Consejos para el presidente
Escribe el consultor y analista José Bekinschtein para Dang Dai, acerca del viaje de Macri y lo que le sugiere decir a los chinos: “Necesitamos empresas chinas que inviertan en nuestro propio proceso de transformación. Y también necesitamos que los líderes del Gobierno y del Partido (chinos) entiendan también nuestro derecho y nuestra voluntad de generar las bases económicas para un desarrollo integral de nuestra economía y nuestra sociedad, tal como ustedes mismos lo han venido haciendo. No planificando autoritariamente. Con una amplísima utilización del mercado como instrumento de asignación de precios y de recursos. Pero también con una visión estratégica que oriente las decisiones de política no sólo en base a los precios de hoy, sino sobre todo teniendo en cuenta la visión de qué queremos para nuestras naciones en cinco, diez o veinte años”.
–Qué podría decir en China el Presidente Macri. Un “machete” con notas sobre la relación de China con Sudamérica y la Argentina.
Por José Pepe Bekinschtein
El comercio entre China (incluyendo Hong Kong) y la Argentina en los últimos cinco años ha estado en el orden de los 16 mil quinientos millones de dólares anuales, de los cuales 5 mil quinientos millones de exportaciones argentinas y 11 mil millones de importaciones desde China. El déficit acumulado en el quinquenio suma así 26 mil quinientos millones de dólares, poco menos que
el total del balance comercial total de la Argentina en el período.
Como existen divergencias entre las cifras de la Aduana argentina y las originadas en las Aduanas chinas, también se puede hacer el mismo análisis tomando esta última fuente: en este caso el déficit comercial se reduce a 13 mil millones de dólares en el quinquenio, sobre cifras parecidas, 15 mil millones de comercio anual.
Pero más allá de los resultados del comercio hay grandes asimetrías en la importancia relativa de ambos países en sus respectivos mercados y en el perfil del intercambio.
Existen entre ambas partes lo que podemos llamar asimetrías “dadas” y asimetrías simplemente “aceptadas”. Entre las primeras, dimensiones físicas, territoriales, de población, tamaño de la economía. Las otras son construidas por la historia y por la política.
Por eso mismo son potencialmente modificables, en función de decisiones y acciones precisamente, políticas. Entre ellas, por ejemplo, las disimilitudes entre la importancia relativa del comercio entre ambos para China, menos del 0, 6% de su comercio total y para la Argentina, casi el 20% de su comercio total.
¿Cuán importante es el mercado argentino para las exportaciones chinas?
Participación como destino de las exportaciones de China (acumulado 2011-2015)
Mercado
Mundo 100,0%
Sudamérica 3,2%
La Argentina 0,3%
O sea, sólo el 0,3 % de las exportaciones chinas tienen como destino la Argentina, lo cual a su vez es una décima parte del mercado sudamericano.
Las exportaciones chinas son casi totalmente de manufacturas, entre 92 y 98% del total que nos vende, especialmente de aquellas que incorporan trabajo calificado y tecnología.
A su vez, casi dos tercios de las importaciones de China son de productos manufacturados, pero sólo el 4,4% de las compras en Sudamérica son de ese tipo de productos. Mientras los productos primarios constituyen el 20% de las importaciones totales de China desde el mundo, ellos son las 3/4 partes de las importaciones desde Sudamérica y el 85% de las provenientes de la Argentina. China importa unos 40 mil millones de alimentos para uso humano (no piensos) por año pero la Argentina participa sólo del 0,9% de ese mercado:
A su vez, China ocupa el primer o segundo puesto como destino de nuestras exportaciones. Representa el mercado para el 7,5% de los embarques desde la Argentina, y el 15% de las exportaciones de Sudamérica.
Este perfil asimétrico de comercio ha venido acompañado de un proceso de desindustrialización en la región, medido en cuánto cayó la participación de la industria en el PBI regional, casi la mitad entre 1990 y 2015.
Claro, no es totalmente atribuible a la evolución de nuestro comercio con China (políticas domésticas o falta de ellas: el cambio tecnológico, las decisiones de empresas transnacionales seguramente han tenido algo que ver), pero el “culpable” visible es China.
Por otro lado, los flujos de inversión directa de China hasta el momento no han hecho más que fortalecer esta impresión de “primarización” ya que el 90 % de la inversión china en la región se ha dirigido a actividades extractivas. Esto podría cambiar en parte con los proyectos de infraestructura anunciados tanto en las reuniones de CELAC China, en las visitas del presidente Xi a la
región y últimamente con la publicación en noviembre pasado de la actualización del Libro Blanco de relaciones con América Latina.
Allí se habla de impulsar la inversión en el sector industrial (para aumentar la capacidad de producción en esa región) y financiero. Cita en concreto préstamos especiales para la construcción de infraestructura, así como reforzar la cooperación en energía, agricultura, ciencia y tecnología.
El modelo de cooperación que describe merece una cuidadosa atención de nuestra parte e indica que China está dispuesta a avanzar en, como dicen ustedes, los chinos, una relación basada en “la igualdad y el beneficio mutuo”.
Tampoco podemos menos que estar de acuerdo en la apuesta que allí se hace por incrementar la coordinación entre China y Latinoamérica/Caribe en asuntos internacionales, en el marco de la ONU y otros organismos y en la lucha contra el cambio climático, promoviendo la implementación del acuerdo de París.
¿Cómo se traduce esto en hechos?
China necesita distinguir, en su aproximación a la región, las distintas realidades de nuestras economías nacionales. Entre aquellos países de nuestro continente que han adoptado conscientemente o llevados por las circunstancias, modelos de crecimiento puramente basados en las ventajas comparativas y de base extractiva. Y aquellas economías que aún hoy mantienen una voluntad de conservar una sociedad integrada a través del desarrollo industrial y tecnológico, como camino a la generación de
trabajo digno y creativo y como vía de acceso a derechos mínimos de ciudadanía para toda la población.
China puede pasar de ser vista como un factor mayor de desindustrialización a un socio mayor en la generación de valor agregado en la transformación de nuestras materias primas y alimentos básicos. La asociación de empresas chinas con grupos locales o incluso la inversión greenfield de empresas chinas del sector de alimentos en nuestro territorio, con proyectos vinculados a la
exportación al propio mercado chino y al resto de Asia, contribuirá sin duda no sólo al desarrollo de negocios rentables, sino a un cambio en la percepción de China como amenaza, a la de China como asociada a nuestro propio proyecto de desarrollo sustentable.
En los países más industrializados, China mantiene como aliados frente a presiones proteccionistas a todo un sector industrial, posiblemente el más avanzado tecnológicamente (aeronáutica, TICs, material de transporte) para el cual China es un mercado fundamental o su base de operaciones en Asia. Ese tipo de sociedad, de poder de lobby, llamémoslo así ¿por qué no? está poco presente en nuestros países, donde el principal aliado de China es sólo el sector importador. Es lo que hay que cambiar.
El desarrollo chino, y no hablamos sólo desde las reformas de 1978 o 1992, ha sido una muestra de pragmatismo sí, pero en función de un proyecto conducido desde los más altos niveles del Estado.
Si, a partir de las reformas de los años 90, China hubiera seguido el camino de especializarse únicamente según criterios de mercado y de ventajas comparativas, seguramente hoy sería sólo una gran fábrica de textiles o de zapatos, basados en mano de obra barata. Sabemos que no ha sido así. Las cifras del perfil exportador que vimos antes lo indican. Un ejemplo que nos toca de cerca es el de la China National Railway que es hoy nuestra principal proveedora de material ferroviario. Pero su desarrollo como gran grupo exportador no hubiera sido posible sin políticas de Estado que durante décadas le permitieron disponer de recursos financieros y de desarrollo tecnológico, y sobre todo de metas de estrategia industrial. A fines de los 90, China decidió que sus primeras líneas de trenes de alta velocidad se iban a ejecutar en todo lo posible con desarrollos tecnológicos y de ingeniería propios, pese a los costos que ello implicaría en relación a la simple incorporación de tecnología japonesa, francesa o alemana.
Hoy la CNR es la mayor exportadora mundial de material ferroviario.
Necesitamos entonces empresas chinas que inviertan en nuestro propio proceso de transformación. Y también necesitamos que los líderes del Gobierno y del Partido, entiendan también nuestro derecho y nuestra voluntad de generar las bases económicas para un desarrollo integral de nuestra economía y nuestra sociedad, tal como ustedes mismos lo han venido haciendo. No planificando autoritariamente. Con una amplísima utilización del mercado como instrumento de asignación de precios y de recursos. Pero también con una visión estratégica que oriente las decisiones de política no sólo en base a los precios de hoy, sino sobre todo teniendo en cuenta la visión de qué queremos para nuestras naciones en cinco, diez o veinte años.
Tal es el mensaje, en parte basado en vuestra propia experiencia que pretendemos tenga en cuenta China en los vínculos con nuestros países.
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