Una noche de integración musical
Muchos de los músicos que se acomodaron sus cuerpos en los asientos y las manos y las bocas sobre los instrumentos, no habían nacido cuando el violinista norteamericano Isaac Stern viajó a China en la década del 70 para sustanciar con el intercambio musical la apertura de ese país.
Aquella visita fue retratada en el genial documental De Mao a Mozart, que muestra las castraciones con que la Revolución Cultural castigó al arte de la música, pero también la potencia de la entonces nueva generación de músicos chinos.
Esa potencia es la que conmovió a los argentinos que estuvieron anoche en el Centro Cultural Kirchner, para escuchar a la Orquesta Sinfónica de Qingdao.
El programa presentó obras concebidas en las entrañas más profundas de la cultura china, y ejecutadas con maestría y pasión, siempre con la imposición de la impecabilidad como condición primera.
En plan de intercambio cultural, la orquesta tocó melodías de ópera de Beijing y la canción folklórica del noreste “Medianoche y luna creciente”. En guiños a público que pudo reconocerlo, ejecutó un pasaje de la película “Adiós, mi concubina” y la pieza “Te amo, China”, de Zheng Qiufeng y Qu Zong.
El director Zhang Guoyong puso en escena a un ejecutante del instrumento tradicional banhu, Cheng Shen, recurrió a otros intrumentos similares, que dieron a varias obras el color perfecto llegado de otras tierras y otros siglos.
El público aclamó a la joven soprano Song Yuanming, ganadora de premios internacionales en Eslovaquia, Alemania, Austria, República Checa y Francia.
El mayor gesto de integración fue la interpretación de la Carmina Burana, con la participación del Coro Polifónico Nacional y el contratenor Pehuén Díaz Bruno y el barítono Alejandro Meerapfel.
Así, casi 200 músicos hicieron vibrar los corazones y la sala Ballena Azul (de inmejorable comportamiento acústico), en una noche de fusión cultural en el arte.
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