Mo Yan llega a Perú
Mo Yan y el cineasta Zhang Yimou en el rodaje de “Sorgo Rojo”
En su segunda visita al Perú, donde será honrado como doctor Honoris Causa por la Universidad Católica, el premio Nobel de Literatura participará hoy y mañana en la Feria del Libro de Lima con las conferencias “El humor y el poder” y “El alimento y el hombre común”. Mo Yan dio una entrevista a El Comercio, en la que ofició de intérprete Sun Xintang, profesor de la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing y el mayor promotor de la literatura china en América Latina. La charla dejó pasajes memorables: “En cuarenta años, China recorrió el camino que costó 400 años al Occidente. A mi juicio, con estas enormes transformaciones llegaron la prosperidad y la riqueza al pueblo”, “si todos los países tuvieran el mismo sistema de Estados Unidos, el mundo no necesariamente sería mejor”, “he publicado novelas de fuerte carácter crítico, pero en mi narrativa hay más elogio a la vitalidad humana y a las virtudes del hombre, por lo que la mayoría de los lectores no son de la idea de que mis obras desacreditan China.” En Leer más, la entrevista completa.
Mo Yan: “En cuarenta años, China recorrió el camino que costó 400 años a Occidente”
Por Enrique Planas
Una historia de secuestros, violaciones, fuego y sangre está tan bellamente filmada que olvidamos toda truculencia, distraídos por el movimiento que el viento imprime a los sembríos de sorgo, por los destellos escarlata del vino, las puestas de sol granate, la enorme luna sobre el desierto o los primeros planos de Gong Li, la actriz que cataliza los sentimientos de todos los personajes de “Sorgo rojo”, ópera prima de Zhang Yimou que se impuso en el Festival de Cine de Berlín en 1988. Su Oso de Oro supuso el primer reconocimiento en Occidente para la literatura del escritor Mo Yan (Shandong, 1955), 24 años antes de recibir el premio Nobel. Sin aquella película, quizás el escritor chino sería hoy conocido solo en círculos literarios.
“‘Sorgo rojo’ fue un hito en la historia cinematográfica de China. Estoy bastante contento con esta película, aunque también hay unas imperfecciones: no muy grandes las escenas, muy pequeño el campo de sorgo, muy pocos los actores”, reconoce el Nobel chino, uno de los invitados más esperados en la Feria Internacional del Libro de Lima. Esta será su segunda visita al país, tras un raudo paso en 2015, como parte de una delegación oficial china. “En mi visita anterior compré un chaquetón de lana de alpaca, pero no he tenido oportunidad de usarlo ni una vez en China. Supe que el Perú tiene mayor variedad de papas del mundo. También vi en la calle una mascarada y me uní al baile. Perú es una civilización milenaria, de grandes riquezas, pero tengo muy pocos conocimientos sobre el país”, señala.Hemos iniciado esta entrevista exclusiva hablando de cine, una de sus obsesiones. “Me gustan las películas adaptadas de las obras literarias clásicas, tales como ‘Guerra y paz’ de León Tolstói, ‘Nuestra señora de París’ y ‘Los miserables’ de Víctor Hugo, ‘El Don apacible’ de Mijaíl Shólojov, entre otras. Por supuesto también me divierten las de Hollywood, como ‘Avatar’ o ‘Rescatando al soldado Ryan’. En fin, me agradan las películas tradicionales, con tramas de grandes peripecias y personajes bien configurados, capaces de producir grandes impactos al alma humana”, explica.
— Le preguntaba sobre sus gustos cinéfilos porque desde un punto de vista artístico, sus novelas también tienen una visualidad muy cinematográfica.
Soy de la convicción de que muchas de mis obras literarias pueden adaptarse al cine, y que mi narrativa tiene una fuerte visualidad, pero eso no es todo. Sobre todo, pienso que la narrativa es un arte de la lengua, por lo que he puesto mucho esfuerzo en la exploración lingüística. Francamente, creo haber formando un estilo lingüístico propio, y es algo que reconocen incluso los que no gustan de mis libros. Además, creo que en toda obra narrativa hay que crear personajes típicos, figuras de carácter particular, bien por las descripciones directas del mundo interior del personaje, bien mediante el habla y el comportamiento de las personas. La conducta y las palabras pueden expresar con éxito e incluso interpretar de manera más enérgica las emociones interiores, lo que también forma parte de las largas tradiciones de la narrativa china.
— “Sorgo rojo”, su primera novela, es un conmovedor recuento histórico de la guerra civil China a lo largo de tres generaciones familiares, donde las mujeres son víctimas y a la vez heroínas. ¿Cuál cree que es el papel de las mujeres en sus historias?
“Sorgo rojo” logra interpretar con éxito a las mujeres de la historia china: su firmeza y su sabiduría incluso superiores a los hombres, sobre todo cuando hacen frente a grandes dificultades. La admiración y adoración hacia estas mujeres la pude expresar con mayor intensidad y elocuencia, de manera plena y vigorosa en “Grandes pechos, amplias caderas”, mi novela más importante.
— En su discurso del Nobel, hizo un retrato muy conmovedor de su madre, advirtiendo la relación entre amar a una madre y amar a la tierra. ¿Existe una relación simbólica en su obra en que la mujer siempre está vinculada con la tierra y la vida?
La antigua filosofía china indica que el yin y el yang pueden representar a todos los objetos del universo. Constituye un concepto opuesto y a la vez unificado. La mayor noción del yin es la Tierra, y la mayor del yang es el cielo. Las mujeres son yin y los hombres pertenecen a yang, por lo que la mujer y la Tierra corresponden al mismo yin. La cualidad de la Tierra es portar y dar a luz todas las cosas. Así que vincular madre y la tierra es una tradición milenaria, por lo que es una asociación muy razonable.
— ¿Ser el último hijo de sus padres le permitió una perspectiva especial para escribir sobre su familia?
En “Grandes pechos, amplias caderas”, escribí la historia de una madre con sus ocho hijas y un hijo. El hijo es el menor, bien protegido y atendido porque tiene la gran responsabilidad de heredar y traspasar la sangre de la familia. Es un fenómeno muy común en la historia china. Por supuesto, en las últimas décadas, esta creencia de que solo los hijos varones formen parte del linaje está disminuyendo considerablemente, lo que para mí es un gran progreso de la sociedad china. Tengo dos hermanos mayores. Soy el menor, pero en la familia tenía mucho menor importancia que mi hermano primero. Debido a mi delicada salud en la niñez, mi madre me dio mayor cuidado. Además, yo no les gustaba a mis abuelos paternos, por lo que mi madre, a su vez, me dedicó más cariño.
— Comúnmente, un Premio Nobel genera un gran entusiasmo dentro del país del autor. Sin embargo, fueron varios colegas compatriotas suyos los primeros en criticar su premio. ¿Cómo es su relación actual con ellos? ¿Ha cambiado su vida con el Nobel?
Chen-Ning Franklin Yang, premio Nobel de Física de 1957, me dijo: “Mo Yan, el 99% de la gente están contenta con tu Nobel, pero el otro 1% puede no estarlo, e incluso está molesto”. Con experiencia, él me recordó hacer frente a las voces en contra, y agregó: “Un Nobel de Física también tiene sus oponentes, imagínate el de Literatura, que todos creen que bien la entienden”. Entre los firmes antagonistas míos, se encuentran algunos escritores, pero no quiero pensar mal de ellos. Me inclino a creer que sus diferentes concepciones literarias los llevaron a oponerse a mi premio. Sinceramente, el premio me cambió la vida, pero ahora he vuelto a la normalidad. Desde hace dos años, volví a publicar nuevas obras, especialmente cuento, poesía y teatro.
— ¿Cuál cree que es la principal dificultad de occidente para relacionarse con la cultura china?
Personalmente creo que la cultura occidental es más abierta y la china, más conservadora, más implícita. Pero los chinos no sienten barreras al leer narrativa y poesía latinoamericana y viceversa. Ocurre algo más fluido con la música y las bellas artes. Al fin y al cabo, el tema principal reside en las diferencias entre el sistema político de China y el occidental. Pero si todos los países tuvieran el mismo sistema de Estados Unidos, el mundo no necesariamente sería mejor.
— Sus lectores llevamos mucho tiempo tratando de asimilar esta paradoja: ¿Cómo se puede ser vicepresidente de la Asociación de Escritores del Partido Comunista y ser tan crítico de él en sus escritos?
La Asociación de Escritores de China es una institución no gubernamental y cualquier ciudadano chino, si cumple con los requisitos y presenta una solicitud, puede ser miembro. Algunos vice presidentes de la Asociación trabajan en esta misma sociedad y disfrutan de los beneficios de un miembro superior del Partido. Pero la mayoría de los vice presidentes no trabajan allí, y solo tienen el cargo de carácter honorario, sin un centavo de remuneración, ni hablar de los beneficios de alto funcionario. También soy vicepresidente de esta calidad y no tengo ningún beneficio. He publicado novelas de fuerte carácter crítico, pero en mi narrativa hay más elogio a la vitalidad humana y a las virtudes del hombre, por lo que la mayoría de los lectores no son de la idea de que mis obras desacreditan China. Además, aunque mis escritos hablan de la vida de los chinos, lo que crítico y lo que elogio se refiere a las condiciones de los humanos comunes.
— Sabemos de su interés por las novelas de García Márquez. ¿Alguna novela de Mario Vargas Llosa ha llegado a sus manos? ¿Circula la obra del Nobel peruano en China?
Las obras de Mario Vargas Llosa forman parte de mis lecturas desde los años ochenta. He leído “La ciudad y los perros”, “La tía Julia y el escribidor”, “Pantaleón y las visitadoras”, “La guerra del fin del mundo”, entre otras. Es un gran maestro de las estructuras narrativas y en mi país tiene igual fama que García Márquez. Me gusta sus novelas, pues resultan inspiradoras. Tiene muchísimos lectores en China y casi todos los escritores chinos lo leen.
— Sus novelas plasman los cambios radicales y profundos que han sufrido las ciudades chinas. ¿Cuán traumáticos han resultado esos cambios? ¿A nombre del progreso económico, qué ha perdido China en las últimas décadas?
En cuarenta años, China recorrió el camino que costó 400 años al Occidente. A mi juicio, con estas enormes transformaciones llegaron la prosperidad y la riqueza al pueblo, pero se produjeron también grandes problemas como la contaminación. Pero no estoy de acuerdo cuando dicen que la gente de ahora se ha vuelto mala en comparación con la de cuatro décadas atrás. Creo que los seres humanos son más o menos iguales, lo que afecta la conducta humana es el medio ambiente. Naturalmente, en un buen ambiente tampoco faltan malos, pero esta maldad no tiene mucho que ver con el ambiente.
— ¿Cuál es su balance de un periodo tan difícil de la historia china como la Revolución Cultural? ¿Dejó heridas emocionales en usted?
Al comienzo de la “Gran Revolución Cultural” yo solo tenía 11 años de edad. En aquel entonces, los niños del campo vivíamos un desarrollo físico tardío y un niño inocente de 11 años como yo aún no entendía casi nada. Los niños de escuela primaria éramos “pequeños guardias rojos” (Hong Xiao Bing). El supuesto criticar a los profesores no era más que gritar al unísono de los adultos. Pronto abandoné la escuela y fui al pastoreo de vacas y ovejas. En aquel entonces, una caja de libros que dejó mi hermano mayor en casa sirvió de buen remedio para mi soledad y mi alma, y la afición por la literatura me infundió esperanza y valor.
— ¿En su novela “Cambios”, el protagonista utiliza estatuillas de Mao para ahuyentar a las ratas de su dormitorio. ¿Cuál cree que es hoy, en la vida cotidiana, la huella del desaparecido líder? ¿Qué ha quedado de su culto a la personalidad?
Como ficción, en “Cambios” es exagerado el apartado sobre la estatua de Mao. Mao Zedong tuvo graves errores, pero no deja de ser un gran hombre, también fue poeta y calígrafo. Tiene muchos maravillosos discursos que aún producen frecuentes ecos entre los chinos de hoy.
Ver también Xinhua
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