Una lucha épica y ética contra la lepra

11 octubre, 2016

Por Federico Von Baumbach

En la década de 1950, el médico argentino Salomón Schujman trabajó arduamente en China para combatir la lepra. En una época en la cual los contactos sino-argentinos eran leves, este médico rosarino trazó una huella reconocida por el gobierno maoísta y los discípulos chinos. De sus clases en Beijing, Shanghai, Guangzhou y Nanjing egresaron 150 leprólogos.


 

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“Con el propósito de salvar vidas y ayudar a los enfermos de lepra, usted sacrificó a sus queridos hijos y su hogar en la Argentina y vino nuestro país que está tan lejos del suyo. […] Permítanos expresarle la esperanza de que su trabajo en China será exitoso […] Nosotros lo recordaremos siempre cuando retornemos a trabajar después de haber sido curados de la enfermedad […] Larga Vida para la amistad entre el pueblo argentino y chino”.

Estas son sólo algunas frases de las cartas escritas y enviadas por los enfermos de Mal de Hansen desde la Colonia de Taidzó, en China, al doctor Salomón Schujman, destacado leprólogo argentino que vivió entre 1904 y 1973. Había llegado aquí, a la ciudad entrerriana de Paraná, desde Ucrania, cuando era muy pequeño, con su madre viuda y cinco hermanos. Y las vueltas de la vida, o más bien su vocación humanista, lo llevaron de nuevo hacia oriente pero más lejos, a sus confines.

Con una amplia y destacada trayectoria profesional en la medicina dermatológica argentina, durante 1957 y 1958, en plena época maoísta, Schujman viajó y vivió en el gigante asiático invitado por la Asociación Médica de China, con el objetivo de luchar y erradicar la lepra endémica. Eran tiempos en los cuales los lazos comerciales y culturales entre ambos países no estaban, ni mucho menos, tan avanzadas como en la actualidad. Recuerda su hijo Eduardo Schujman que el viaje se le presentó como “la gran oportunidad de hacer lo que no había podido hacer en Argentina”. Y que efectivamente, como reconoce uno de los testimonios citados en la cabeza de esta nota y avala su hijo, “solicitó ser acompañado por mi madre y quedamos nosotros los hijos en Rosario (donde Schujman pasó la mayor parte de su vida, llegado de Entre Ríos). Hasta vendió su auto para dejarnos fondos para un año y a su regreso, hubo varios meses en que mi hermano mayor lo llevaba en una Vespa al Hospital…”, según dijo a Dang Dai.

Para viajar, debió dejar también atrás, en Rosario, su consultorio, el Servicio de Leprología del Hospital Carrasco, el Centro Unión de Dependientes y la Cátedra de Dermatología del Hospital del Centenario. “Pero lo hizo por una experiencia y tarea única”, evoca el hijo.

Durante la estadía en diferentes regiones chinas, uno de los aportes más importantes que hizo el médico fue dictar cursos de perfeccionamiento para leprólogos chinos (experiencia que en la década del 60 desarrollaría en la Argentina), otros de teoría y práctica de la especialidad y los aspectos vinculados a la investigación en leprología, rama de la medicina que estudia la lepra, sus formas clínicas y tratamiento. Integró las clases e investigaciones científicas con profesores del área de Dermatología, Anatomía Patológica y Bacteriología.

El proceso de trabajo constaba de sucesivas y metódicas evaluaciones e informes regulares acerca de la actividad que se iba realizando en relación con la lucha antileprosa, con el propósito general del curso unificado en el objetivo de elevar al más alto nivel posible la capacidad profesional de los médicos y de las autoridades sanitarias dedicadas a erradicar la lepra, enfermedad que la población china ha sufrido históricamente.

Schujman dio charlas, cursos intensivos y conferencias en las facultades de medicina de Shanghái, Cantón, Pekín, Tzindao, Nanking, Schenian y Tsinán (usamos aquí los nombres de la época). Pero su compromiso trascendió el plano de la teoría e ingresó al ámbito de la práctica médica: con los médicos, profesores, asistentes y estudiantes de medicina que lo frecuentaban, entre ellos el doctor Li, su acompañante y traductor, con quien armaba las clases que dictaba en chino y en inglés, visitó a pacientes en los hospitales y dispensarios de la zona. Y participó en curaciones para atenuar el dolor de los enfermos de lepra.

La obra Schujman en China no pasó desapercibida en la prensa local; diarios como Hinshua, de Pekín, o Daily News, de Cantón, dedicaron varios artículos a la figura del médico argentino que producía avances significativos en la cura del Mal de Hansen. Este último publicó, en enero de 1958, las declaraciones del por entonces viceministro de Salud Pública de China, el doctor Fu Lien: “Con dicho curso los especialistas acrecentarán sus conocimientos y estarán en mejores condiciones para participar en la lucha antileprosa”. También, tardíamente, lo reconoció algún medio argentino: “En cuanto al asesoramiento que brindó a las autoridades sanitarias chinas, tuvo la satisfacción de observar que sus sugerencias, luego de ponderadas, tuvieron aplicación inmediata, como en el caso de la terapéutica laboral”, aparece en una nota recordatoria en el diario rosarino La Capital, en 1992.

Salomon Schujman escribió artículos científicos en colaboración con colegas asiáticos para revistas médicas de China. Y sus clases fueron recopiladas y editadas en dos libros traducidos al idioma chino. Trabajó con entusiasmo, energía y tenacidad para alcanzar la cura de los enfermos de lepra, su accionar central en China. A su regreso a Argentina, dijo que mientras vivió en allá había producido avances considerablemente más importantes en el tratamiento del Hansen de lo que había logrado en veinte años de dedicación en nuestro país. Su vuelta no fue fácil. Haber estado colaborando en un país comunista le valió ser jubilado de oficio en el Carrasco con solo 55 años de edad.

Schujman había ingresado a la Universidad Nacional del Litoral en Rosario en 1924 y egresó en 1930. A partir de esa fecha, desplegó un amplio y prolífico rol en distintas funciones académicas.

Entre las décadas del 30 y 60 fue Jefe del Servicio de Leprología del Hospital Carrasco de Rosario, en el cual trabajó desde su creación en 1931; Jefe del Departamento de Leprología de la provincia de Santa Fe, y miembro honorario de Sociedades Científicas Dermatológicas y Leprológicas de países como Venezuela, Italia, Cuba, Uruguay, Brasil (con el tratamiento de la afección de la dermatosis tropical) e Israel, sólo por enumerar algunas de los actividades médicas de las cuales formó parte.

El doctor Enrique Fidanza, creador de la Escuela de Dermatología en Rosario, fue clave para su formación. Con él colaboró en el área de piel y sífilis (luego designado como adscripto en la cátedra de Clínica Dermatosifilografía).

El médico íntegro es el que siente sinceramente que lo más importante es el paciente”, dijo alguna vez el médico cardiocirujano René Favaloro en una entrevista de 1996. Y Salomón Schujman llevó este lema existencial a la máxima significación, con su humanismo y dedicación profesional cotidiana a los enfermos y pacientes que atendió, con los más de 200 leprólogos que formó, desplegando e integrando, en el ámbito de la salud y calidad de vida, las fronteras de ambas caras del mundo, Argentina y China.

Siempre, como en 1957 escribió en la más sensible demostración afectiva Chem-Pin, paciente chino del doctor Schujman, “con el propósito de salvar vidas y ayudar a los enfermos de lepra”.

Categorías: Medicina

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