Etnias de Yunnan y Qinghai: más allá de la exotización y el color
Para el público argentino, China es conocida sobre todo por su impresionante modernización reciente, los rascacielos de Shanghai, el Barrio Chino porteño, la fiesta de Año Nuevo de cada verano que crece en su condición de multitudinaria o los supermercados de todas las cuadras y de todos los barrios. Pero poco se sabe de sus más de 50 etnias tan diversas y alejadas del lugar común. De eso hablaron ayer, en la Casa de la Cultura China de la Universidad de Congreso, tres conocedores de la materia: Luciana Denardi, del Conicet y las universidades nacionales de San Martín y de Tres de Febrero; Paule Decrop, de la Universidad de Buenos Aires, y Gustavo Ng, escritor y codirector periodístico de Dang Dai. Las presentaciones pusieron el foco en una población que representa 8,5% de los chinos (más de 120 millones de personas) y donde se cruzan tradición, cultura, relaciones y tensiones con el gobierno central y la mayoría de la etnia han, así como modos de representación étnica y folclórica.
Decrop ofició de coordinadora del encuentro, pero aportó, además, algunos datos básicos recogidos en un viaje reciente a China. Las etnias chinas (no se llaman a sí mismas pueblos indígenas u originarios, como en otras latitudes, aclaró) eran 6% hacia los inicios de la República Popular pero crecieron en proporción, en parte porque no rigió para ellas la política del “hijo único” que se mantuvo en China por algunas décadas hasta hace pocos años. Señaló también que están desparramadas por dos tercios del territorio nacional del a RPCh y que en general, como en el Tíbet, viven en tierras muy ricas: en esa Región Autónoma, por ejemplo, se han estimado en 60 mil millones de euros los recursos y materias primas, informó.
Denardi volvió recientemente de un viaje por invitación de la Universidad de Yunnan y contó que en el estado del mismo nombre (sudoeste chino, limítrofe con países del sudeste asiático) viven 25 minorías étnicas, casi la mitad de todas las que forman China. “Las hay de desde 7.000 personas hasta de 16 millones”, dijo para dimensionar. Y aludió a diversos tipos de representación e imagen, desde el Museo de Shanghai en la Plaza del Pueblo, un lugar maravilloso por su colección de bronces antiguos y otras riquezas, pero que “sobre las etnias ofrece una visibilización un tanto anticuada” con muñecos con sus vestidos tradicionales en vitrinas, hasta el Parque Temático de Yunnan, que “se aproxima más a una gran riqueza y diversidad donde hay réplicas de casas o museos y una mayor interacción con los visitantes”. Los turistas en efecto son un tema clave porque han revitalizado la vida de las etnias, al generarles más recursos. Por ejemplo, allí el gobierno ha mejorado infraestructura y pasos fronterizos y hay una cantidad importante de visitantes cada año, lo que genera empleo y riqueza. Pero, a la vez, surgen contradicciones o tensiones por cambios en lo laboral (“mujeres que van a otras ciudades y son en general empleadas domésticas”), prácticas educativas o sociales (la mayoría de las guías son mujeres, hay “una feminización emparentada con la exotización de las etnias” y otras derivaciones del contacto con otros grupos humanos, nacionales o extranjeros) o, como otro ejemplo que citó, en cuanto a las prácticas medicinales novedosas para las etnias, muy diferentes a la medicina tradicional.
“Se observa cierta imagen rígida de las etnias, cuando el proceso cultural debería mostrar más las disputas o tensiones para hacerlo más real”, señaló Denardi para comentar los debates que hay en la propia China, más a favor o más críticos a cómo se encara el tema de las minorías étnicas.
Ng, por su parte, visitó este año otra provincia, Qinghai, donde trabajó sobre los budistas nómadas. “Tíbet es más importante política y superestructuralmente para el budismo, pero en Qinghai hay más población manteniendo esos ritos y creencias, más pueblo bajo”, señaló.
Contó las ceremonias que se transmiten de generación en generación al mismo tiempo que la modernidad, “las banderas de plegaria con mensajes y rezos que se lleva el viento a todos los rincones del mundo, según sus creencias, o tiendas muy sencillas, al lado de Toyotas o motos últimos modelo”.
Los budistas tibetanos, explicó, representan entre una quinta y una cuarta parte de la provincia y “también allí observa esa mezcla de etnias y turismo. Creo que el turismo que propicia el gobierno es de algún modo una forma de distribuir el ingreso, porque muchos ricos o nueva clase media surgida de estos años del colosal crecimiento chino transfieren parte de su dinero a estas etnias más ‘pobres'”. Relativizó el concepto de pobre porque, si bien “siguen usando como energía la bosta del ganado”, al mismo tiempo tienen esos automotores mencionados. “Las etnias tienen, como uno de sus recursos, al turismo”, señaló. “El gobierno invierte para hacerlas turísticas: en infraestructura, en viviendas, en vestidos, etc. Algunos lo aceptan y otros lo rechazan, por ejemplo en la provincia de Xinjiang, que visité en otro viaje. Hay de todo en todos lados. Es un gran debate. El gobierno tiene otros problemas también, agregó. “¿Cómo avanzar en su exitosa lucha contra la pobreza extrema si esos nómadas que se mueven en camionetas 4×4 último modelo quieren seguir viviendo en carpas?”, señaló. “¿Cómo podrían usar paneles solares, que están a su alcance, si se mueven todo el tiempo? Por eso también siguen usando bosta de vacas como energía como hace siglos. Es muy complejo”.
Sobre su religión, Ng sostuvo que las banderas de plegaria o hasta las carreras de caballos o las fiestas para “conseguir novios y novias” tienen un trasfondo religioso. “Todo el territorio -indicó-, como el lago Qinghai, las montañas y las quebradas son deidades, y la gente que conocí es a la vez budista pero con credos locales y al mismo tiempo apoya al gobierno comunista, se dicen comunistas. Asimismo, generan excedente, y mi impresión es que ese excedente va sobre todo a la construcción de templos para sus oficios religiosos y para los sacerdotes”.
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