Los desafíos asiáticos
“China representa 50% del PBI de toda Asia. Por lo tanto Asia también (igual que Argentina, que Europa, hasta que Estados Unidos en algunas áreas) se enfrenta al problema de las asimetrías con China. Además China ya disputa a Japón el rol de principal inversor del Asia. Por eso en general puede advertirse que muchos de esos países quieren recibir crédito chino, quieren sumars al proyecto Una Franja, Una Ruta, pero se resisten a ver una Asia sinocéntrica“, dijo el historiador y periodista Néstor Restivo durante la II Jornada Iberoamericana de Estudios Chinos. En Leer más, su conferencia completa.
II Jornada Iberoamericana de Estudios Chinos
Conferencia “Los escenarios que abre la Nueva Ruta de la Seda”
La Plata, 26 de octubre de 2017
Lic. Néstor Restivo (*)
En el discurso del presidente de China y reelegido secretario general del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, en el XIX Congreso partidario que acaba de cerrar y en el cual no sólo consolidó su poder sino que ya comienza a hablarse de una tercera era de la República Popular China (al nivel de las anteriores de Mao Zedong y de Deng Xiaoping), Xi nombró especialmente la Nueva Ruta de la Seda, One Belt, One Road (en adelante, OBOR) o Una Franja. Una Ruta.
Entre las resoluciones del XIX Congreso se menciona: “…promover la Iniciativa de la Franja y la Ruta” en los Estatutos partidarios, así como la inclusión en ellos de nuevas normativas del Pensamiento Xi, que se coloca a la altura de lo que fuera el “Pensamiento Mao”.
OBOR es sin duda la política exterior más ambiciosa de Xi y de la actual República Popular China. Y en una etapa donde la articulación de China con el sistema mundial vuelve a estar, luego de décadas, en el centro del interés geopolítico mundial. China ya no puede seguir la premisa de Deng de “no dejarse ver” o de tener “bajo perfil” en la arena mundial hasta que llegara su momento. El momento llegó y está en la hora de que su poder, y la responsabilidad que de él emana en torno a los problemas de la gobernanza global, son indisimulables. Además de las reformas internas, también extremadamente ambiciosas, la postura externa de Beijing es lo que interesa en esta II Jornada Iberoamericana de Estudios Chinos, cuyo eje temático ha sido a lo largo de todo el día de hoy la Franja y la Ruta.
Como se ha dicho en las distintas ponencias, hay varias razones de esta iniciativa. Sinteticemos diciendo que hay al menos tres, las más importantes en mi opinión.
A) de integración y desarrollo económico hacia el Occidente chino (en su política de Ir hacia el Oeste que ya lleva varios años, y que va extendiendo su desarrollo desde la costa al centro y ahora a su extremo occidental), y esa integración y desarrollo económico ahora traspasa la última frontera, la de Xinjiang, región con un alto porcentaje de población musulmana y en ocasiones problemática para Beijing, y se interna al Asia Central. Llega a Europa, a África y más allá potencialmente.
B) vinculada a lo anterior, hay razones de seguridad. Hablamos de un Asia Central donde operan el terrorismo, el separatismo y el extremismo religiosos. Y donde llegan las amenazas de grupos como Al Qaeda, Estado Islámico, el Talibán o el Movimiento de Liberación del Turkistán Oriental.
C) finalmente, en el mediano y largo plazo China puede tener comprometida su tradicional vinculación con la economía mundial, es decir con los recursos naturales que necesita para su desarrollo, y como mercado para sus productos de exportación, por la vía del Pacífico, dada la perspectiva de rivalidad de disputa hegemónica con Estados Unidos. Las tensiones en el Mar del Sur de la China, la creciente presencia naval de EE.UU. y sus aliados en la zona, los conflictos potenciales en el área (disputas de soberanía, Corea del Norte, el asunto Taiwán, el paso estratégico del estrecho de Malacca, etc.) hacen que China, más allá de que también se pertreche militarmente -aunque su capacidad es muy inferior aún a la de EE.UU.-, necesita, por Occidente y ya no o ya no sólo por Oriente, una vía alternativa a sus canales de suministro.
Todo eso y mucho más es la Nueva Ruta de la Seda, un proyecto de conectividades terrestres y marítimas de envergadura gigantesca y que alumbra o se articula con una nueva constelación de instituciones, como el Fondo que la nutre y nutrirá, el Banco Asiático para la Inversión en Infraestructura (BAII), y también articulando otros espacios que China promociona, de los cuales participa o que fogonea como sus acuerdos con ASEAN (naciones del sudeste asiático), los BRICS y su propio Banco de Desarrollo, la Organización de Cooperación de Shanghai, el Foro APEC de Asia Pacífico, el acuerdo “16 más 1” entre China y países del este europeo, que aquí no conocemos mucho pero es muy interesante, los acuerdos bilaterales con Rusia o finalmente la Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), que -caído el Acuerdo Transpacífico TPP por defección de Estados Unidos- vuelve a tener mayor auge.
Asia es el primer círculo de interés. Por eso nos concentraremos sobre todo en las tensiones que allí se presentan, y a las que habría que sumarle iniciativas que comienzan a emerger como alternativas a OBOR, en especial una que trabajan Japón y la India. O sea, que puede haber “varias” nuevas rutas de la seda en el futuro inmediato.
Para introducirnos en China y Asia. Veamos los resultados del más reciente registro (2017) de Pew Research Center sobre la imagen de China versus la de EE.UU. (el estudio incluyó a Rusia pero aquí interesa China).
La opinión que hay en Argentina “favorable” a China es de 41 puntos contra 35 que tiene, en cambio, Estados Unidos. De todos los países relevados en ese sentido en América Latina, sólo Colombia favorece al país norteamericano por sobre el asiático. En cambio, en la periferia de China ocurre al revés: la mayoría de las naciones tiene mejor imagen de EE.UU. que de China.
Según Pew Research Center, en Europa, China sale parejo: en Holanda, España y Grecia su imagen supera a la de EE.UU. y en el resto mayormente empata, salvo en tres países: Italia, Hungría y Polonia, donde la imagen estadounidense es mejor que la de China.
Pero detengámonos en Asia, porque es donde transcurre y transcurrirá en especial la Nueva Ruta de la Seda, aunque OBOR llega a Europa (ya hay trenes de carga ida y vuelta que conectan China con Alemania, España y Gran Bretaña – justo llegó el primero tras el Brexit, un timing perfecto), el primer círculo de interés chino en su estrategia es Asia.
Salvo Indonesia (sumemos a Australia, en Oceanía), donde China tiene mejor percepción de la población, en India, Filipinas, Vietnam, Corea del Sur y Japón (estos dos últimos hay otras razones post-segunda guerra mundial y nuevo orden geopolítico luego de 1945) el imaginario sobre China no es bueno. Es decir, es al revés que en América Latina, donde la prédica “antiamericana” o “antiimperialista”, salvo en Colombia, como dijimos, hace que EE.UU. no tenga buena imagen. En Asia pasa lo mismo, pero con China.
En Medio Oriente, adonde también llega Una Franja, Una Ruta, Tunez, Líbano, Jordania y Turquía tienen mejor consideración de China que de EE.UU. Por supuesto, el cuadro es inverso en Israel. Y en África también es mayoritario el conjunto de países que tiene mejor imagen de China que de EE.UU. América Latina ya dijimos.
¿Por qué esta introducción? Porque queremos detenernos, más que en los beneficios de OBOR y sus características, que se vieron a lo largo de toda esta Jornada, en las tensiones que puede producir en el entorno natural chino, es decir el Asia.
OBOR atraviesa países poderosos, con sus propios intereses, entre ellos Rusia, hasta ahora cooperando con China, o India, que ha manifestado la mayor inquietud y con la cual hubo una reciente escalada de tensión militar en el pequeño territorio de Doklam, en la frontera que ambos comparten con Buthan, un espacio que estrangularía o directamente partiría a India si se complicara. Acaso los acuerdos que están madurando los gobiernos de los primeros ministros Narendra Modi de India y de Shinz? Abe de Japón son una respuesta a la disputa con China.
Hay también recelo de otros vecinos de la región, como Vietnam o Singapur.
India y Singapur, por ejemplo, no participaron del lanzamiento oficial de OBOR en mayo pasado, cuando viajaron varios jefes de Estado, entre ellos dos de América Latina, Mauricio Macri de Argentina y Michelle Bachelet de Chile. Ya diremos algo al final sobre América Latina y OBOR.
Volviendo a la periferia china, que como señalamos es el primer círculo del regreso chino a ser un poder global. Hoy China crece ya no al 10% anual pero este 6.5% de expansión de su PBI es, en términos relativos, más agregado de valor que antes el 10%, porque ahora hablamos de un Producto superior a los 12 billones de dólares, casi diez veces el de la era Deng y sus primeros sucesores. Para Asia, ello supone 50% del total del PBI regional. Por lo tanto Asia también (igual que Argentina, que Europa, hasta que Estados Unidos en algunas áreas) se enfrenta al problema de las asimetrías con China. Además China, también como en muchos otros países del mundo, es un gigantesco inversor. Ya disputa a Japón el rol de principal inversor del Asia. Por eso en general puede advertirse que muchos de esos países quieren recibir crédito chino, pero se resisten a ver una Asia sinocéntrica, como señala Tom Miller en un libro de aparición reciente, China’s Asian Dream.
Siguiendo ese texto, digamos someramente que:
Con Rusia. Si bien muchos países de la zona están hoy económicamente más vinculados a China, militar y culturalmente lo están con Rusia. A pesar de acuerdos bilaterales, Rusia y China tienen sus propios intereses. No necesariamente son aliados siempre, la relación Xi-Vladimir Putin sería más bien pragmática y táctica. OBOR pasa por varios países ex Unión Soviética.
Con Laos, gobernado por un régimen comunista, hay buena llegada y valoran la ayuda china. Laos, en los ataques de EE.UU. entre 1964 y 1973, cuando murieron 350.000 personas, “recibió” más bombas que toda Europa en la II Guerra Mundial. No es difícil entender por qué es más amistoso con China.
Camboya también depende mucho del crédito chino. Myanmar, en esta nueva etapa más democrática, antes con la dictadura China era el único aliado, China también apoya pero hay más tensiones. Hay sentimientos antichinos como los hay en Vietnam, por razones históricas. En Vietnam ha estado recientemente el presidente Xi y hasta habló en la Asamblea nacional, algo nada habitual. La agencia Xinhua informó que hubo una “calurosa” recepción de los legisladores. Pero testigos dijeron que fue más bien silenciosa. Aún así, China otorga créditos necesarios a Vietnam, cuyo PBI (menos de 200 mil millones de dólares) es menor al de provincias chinas vecinas, como Guangxi o Yunnan (ambas, por arriba de 270 y 220 mil millones respectivamente).
Vietnam tuvo además antiguas guerras con China (y la última, en 1979), como India (1962). Con este país, India, como dijimos, hay tensiones si bien Modi y Xi comparten el BRICS y otros acuerdos y han tenido bilaterales. Pero el avance de China en lo que se llama “cadena de perlas” (string of pearls) con islas y arrecifes, inquieta al gobierno indio. También a India le preocupa la relación China con Sri Lanka pero más especialmente, una de las obras de OBOR que es el camino desde China hasta las ciudades/puertos de Karachi y Gwadar en Pakistán, un rival estratégico de India. (Ese puerto es clave para China por lo que señalamos de rutas y puertos alternativos para China, en lugar de los del Pacífico). Acá China está invirtiendo en total 46 mil millones de dólares. Justamente Pakistán es un aliado de China.
O sea, hay mucho para crecer con OBOR, grandes inversiones comprometidas, una gran apuesta china y, si se concreta, podría ser de grandes beneficios para la economía euroasiática, se vuelve a hablar de Eurasia, y global. Pero más allá de todo lo que pone China para avanzar en ese terreno no será sencillo. Aunque, como casi todo lo que hace China, suele cumplirse a la larga.
Finalmente, una consideración sobre América Latina
Aunque hay otros “sueños” a más largo plazo (un tren bioceánico que pase por el estrecho de Bering y conecte Asia con América, otro canal en Centroamérica alternativo a Panamá, o corredores viales o ferroviarios del Atlántico al Pacífico, o nuevo puertos que conecten, etc.), el proceso hoy se ve distante sobre todo por la interrupción de los propios procesos integracionistas que habían empezado a encarar, aun con sus déficit e inconsistencias, muchos gobiernos latinoamericanos desalojados del poder en los últimos años.
Aunque países como Argentina ya pidieron sumarse al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, aunque Brasil es parte del BRICS y aunque China y la CELAC tienen además un mecanismo de diálogo (donde China va con una estrategia clara y nuestra región muy dispersa y poco preparada), la conectividad latinoamericana con la Eurasia repotenciada es todavía difícil de imaginar.
Y varios de los países que recibirán las inversiones de la Nueva Ruta de la Seda compiten con América Latina en materia de suministro a China de energía, minerales, algodón y alimentos, otro tema a considerar. Por ejemplo, países de Asia Central fuertes en minería (Kazajistán), algodón (Uzbekistán) o en el Este europeo con agroalimentos (Ucrania), que son sectores económicos competidores directos de potenciales ofertas argentinas (y latinoamericanas) al mercado asiático, si avanza OBOR serían más difícil de colocar en China y su entorno, porque esos países quedarían mejor posicionados.
Como quiera que sea, teniendo en cuenta los desafíos que enfrenta Occidente en su economía (bajo empleo o empleo precario, bajo nivel de actividad, predominio brutal y rapaz del capital financiero, inequidad social, etc.) y en sus sistemas políticos (crisis de representatividad y de legitimidad de sus gobernantes), entendemos que Asia Pacífico seguirá siendo por mucho tiempo el mayor y más dinámico campo de avances económicos y quizá políticos. Y en ese escenario será clave ver cómo avanzan Una Franja Una Ruta y otras formas de integración y desarrollo alternativos a lo que hemos conocido de este lado del mundo, sin mejores resultados, durante las últimas décadas.
(*) Licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Estudios de posgrado en Georgetown University, EE.UU. Codirector periodístico de Revista Dang Dai / Universidad de Congreso. Integrante del Grupo de Trabajo sobre China en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales / CARI. Autor, entre otros libros, de China: el aliado inesperado. Presente y Futuro de las Relaciones entre Argentina y la República Popular China (Ed. de Universidad de Villa María, Córdoba, 2015) y coautor de Todo lo que necesitás saber sobre China (Paidós, Buenos Aires, 2016). Ha sido profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y como periodista se ha desempeñado en numerosos medios como Clarín, The Buenos Aires Herald, Prensa Económica, El Periodista, Terra, etc. Actualmente, además de dirigir Dang Dai, es columnista en Radio Nacional, Radio Cooperativa y colaborador de Página 12.
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