Para que América Latina comprenda la Franja y Ruta
Guo Cunhai, director del Centro de Investigación de Culturas Sociales del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias Sociales de China
Un seminario sobre el diálogo entre civilizaciones entre China y América Latina y el Caribe ha acogido la presentación del libro La Iniciativa de la Franja y la Ruta y Latinoamérica: Nuevas oportunidades y desafíos, que pretende facilitar la comprensión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La agencia Xinhua informa que en el II Seminario “China y América Latina y el Caribe: Diálogo entre civilizaciones”, llevado a cabo en la ciudad de Nanjing, se ha dado a conocer esta obra, uno de sus autores, Guo Cunhai, director del Centro de Investigación de Culturas Sociales del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias Sociales de China, indicó que la versión en español se publicará en noviembre. El libro, escrito en chino, tiene prólogo del embajador argentino en Beijing, Diego Guelar (que Dang Dai publica al final de la noticia, en español), y el consejero cultural Juan Cortelleti asistió en su nombre al seminario.
El seminario se realizó el miércoles y jueves 7 y 8 de septiembre convocado por la Oficina de Asuntos Exteriores del gobierno de la Provincia de Jiangsu, el ILAS y la editorial Blossom Press del Grupo de Publicaciones Internacionales de China, coordinado por la Universidad Veracruzana (México) y organizado por la Universidad de Financiación y Economía de Nanjing. Participaron más de 100 funcionarios del gobierno, diplomáticos, empresarios, académicos, periodistas, así como representantes del organismo de difusión de cultura provenientes de 13 países latinoamericanos y China participan en este seminario.
A continuación, el prólogo en español:
La Franja y la Ruta: América Latina frente al tren de la historia
Por Embajador Diego Ramiro Guelar
El escenario mundial actual ya no es el que conocimos a finales del siglo XX y ni siquiera el que vivimos, apenas ayer, a principios del siglo XXI. Una multitud de factores determinan reacomodamientos de los actores del sistema internacional, nuevas alianzas y ruptura de viejas sociedades que repercuten en la estructura del sistema internacional mismo.
En el momento en que escribo estas líneas, asistimos a una inédita “guerra comercial” en donde China, otrora un país cerrado sobre sí mismo, ha devenido en paladín de la defensa del libre flujo comercial y financiero global. A pesar de los temores de muchos de los actores estatales y privados que han quedado involucrados en esta puja, y a pesar también del calificativo de “guerra comercial” que se ha instalado en la prensa y que personalmente uso con cierta reticencia –de ahí el entrecomillado–, soy de la opinión de que no estamos asistiendo a una batalla por la hegemonía, sino a un reacomodamiento de esa sociedad, alguna vez definida como el G-2, de los dos países líderes del escenario global actual: China y los Estados Unidos.
Este “reacomodamiento societario” es, sin embargo, un hecho coyuntural: no caben dudas de que China, ese primus inter pares de los países en desarrollo, está llamada a liderar el siglo XXI, que será su siglo, como lo fue el XX de los Estados Unidos o el XIX del Reino Unido. El hecho verdaderamente estructural que subyace más allá de la espuma de la coyuntura es ese proyecto de orden mundial que China propone para este (su) siglo; ese proyecto que se articula, qué duda cabe, en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (OBOR, por sus siglas en inglés).
Si bien el discurso oficial de la República Popular rehúsa definir a China como potencia global e insiste en su condición de país en vías de desarrollo, la iniciativa OBOR es, sin embargo, la iniciativa propia de un hegemón que, consciente de los deberes de su próximo liderazgo, ofrece al mundo una propuesta de desarrollo, un “guion” para articular sus relaciones.
Esta iniciativa está lejos de ser un simple plan para articular económicamente al nuevo-viejo centro del mundo con las periferias, va mucho más allá. China es plenamente consciente de la multidimensionalidad que el papel de liderazgo requiere, de la importancia del soft power cultural, de la necesidad de que los actores del orden mundial se conozcan y se desarrollen conjuntamente para así configurar una verdadera comunidad de intereses. Puede parecer una proposición idealista viniendo de un país tan realista como China, pero la dicotomía idealismo-realismo tal vez sea otra de las tantas que debemos repensar ahora que, desde nuestra Latinoamérica, la periferia de Occidente, nos encontramos con el nuevo papel de China.
Más allá de la teoría, no caben dudas de que esta iniciativa representa para América Latina un vergel de oportunidades de desarrollo. China es hoy el mayor mercado, banquero e inversor de América Latina. Pero a diferencia de viejos imperialismos, también es un transferente de tecnologías y know-how.
A veces, en los momentos en que me dejo ganar por el pesimismo, me pregunto si América Latina ha comprendido cabalmente la ventana de oportunidades que la alianza estratégica con China abre. Cuando leo artículos como los que componen este libro, con su multitud de perspectivas y con la diversidad de orígenes geográficos y disciplinares de sus autores, creo que sí, que América Latina está comprendiendo las oportunidades que el nuevo escenario global ofrece y la importancia de no dejar pasar, una vez más, el tren de la historia.
Mucho se ha hecho en las últimas décadas para construir esa relación que hoy une a China con América Latina y el Caribe. Cuando en 1972 mi país, la Argentina, estableció relaciones diplomáticas con la República Popular era inimaginable una relación rica y multidimensional como la que disfrutamos actualmente. La mención de China como posible socio estratégico fundamental de la Argentina hubiera resultado inverosímil para los actores políticos de la época. Creo que esta afirmación puede, lícitamente, hacerse extensiva a las relaciones de la mayor parte de los países de la región con la República Popular. Sin embargo, transcurridas cuatro décadas, se trata de un hecho consumado: China no solo es nuestro gran aliado sino una superpotencia que ha cambiado al mundo en un proceso virtuoso e inédito en la historia, así como el principal socio comercial de 120 países. La relación de América Latina con China no se agota en lo comercial, alcanza también el campo cultural, la educación, la cooperación técnica y el intercambio académico, entre muchos otros ejes.
A pesar del camino transitado, es justo decir que queda mucho trecho por recorrer. Frente a la iniciativa OBOR, América Latina se encuentra ante una oportunidad única, pero también –parafraseando el título de uno de los artículos de este volumen– ante varios desafíos. Uno de ellos, el mayor, es no caer en la vieja articulación de centro-periferia, resignándonos a un mero papel de exportadores de materias primas. Es fundamental, para poder construir una relación más justa, un proceso de comunidad de intereses real, que los países de América Latina agreguemos valor a nuestras producciones primarias, diversifiquemos nuestra oferta, orientemos nuestras producciones industriales y de servicios a nichos específicos del mercado chino, e incentivemos el intercambio tecnológico y científico como estrategia de desarrollo.
China y América Latina se encuentran frente a una oportunidad histórica para construir el período más fértil y relevante de la historia de sus relaciones. Tenemos la responsabilidad de sentar las bases para un relacionamiento estructural, profundo, maduro y de largo plazo.
Creo sinceramente que obras como esta contribuyen a esta tarea. Por eso no puedo dejar de agradecer a las autoridades de la Comunidad de Estudios Chinos y Latinoamericanos (CECLA) y, en particular, al estimado Ph. D. Diego Guo (Guo Cunhai), director y cofundador de la CECLA, por impulsar esta iniciativa; y, claro está, felicitar a cada uno de los autores que con sus reflexiones contribuyen a cimentar ese relacionamiento profundo y maduro al que aspiramos.
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