Abrió en Proa la muestra de Ai Wei Wei, artista “poético y social”
Ley de viaje. Denuncia sobre el drama de los refugiados
El sábado se inauguró en la Fundación Proa la muestra Inoculación (literalmente, “en los ojos”), del gran artista chino Ai Wei Wei, y su primera en Argentina. Un acontecimiento de los más espectaculares del año en materia artística. Antes de su apertura al público, que seguramente asistirá en forma masiva durante toda su permanencia, hasta abril de 2018, hubo un recorrido exclusivo para prensa y especialistas en arte y Dang Dai estuvo presente a través de la artista y docente Gabriela Larrañaga, quien en la última edición impresa escribió una semblanza de Ai Wei Wei que se publica al final de esta crónica.
El brasileño Marcello Dantas, curador de la muestra y amigo del artista chino, y Adriana Rosenberg, directora de Proa, se encargaron de presentar a la prensa esta inigualable exhibición de Ai Wei Wei, quien vino a Argentina a mitad de año para ver, como “arquitecto autodidacta”, las instalaciones del lugar y pensar cómo sería Inoculación. En aquella oportunidad, Ai Wei Wei recorrió también el Parque de la Memoria, la Villa 31, el Muntref y otros lugares. Además de Argentina (adonde quizá -pero es apenas un rumor- podría regresar en enero de 2018), el artista chino contestatario estuvo en Brasil y Chile, que lo seduce especialmente porque su padre, un gran poeta, era amigo de Pablo Neruda.
“Él mismo –dijo Dantas a Dang Dai y a los medios presentes, mientras mostraba las obras exhibidas- es sobre todo un poeta, como su padre. Su arte, además, está hecho en conjunto con otros. Hay un fuerte vínculo con la gente. Hay en él acción poética y social”. En tal sentido, contó que una de las más famosas, incluida en Inoculación, “Semillas de girasol”, se hizo con piezas de cerámica que trabajaron miles de personas de una misma villa china, que se puso completamente a trabajar con la dirección artística de Ai. “Él movilizó a todo un pueblo para esta gran obra artística”, dijo.
En los distintos pisos de Proa, en el barrio porteño de La Boca, está por ejemplo la obra en tres pasos y sendas fotos en 3D de ruptura de un jarrón antiguo, que quiso armar con piezas de LEGO que esa empresa no cedió, por lo cual también se armó con donaciones de piezas de muchísimas personas que, así, participan de una obra artística y a la vez social, comunitaria.
La entrada de Proa, frente al Riachuelo, con las bicis de Ai Wei Wei
Hay un mapa de China hecho sobre ramas de diversos árboles que muestran, para Ai, la diversidad cultural y natural de su país; también su obra sobre bicicletas, en la entrada de la Fundación, sobre la calle, y “cajas chinas” a través de cuyos agujeros se pueden ver las diversas fases de la Luna. Y en el piso superior, la obra que más trabajo costó montar, una patera, homenaje al drama de los refugiados que en esas precarias embarcaciones huyen de guerras y hambrunas en busca de mejores horizontes, muchas veces muriendo en el intento. Está hecho como bote inflable de color negro, como si fuera un pelotero gigante, para cuyo complicado traslado desde Alemania a Argentina colaboró la Embajada germana (Ai Wei Wei reside muchos meses por año en Berlín). La obras se hizo especialmente para Proa y se llama Ley del Viaje (Prototipo B). Técnicamente, es un inflable en PVC reforzado de forma de bote con 51 figuras a bordo, de 300x1600x560 cm.
“Ai Wei Wei es un artista y un poeta con gran capacidad de trabajo, de hecho está haciendo varias cosas al mismo tiempo y por eso no pudo venir a Buenos Aires a esta inauguración. Entre otros proyectos tiene uno de formar una base de sus trabajos para Sudamérica en Brasil”, dijeron los organizadores.
Y Dantas comentó finalmente que el nombre de la muestra deriva de Ai Wei Wei cree que este es un tiempo de emergencia y acción y que deberíamos llamar a las cosas por su nombre, sin metáforas: En tus ojos.
Inoculación estará abierta en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, hasta el 2 de abril de 2018.
Ai Weiwei por Gabriela Larrañaga (*)
“La elección de ser artista en China es política”
El artista chino Ai Wei Wei nació en Beijing en el año 1957. Su padre, Ai Qing, fue uno de los poetas más destacados del siglo XX, acusado de intelectual derechista por el gobierno de Mao Zedong y desterrado, primero al nordeste del país y posteriormente a la región musulmana de Xinjiang, en el oeste. Ai Wei Wei heredó de su padre el deseo de batallar toda su vida por la justicia.
Estudió en la Academia de Cine y fundó el grupo de arte vanguardista Star, comprometido también políticamente, con el que nunca dejó de colaborar. Completó sus estudios en Nueva York en 1981, en donde se contactó con el arte conceptual, el minimalismo, el arte pop y se dejó influir por artistas como Marcel Duchamp o Andy Warhol,orientando su obra hacia un arte que no esté sustentado únicamente en las habilidades visuales o técnicas y que, sin desprenderse de la tradición china, la utilizará como herramienta de crítica social. Un ejemplo de esto es la pieza “Vasija de la dinastía Han con el logotipo de Coca-Cola”, de 1995, un objeto milenario intervenido por el logo de un producto occidental masivo.
En 1993 volvió a Beijing porque su padre estaba enfermo. Allí creó un barrio de artistas emergentes y publicó un libro clandestino sobre esta nueva generación de creadores. Es reconocido en el mundo por su talento e infatigable lucha política, férreo defensor de un arte que no sea para pocos. Estuvo preso 81 días en el año 2011 y por cinco años no pudo salir de su país.
Es ,fundamentalmente, un artista conceptual, con innumerables intervenciones en los medios sociales, de impactantes intervenciones, obras de arte apropiacionistas basadas en objetos y heredero de la tradición vanguardista en la utilización del Ready-made. Ha trastocado el uso de los objetos y su significado con la idea de desmontar el orden establecido. Rebelde e irónico, se ha ganado la fama de ser un artista revulsivo. Ha realizado denuncias al régimen desde su blog que finalmente fue censurado y durante su encierro lo convirtió en un especie de reality show al montar en su casa de Beijing (vigilada por 20 cámaras) cuatro más para transmitir en vivo todo el día, utilizando la lógica del Estado, o subiendo a la red YouTube el irónico video que realizó a partir del masivo hitGangnam Style.
Estas operaciones de arte contemporáneo son utilizadas inteligentemente por el artista como modo de poner de manifiesto su denuncia política, sus críticas al gobierno de Xi Jinping y a su vez como forma de interpelar la función del arte. De todos modos su arte se observa en la propia china en obras oficiales, como las de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
Su irrefrenable capacidad de trabajo, gestión de proyectos y realización,produjo una valiosa y profusa cantidad de obras, todas de una realización precisa y de alto impacto. Inevitablemente provocan en el espectador un efecto para nada contemplativo, más bien de conmoción: propone activamente un vínculo reflexivo orientado a desplegar una maquinaria de asociaciones materializando una metonimia entre los componentes simbólicos de la tradición china y las marcas culturales del arte occidental.
En ese sentido es que entre tantas producciones, me interesa poner de relieve la serie de tres fotos en blanco y negro realizadas en 1995, en donde registró en tres pasos una acción simple de alto riesgo, dejando caer y finalmente rompiendo un jarrón de la dinastía Han (202 a. C. -220 d. C.)
Este acto artístico permite establecer un vínculo con la noción de “profanación”, concepto que desarrolla Giorgio Agamben, aludiendo a la restitución a los hombres de lo sagrado y por tanto originalmente separado de ellos. Es una concepción distinta de la noción de uso y con la que “el juego” está estrechamente vinculado, entendiendo el profanar como un acto contra lo dado. La profanación implica una suerte de neutralización de aquello que se profana. “La profanación desactiva los dispositivos del poder y restituye al uso común los espacios que el poder había confiscado”(1)
Actualmente, se está presentando en el Trade Fair Palace de Praga la instalación“La ley de viaje”, una obra monumental sobre el drama de los refugiados. Se trata de una gigantesca patera de 70 metros y 258 figuras inflables. En esta instalación, el artista hace un llamado a despertar al mundo occidental; declara y señala su preocupación moral sobre la condición humana actual para volver a repensar el sentido de los derechos humanos y de cómo una sociedad puede sobrevivir ignorando el tremendo drama de los refugiados en una tragedia que se repite una y otra vez.
Su primer retrospectiva en América Latina se inaugurara el próximo 18 de noviembre en la Fundación Proa de La Boca donde presentara algunas de las instalaciones más reconocidas como “Semillas de Girasol” (100 millones de réplicas de semillas de girasol manufacturadas en porcelana por artesanos chinos pintadas a mano). A Wei Wei afirma: en China la elección de ser artista es política. La experiencia de caminar sobre esta alfombra de semillas abre interrogantes acerca de la individualidad, el capitalismo disfuncional y la despersonalización, entre otros.
El artista chino presentará además una obra site-specific realizada luego de haber visitado hace unos meses Buenos Aires para conocer el espacio de exhibición y ponerse en contacto con la ciudad. Esto me genera un nuevo interrogante: ¿con qué propuesta nos interpelará Ai desde el contexto social y político actual de la Argentina?
(1) Agamben, G., Profanaciones, p.102, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 4ta. Edición
(*) Artista plástica y docente de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Este artículo se publicó en el Número 20 de la revista impresa Dang Dai.
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