticia: habían aprobado mi propuesta. Compraron los derechos de El camino de Ida, su última novela, y Respiración artificial, que es la primera”, comentó a su turno en otra entrevista con el diario Tiempo Argentino. Es decir que, gracias a sus gestiones, el prestigioso traductor chino, Zhao Deming, se encargó de traducir “El camino de Ida” que fue publicado en China, en marzo de 2016.
En varias de sus obras, siempre atravesadas por la política, Piglia hace referencias “chinas”, al I Ching, al maoísmo, al propio Mao, también a diversos grupos de izquierda o aun armados como el ERP, incluso el IRA. Hay alusiones al anarquismo o a anarquistas o a anarco-terroristas y a la militancia típica de los ‘60’y ’70. Pero en su última novela, El viaje de Ida, es decir la primera traducida al mandarín, las hay dos veces al propio Mao Tsé-tung (escrito de ese modo, a la vieja usanza), al I Ching, al maoísmo, a organizaciones de izquierda armadas o no, a Emilio Jáuregui o a los franceses que tomaron o discutieron con el maoísmo (Marcuse, Sartre, Camus).
Ahora será el turno de que los chinos conozcan Respiración artificial. El 9 de agosto de 2016 Lou Yu llega a Buenos Aires con el firme y añorado propósito de conocer a su admirado escritor con quien se había comunicado a través de correos electrónicos. “Fui tres veces a la casa de Piglia. Él tenía preparadas un montón de cosas, hasta fotos que sacó de su viaje a China en 1973. Me contó sobre los encuentros con Guo Moruo y otros escritores, su admiración a Lu Xun, e incluso me mostró sus diarios sobre el viaje al país oriental”.
Pero su interés por el autor no se quedó ahí: acaban de publicar en China su tesis doctoral en literatura hispánica sobre la narrativa policial de Ricardo Piglia.
“Hace poco terminé una investigación sobre la presencia de la literatura latinoamericana en China. Las estadísticas muestran que, en el nuevo siglo, tanto la traducción como la investigación de la literatura de América Latina han alcanzado tal magnitud que lo podríamos denominar como el boom de la introducción de la literatura de la región en China. En los últimos 17 años, hay más de 250 títulos traducidos al chino, que ocupan el 48% del total de las obras latinoamericanas traducidas al chino desde la fundación de la República Popular China en 1949. El país más traducido es Argentina, con unos 70 títulos”, comentó Lou You en otra entrevista, esta con DangDai, el 10 de enero de 2017.
Es tentador involucrase en un juego maravilloso, y casi obligado, de imaginar hoy a Ricardo Piglia viajando más de treinta horas en avión y recorriendo las calles de las principales ciudades chinas para presentar por primera vez sus libros allí. ¿Qué hubiera dicho? ¿Qué hubiera sentido? ¿Qué historia hubiera imaginado a partir de estas experiencias? ¿Qué hubiera opinado de los cambios sociales, políticos, económicos vertiginosos ocurridos desde 1973 hasta la fecha? ¿Qué debate hubiera planteado a partir de los actuales parámetros que exhibe China en todas sus áreas vitales? ¿Habría escrito otro cuaderno sobre el viaje? Y el juego interminable de especular con posibles respuestas hace que esta crónica periodística comience a diluirse abrirse paso hacia una textualidad más emparentada con la literatura.
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