La ausencia en Oriente, por Byung-Chul Han

29 marzo, 2019

El coreano Byung-Chul Han ya había sido elogiado por su libro Shanzhai, editado en Argentina hace tres años por Caja Negra. Allí analizaba las nociones de original y copia en China y Occidente. Ahora ratifica su talento y profundidad filosófica en un nuevo trabajo, que distribuye la misma Editorial, llamado Ausencia. Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente, donde traza las hondas diferencias entre las culturas china, japonesa y coreana en torno al vacío y al Dao (o Tao, camino) y la idea de la esencia, el ser y lo inmutable en toda la filosofía occidental, desde los griegos hasta aun los más recientes como Derrida o Deleuze quienes, aun en sus cuestionamientos a las raíces sobre la “unidad y el cierre sustancial” (lo completo, la totalidad) no dejan, para el autor, de ser muy lejanos al pensamiento oriental.


 

Byung (Seúl, 1959), actualmente profesor en la Universidad de Artes de Berlín, Alemania, país donde hizo toda su carrera universitaria, rastrea los orígenes del concepto de ser y de esencia en Occidente, vinculado a posesión y propiedad desde Aristóteles y Platón en adelante, llegando hasta Heidegger y otros, y cómo en cambio el ser no domina el pensamiento oriental, dando muchos ejemplos encontrados en el filósofo Zhuang zi, el estratega militar Sun zi (o Sun tzu) o incluso en el poeta Lao zi (o Lao tze). “El topos fundamental del pensamiento del pensamiento del Lejano Oriente –escribe- no es el ser, sino el camino”.

Con cierto desdén a clásicos occidentales en contraposición a las bases filosóficas orientales (cita a Kant, Hegel, Leibnitz y otros), o críticas fuertes a filósofos como François Jullien, acaso rescatando apenas en su acercamiento a Oriente a Roland Barthes, Byung señala que el pensamiento en su mundo “está consagrado a la inmanencia”, y que incluso la religión principal de esos países, el budismo, “es al fin de cuenta una religión de ausencia, de la extinción y de la dispersión, una religión del ‘habitar en ningún lugar’”.

En otro capítulo señala un rasgo fundante de Oriente como la continuidad, casi sin delimitaciones, de casas, tiendas, calles, a diferencia del sentido de propiedad y demarcación en Occidente. “La espacialidad de la in-diferencia recuerda el pensamiento zen”, dice Byung, a la vez que esa in-diferenciación favorece una coexistencia intensa de lo diverso”. El pensamiento oriental evita lo definitivo e incondicional, los cortes netos.

El libro aborda aspectos de la comida oriental (“al plato no llegan casi elementos firmes o enormes, que habría que separar con un cuchillo afilado, el proceso de comer no es un perforar con un tenedor sino un abarcar con los palillos”, o esta otra imagen: del arroz, la comida más básica de Oriente, destaca su falta de color y sabor soso, que se adapta a cada plato porque está vacío), el concepto y ejemplos, entre otros, de actitudes del actor de kabuki y las nociones de belleza (lo efímero, lo no delimitado, lo flotante, lo que cede, todo tan distinto al concepto de belleza en el ideario occidental; los chinos que aman la flor que dura un día, porque “sienten como muerto lo idéntico, lo invariable, lo que persiste o lo que dura”), la idea de luz en las bellas artes, las características del ikebana, el bunraku (un tipo de teatro de marionetas de Japón), el concepto de mar como metáfora muy difundida en la filosofía de Occidente o las construcciones gramaticales tan típicas como “pienso que” (en Corea, “rara vez se destaca o se suscribe que una idea es propia”) y una reflexión sobre los saludos de Oriente en general, rechazando la idea de sumisión que a veces percibe un occidental frente a las salutaciones entre personas orientales (una larga reflexión que termina con la frase “porque falta una contraparte no tiene lugar la sumisión. Es la mitología occidental acerca de ‘la persona’ la que hace aparecer la reverencia como sumisa”)

Un libro interesantísimo que quizá abone la idea de la casi imposibilidad de acercamiento entre las dos mitades del mundo en cuanto a los fundamentos más profundos en sendos pensamientos, aun cuando las interacciones de ambos hemisferios se hacen cada día más intensas o, al menos, habituales en casi todos los órdenes.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Néstor Restivo

 

Categorías: Cultura

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