Oportunidades y desafíos
Jason Marczak es director del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council en Washington. En un artículo publicado por la revista Apertura, explica que tras el período en que las relaciones entre China y Latinoamérica se basaron en el comercio, la inversión extranjera directa se ha convirtió en “el nuevo foco de Pekín”, que en estos momento “demuestra un creciente giro hacia los servicios, la infraestructura y a la energía renovable.” El economista recomienda que “Argentina debe seguir mirando a China como socio inversionista”, apoyando la política del actual Gobierno de Mauricio Macri.
– China: fuente de oportunidades y desafíos para Argentina
Por Jason Marczak
El XIX Congreso del Partido Comunista Chino en octubre tuvo, entre otros, este mensaje central: el gigante asiático reconoce su nuevo papel de líder mundial, y lo pretende ampliar. Es un plan que ya está en marcha, y Latinoamérica sirve de testimonio. Para Argentina, y toda la región, esta estrategia mundial de China puede traer grandes beneficios, siempre y cuando se impongan ciertas directrices.
Durante mucho tiempo, las relaciones de China con Latinoamérica se enfocaban casi por completo en el ámbito de comercio. Pero últimamente, la inversión extranjera directa (IED) se ha convertido en el nuevo foco de Pekín. Las empresas chinas han invertido más de 110 mil millones de dólares en la región desde 2003, la mayor parte de esta cifra apenas en los últimos cinco años. En una reunión con líderes de la CELAC en 2015, el mandatario chino, Xi Jinping, prometió aumentar ese número a US$ 250 mil millones hasta 2025. No se prevé que tenga ninguna dificultad en alcanzarlo.
Pero quizás aún más importante que el incremento de la inversión es la manera en que cambia. Si bien la IED china en Latinoamérica se concentraba principalmente en el sector extractivo, esta nueva ola de inversiones demuestra un creciente giro hacia los servicios, la infraestructura y a la energía renovable. Un reciente informe del Atlantic Council en Washington muestra que la proporción de la IED china en Latinoamérica dirigida al sector de servicios entre 2013 y 2016 casi se duplicó con respecto al período anterior. La proporción dirigida a la energía renovable se multiplicó varias veces.
Esto presenta innúmeras oportunidades, sobre todo para Argentina, cuyo enorme potencial económico se ve perjudicado por una infraestructura que requiere modernización, y cuya seguridad energética dependerá del desarrollo rápido de fuentes de energía renovable. La inversión china está bien posicionada para atender a estos imperativos.
Sin embargo, junto con todas estas oportunidades existen riesgos que hay que tener en cuenta, pero que se puede gestionar exitosamente con las políticas adecuadas. En años pasados, con su acceso a los mercados financieros mundiales restringido y con dificultades para atraer inversiones, Argentina firmó contratos con empresas chinas desde una posición de extrema debilidad, exacerbada por la concomitante bonanza china. Muchos de estos contratos se adjudicaron sin licitación y estipularon acceso preferencial tanto para proveedores como para trabajadores chinos.
Hoy, con la recuperación en plena marcha, Argentina debe seguir mirando a China como socio inversionista – y el presidente Macri parece estar de acuerdo. Pero es importante asegurarse de negociar los términos de esta futura inversión de una manera que no perjudique a las industrias, el medio ambiente y la fuerza laboral local. Macri ya había expresado tales inquietudes con respecto a los contratos firmados en 2014 para represas hidroeléctricas en Santa Cruz y el ferrocarril Belgrano. Aunque los contratos fueron finalmente aprobados, hay cuestiones que deben ser abordadas en futuras inversiones.
Para hacerlo, es imprescindible asegurar la transparencia en cada paso del proceso. Los proyectos deben ser adjudicados a través de licitaciones abiertas e imparciales, y habrá que hacer mayor hincapié en el seguimiento y la evaluación continua a lo largo de la implementación. Este enfoque es una prioridad del gobierno actual y cobra particular importancia dado el aumento de la inversión china en Argentina y en la región.
Se puede también promulgar nuevas directrices respecto a la importación de trabajadores y el uso de mano de obra local. Brasil posee algunas de las leyes más firmes en este ámbito, lo cual no le impide atraer más de la mitad del total de IED china en Latinoamérica. Existen, entonces, opciones para que Argentina fortalezca las protecciones a su fuerza laboral sin ahuyentar la futura inversión.
Negociar mejores condiciones para la inversión china, y extranjera en general, será más fácil en conjunto con otras naciones latinoamericanas. A este respecto, la Alianza del Pacífico, con su ya amplia relación comercial con China y sus ambiciosas iniciativas para armonizar normas y estándares, representa el ideal punto de partida. El presidente Macri ya ha señalado su interés en una eventual adhesión de Argentina al bloque, y defiende firmemente una mayor integración con Mercosur.
Deliberar y negociar como frente unido aumentará el poder de negociación de Argentina y sus vecinos, y disminuirá el gran margen de maniobra que las negociaciones bilaterales le confieren a Pekín. La IED proveniente de China, con su economía única y sus millares de empresas estatales, requiere políticas y mecanismos que vayan más allá de lo normal. Al colaborar con el resto de la región, el gobierno argentino tendrá más éxito en imponer estándares integrales que no dificultan la inversión, sino aseguran la máxima acumulación de beneficios al país austral.
El presidente Xi ha previsto que China invertirá más de $100 mil millones en Latinoamérica en los próximos ocho años. Si persisten las tendencias actuales, una parte cada vez mayor de esta inversión se orientará hacia sectores estratégicos como servicios, infraestructura, y energías renovables. El fortalecimiento de estos sectores contribuirá al bienestar de la economía a largo plazo, mucho más que el sector extractivo.
De este modo, Argentina – así como sus vecinos regionales – tiene buenas razones para ser optimista. Apenas necesita reforzar las reglas de inversión para reflejar las realidades y exigencias de la Argentina de hoy. Si lo hace, su futuro luce muy prometedor.
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