Dos países muy lejanos, dos culturas diferentes
En la última edición impresa de Dang Dai -que esta tarde a las 18 horas se presenta en la Universidad de Congreso / Casa de la Cultura China, Callao 150, CABA- publicamos una nota sobre las dificultades y trabas que asoman en las negociaciones entre Argentina y China (por idioma, diferencias culturales, de protocolo, de normas, etc.). En ese informe colaboró la especialistsa Dafne Esteso, del Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos de China. Aquí publicamos su versión completa con el trasfondo de lo firmado entre el actual gobierno de Mauricio Macri y el chino de Xi Jinping.
–Por Dafne Esteso
Los presidentes Mauricio Macri y Xi Jinping se vieron dos veces en 2016. Macri puso un tono más conciliador que sus anuncios de campaña, al mismo tiempo que eran en un tenor menos triunfalista que cuando recibió en marzo de ese año a Barack Obama, quien se despedía de Latinoamérica luego de haber iniciado las negociaciones para el levantamiento al bloqueo hacia Cuba. Con su par chino, Macri se reunió por primera vez en un encuentro de menos de media hora en la Cumbre de Seguridad Nuclear en Washington y una segunda vez en la ciudad china de Hangzhou, en el contexto de la Cumbre del G20.
El tercer encuentro entre Macri y Xi, en la que fue la primera visita oficial del presidente argentino de esta gestión a China, en mayo de 2017, se dio continuidad al denominado Acuerdo Marco – que fuera ratificado por el congreso nacional bajo la ley nacional 21.122- y al establecimiento de la “Asociación Estratégica Integral”, que establece un vínculo entre ambos países no solo económico estratégico sino también en materia militar, financiera, cultural, deportiva, educativa, sanitaria y tecnológica. Allí, ambos mandatorios promulgaron el Plan Integrado que define la lista de “intención” de proyectos de cooperación de infraestructura prioritaria. Con ello, la actual administración parece haber confirmado el rumbo iniciado por la gestión de los ex presidentes Néstor y Cristina Kirchner. Es que, pese al intento de “recomponer” y reorientar la vieja alianza orientada hacia el norte, Unión Europea y Estados Unidos, perdida durante doce años, es muy difícil darle la espalda al gigante asiático. El anuncio había sido el de que las relaciones no iban a estar ancladas en “pocos socios” (China, Rusia y los países del ALBA). En ese sentido, la Subsecretaria de Asuntos Globales en un seminario realizado en la UBA caracterizó la política exterior del gobierno de Macri bajo tres ejes. Uno, la mejora de la imagen de Argentina a nivel mundial. Dos, la voluntad del actual gobierno nacional de equilibrar las relaciones con los socios tradicionales, léase el eje norte (EEUU y Europa). Por último, la consolidación de una agenda positiva a partir de valores compartidos. Hoy, a casi 2 años de gestión macrista, en realidad lo que parece suceder es más bien un cambio de estilo pero no una ruptura o discontinuidad respecto de la administración Kirchner hacia China, como parecía que sucedería según los enunciados de la campana o de los primeros meses de gobierno. Se busca, según sostuvo la ex canciller Susana Malcorra, no solo sostener la relación sino además profundizarla. La estrategia, en general hacia el sudeste asiático, está poco definida. En ese sentido, no existe una clara dimensión por dónde pasan los asuntos globales en la actualidad.
Efectivamente, sea el tinte político que fuere, la negociación con China es, al menos, diferente a la que los policymakers y gestores en la función pública y privada están acostumbrados, esto es, el vínculo con el eje norte o en el ámbito regional del Mercosur. El compromiso, plasmado en los sucesivos acuerdos, no fue una empresa sencilla. Actualmente. “Hay un programa ambicioso de inversiones chinas”, dijo a fines de marzo el embajador argentino en Beijing, Diego Guelar. La barrera cultural, además del peso específico del gigante asiático, está presente a la hora de negociar y enunciar las intenciones y objetivos. El idioma es el principal obstáculo que los actores, en su conjunto, identifican. Pese a que ambas partes hablan en inglés, muchas veces la contraparte china prefiere hacerlo en chino y español. Los encuentros en las negociaciones incluyen traductores chinos que hablan español y son contratados por las empresas que se encuentran radicadas en Argentina.
El idioma y el lenguaje gestual no son las únicas barreras para hacer negocios. El desconocimiento de leyes y del sistema tributario, en un marco poco regulado es una barrera adicional que Horacio Cepeda, especialista en Política Industrial y Negociaciones Económicas Internacionales y ex jefe de Gabinete del Ministerio de Industria, destaca. Esto es un obstáculo que se acrecienta frente al cambio de normativa que el federalismo argentino le habilita a las provincias. En conjunto, el sistema de normas se presenta como “poco creíble” ante la perspectiva china. En ese sentido, el ex funcionario recalca que los empresarios chinos están acostumbrados a la presencia del estado central chino en las negociaciones, elemento de gran ausencia en nuestro país.
“Yo tuve que aprender. La relación en términos de negociación es novedosa”. Esto afirma el actual subsecretario de Energía Nuclear, Julián Gadano, quien lleva adelante la negociación de los contratos comerciales iniciados por la gestión anterior para la construcción de dos plantas de energía nuclear. La cuarta será adyacente a Atucha II y la quinta será llave en mano utilizando tecnología 100% china. Iba a ubicarse en la provincia de Río Negro pero luego el gobierno local deshizo su intención por reclamos ambientales. “La corriente cognitiva entiende que no solo hay intereses a la hora de negociar sino también cuestiones culturales. A los chinos, les gusta invitar a comer, tomar vino, cerveza, es decir, generar el clima de confianza”, sostiene el subsecretario. La relación de amistad y la confianza interpersonal son, efectivamente, el primer paso para iniciar la negociación. Para trabajar con los chinos, la “confianza” es el elemento más fundamental. El pueblo chino cree que la relación comercial a largo plazo no puede establecerse sin confianza. Por el contrario, los occidentales, especialmente los estadounidenses, son capaces de separar las relaciones de negocios de las relaciones personales, y también son capaces de hacer negocios con los que no confían.
En ese sentido, consultamos al economista Gustavo Girado sobre la cuestión temporal en la instancia de negociaciones. “Confucio es uno de los tantos ejes que los chinos incluyen en las negociaciones y también forma parte del estereotipo y del cual los orientales también se aprovechan. Una negociación puede ser uno de los mejores terrenos, el más occidental posible, y que por eso China muchas veces juegue con tiempos largos porque saben que el mundo entiende que ellos juegan a largo plazo. Es un juego. Hay parte de verdad, hay parte de estereotipo y hay parte que es profundamente cabal y sentida. En todo caso, siempre hay que tener en cuenta que el tiempo corre a favor de los chinos.”
Un funcionario de la actual administración que interviene en las negociaciones con empresas chinas para la implementación de los proyectos acordados en el Plan Integrado sostiene que “la manera de negociar con los chinos es diferente a un europeo, en la que siempre te llevas algo de alguna reunión. Con ellos no pasa lo mismo pero sabes que a la larga vas a cerrar. La voluntad y compromiso de ambas partes está y sabemos que es un win-win. Los negocios con los chinos se construyen con una mirada a largo plazo. Mientras que con un europeo primero se hacen los negocios y después se construye la amistad, de modo de sellar el acuerdo. Con los chinos es al revés.”
Por otro lado, cabe mencionar que en la escala temporal china, su proceso de Reforma y Apertura –fines de los ´70- es reciente. Y para alguno de los consultados, existen situaciones en las que esto queda evidente. El nivel de desarrollo chino es de alta composición tecnológica, sin embargo, explica Gadano, “CNNC (China National Nuclear Corporation) es una empresa worldclass pero que no está acostumbrada a negociar internacionalmente”. En ese sentido, Argentina y el Reino Unido son los primeros clientes que, en materia nuclear, esta entidad china tiene.
El idioma, el lenguaje gestual y concepción temporal no son las únicas barreras para hacer negocios. El desconocimiento de leyes y del sistema tributario, en un marco poco regulado es una barrera adicional que Cepeda también destaca. Esto es un obstáculo que se acrecienta frente al cambio de normativa que el federalismo argentino le habilita a las provincias. En conjunto, el sistema de normas se presenta como “poco creíble” ante la perspectiva china. En ese sentido, el ex funcionario recalca que los empresarios chinos están acostumbrados a la presencia del estado central chino en las negociaciones, elemento de gran ausencia en nuestro país.
Conclusiones
La proyección internacional política y económica de China es apabullante y pese a que la estrategia de negociación sea ganar-ganar, sucede que por el peso específico de China, hay poco espacio de maniobra para nuestro país, en tanto economía emergente y cuya balanza comercial respecto de China es deficitaria y de escaso valor agregado. Después de las estrechas relaciones que tejieron los Kirchner con el gigante asiático el hijo de Franco Macri, socio de empresas chinas en varios negocios, no pudo más que continuar esa sintonía y reforzar entre otros el swap de monedas con el Banco Central argentino, que acumula al día 20% de sus reservas en moneda china.
En el vínculo bilateral ha habido ajustes muy moderados hacia China, más bien cierto retraso y posterior profundización de lo iniciado por la gestión anterior. Aquí podemos identificar la dimensión estratégica global que incidió, esto es, el resultado de las elecciones en EEUU que dio por ganador al poco previsible Donald Trump. Efectivamente, la flamante “reinserción” en el mundo, es decir, la resolución del conflicto con los fondos buitre, es a un alto costo y como explica Girado, “Argentina no parece estar más fuerte que antes porque ahora tiene una deuda que es del doble que tenía cuando Macri asumió”. En ese sentido, el espacio que China ocupa en tanto líder global con el ascenso de Trump, en materia de apertura, es importante y Argentina, aun cuando la distancia geográfica es soberbia, puede aprovecharlo. En palabras del especialista, “mientras China toma caminos bastante previsibles, con una actitud como hegemón en los organismos multilaterales muy precisa, clara y explícita, del otro lado, en cambio, Estados Unidos resulta menos previsible y no se puede saber hacia dónde va. Ha asumido el poder ejecutivo una persona sin antecedentes en la política internacional”. China tiene mucho que decirle al mundo, en un lenguaje que aún nos resulta ajeno.
Particularmente, Argentina ha decidido ser anfitrión de la vidriera al mundo que China quiere mostrar con la construcción de las centrales nucleares, una de ellas con tecnología 100% china. La instalación de la estación espacial de observación china –la primera fuera de su país- dentro del Programa Nacional de China de Exploración de la Luna y Marte de la Comisión Militar china también es parte de la política geoestratégica china. Ubicada en el corazón de la Patagonia, en el punto extremo opuesto de China, la estación forma parte de la carrera espacial cuyo acceso hoy se encuentra bloqueado por decisión de EEUU, pero para 2022, será la única estación espacial en funcionamiento. Más allá de los debates mediáticos, la decisión de la actual administración de darle continuidad da cuenta de la profundidad que se le da a la relación bilateral.
Por su parte, OBOR (One Belt, One Road), la iniciativa “Una Franja, Una Ruta”, o el “nuevo Plan Marshall”, como mencionan algunos analistas, merece una mención especial ya que representa una oportunidad y un desafío para nuestro país. No es un dato menor que la primera misión oficial del actual mandatario argentino haya sido en marco de esta invitación. La propuesta incluye trenes modernos de alta velocidad así como una ruta marítima, en la que incluye a América Latina, lo que posicionará a China como exportador de alta tecnología a escala global, invirtiendo en los países emergentes en materia de infraestructura, que son necesarios para nuestro desarrollo. Su objetivo es doble. Por un lado la obtención de recursos combustibles, minerales y alimentos, que son los suministros e insumos que China necesita para la escala de desarrollo que se propuso y, por otro, un posicionamiento estratégico a nivel global como proveedor de estos bienes, colocando a la potencia asiática como comandante del proceso globalizador. Por ello, es necesario un cambio en la perspectiva del empresariado local y del sector estatal a todos los niveles (federal, provincial y municipal) que aún -tal vez por aislamiento -perciben a China como amenaza y no como oportunidad.
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