Gana la economía
Con motivo de la visita del presidente Mauricio Macri a China, en mayo, la politóloga Dafne Esteso, graduada en la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Centro Latinoamericano de Estudios de Política y Economía de China (Clepec) y con una maestría en Beijing Normal University, escribió para Dang Dai un artículo donde repasa la agenda bialteral y los temas a tratar entre Macri y su par Xi Jinping.
–Al final del día la que gana es la economía, ¿no es cierto?
Por Dafne Esteso
La elección como presidente de Mauricio Macri en el apretado balotaje de noviembre de 2015 generó muchas expectativas sobre un potencial impacto desestabilizador de la relación sino-argentina, en comparación con la que habían fortalecido sus antecesores Néstor y Cristina Kirchner. Durante los últimos años de esa gestión la ola inversora china que llegó al país aumentó e incluyó contratos para la modernización del sistema ferroviario Belgrano-Cargas, la construcción de dos instalaciones hidroeléctricas en el río Santa Cruz que proporcionaría un sistema combinado con la capacidad eléctrica instalada de 5,246 GW –casi 5 por ciento de toda la electricidad del país-, así como el proyecto de construcción de dos reactores nucleares en el complejo de Atucha, entre otras obras. En conjunto, ellas se acordaron en forma de préstamos a la Argentina. Las presas hidroeléctricas, actualmente paralizadas por una decisión de la Corte Suprema de Justicia que atendió reclamos ambientalistas, permitirán la entrada de 120 contenedores en una entrada del puerto de Patagonia. Estas son las mayores represas hidroeléctricas jamás construidas por una empresa china en el extranjero, y aprobadas personalmente por el mandatario chino Xi Jinping.
Al iniciar su administración, Macri propuso una política exterior “pluralista”, usaba una retórica de “volver al mundo” en tal caso reorientándose hacia el eje Norte de Estados Unidos y Europa. En ese sentido, la visita de Barack Obama en marzo de 2016 a Buenos Aires significó un fuerte gesto de apoyo simbólico. La visita también marcó la preferencia de un líder ya saliente en la principal potencia mundial mientras marginaba a Brasil. Esto fue aún más destacado teniendo en cuenta que la presidenta Dilma Rousseff fue destituida poco después por un golpe parlamentario.
La alianza del PRO -liderada por Macri- con la Unión Cívica Radical ha impulsado una revisión de los contratos públicos firmados por el antiguo gobierno con entidades chinas, por ejemplo en las citadas represas, en la base satelital de Nequén o en el swap de monedas entre Bancos Centrales (pero en este caso en la campaña electoral; una vez en el poder, no sólo se ratificó sino que se ejecutó).
Puertas adentro de la Argentina es sabida la presión y el lobby ejercido por el grupo industrial Techint para detener el vínculo con el gigante asiático, que en su momento aprovechó con sus tubos de acero, pero que en los últimos años, tras la sobreproducción china y la competencia en exportaciones, se convirtió en rival de acerías como Techint. En gran medida por ello, China, al momento, no fue apoyada completamente por Argentina ante la Organización Mundial del Comercio como “economía de mercado” (según los estándares de la OMC), trámite cuyo plazo expiraba el diciembre pasado. Bajo esta categorización, China quiere mostrarse al mundo como una economía que planifica, pero no interviniente en las empresas que compiten con la producción de otras naciones, como es el caso del acero. En 2004 Argentina prometió a China que apoyaría a China en la OMC pero el Congreso Nacional Argentino no se ha emitido al respecto. También puertas adentro, Electroingeniería, socia de la china Gezhouba en las represas, imploró al gobierno de Macri para avanzar con el proyecto con el fin de proteger las fuentes de trabajo creadas, así como en el sostenimiento de la relación estratégica bilateral. Ahora el tema está en la Justicia y seguro lucirá en la mesa de diálogo Macri-Xi cuando, en mayo, se vean las caras nuevamente en Beijing.
Ambos presidentes ya se vieron dos veces en 2016. Entonces, Macri puso un tono más conciliador que sus anuncios de campaña, al mismo tiempo que eran en un tenor menos triunfalista que con su par norteamericano. Una reunión de menos de media hora en la Cumbre de Seguridad Nuclear en Washington y una segunda en la ciudad china de Hangzhou, en el contexto de la Cumbre del G20.
El pragmatismo que caracteriza a los líderes chinos permitió la revisión de varios acuerdos y una mayor comprensión de los cambios en el escenario político y económico en países con régimen electoral democrático. Además, los chinos saben que tienen suficientes herramientas para detener fondeos como el del Belgrano-Cargas o pedir el reembolso anticipado de los recursos comprometidos para las represas e incluso advirtiendo sobre el riesgo de que el canje de divisas con el Banco Central Argentino. Es que China no sólo compra soja a la Argentina, siendo su segundo socio comercial, sino que también fue el único financista en momentos en que nuestro país estuvo fuera del acceso al crédito internacional debido al litigio con los llamados fondos buitres. Uno de los primeros movimientos del presidente Macri fue el “arreglo” y la “negociación” con esos fondos. Así, la Argentina “regresó” a los mercados financieros mundiales, pero con una venta de bonos de 16.500 millones de dólares, un monto récord de deuda para un mercado emergente.
Como resultado de esta revisión, el factor económico sobre el político realmente prevaleció. La mayoría de los proyectos bilaterales con China fueron finalmente aprobados, aunque se encuentran en revisión. En ese primer contexto de incertidumbre en la relación con Beijing, varias provincias argentinas, no sólo Santa Cruz o Neuquén, llamaron la atención sobre la continuidad de las obras, entre ellas Córdoba (por los gasoductos troncales, cuya obra empezará en julio y donde disputaron Techint, que perdió por sus sobreprecios, y capitales chinos, un escenario que se repite este año en varias provincias más), Entre Ríos (por los acueductos para riego, que han ido avanzando) o provincias del Norte por obras de energía solar, entre otros proyectos.
Como afirmó Carlos Bianco, ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería argentina, “los cañones apuntan al Primer Mundo tradicional sin abandonar los lazos con China, porque no se puede hacer eso”. Si los cambios políticos internos fuera de China llegan a cuestionar su alianza -en el caso de Argentina, con estatus de estratégica integral- sus protagonistas finalmente terminan dándose cuenta de que China es insustituible como socio comercial, inversionista y financiador, más aún con el amenazante proteccionismo del nuevo presidente estadounidense Donald Trump.
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