Rescatando palabras perdidas

7 octubre, 2016

Por Mónica Cofré

La Caja mágica y las Palabras perdidas es un espectáculo unipersonal donde la actriz Mónica Villa, creadora e intérprete, tira por tierra la conocida frase “son cuentos chinos” utilizada para hacer referencia a algo fantasioso o exagerado. Los cuentos chinos (anónimos) y un relato del filósofo chino Zhuangzi seleccionados por Villa son historias que dejan una profunda enseñanza.


Éstas, ensamblados con cuentos del escritor uruguayo Eduardo Galeano, los argentinos Héctor Negro y Raúl González Tuñón, el ruso León Tolstói, el japonés Ry?nosuke Akutagawa y el español Pedro Calderón de la Barca, entregan las palabras pérdidas a la actriz, que las descubre, las rescata y a partir de ellas saca de la caja mágica historias de “Verdad, Castigo a los buenos, Libertad y Sueños”, en una obra de teatro –que se presentó en Andamio 90 y se continuará presentando en funciones itinerantes- que retoma la tradición del placer del cuento contado, del placer del cuento escuchado.

Dang Dai dialogó con Mónica Villa, una muy conocida actriz e investigadora de teatro argentina, quien recientemente además viajó a China para profundizar sus estudios.

-¿Cuándo comenzó tu interés por China, su idioma, su cultura?

-Desde la adolescencia, cuando comencé a estudiar teatro. El chino es un teatro que no se apoya en la palabra, sino en el actor. Prescinde de cualquier artificio y es rico en imaginación. Las obras son cortas y requieren grandes actores, cuyo entrenamiento es riguroso y completo. Cuando tenía 21 años fui a la Embajada de China a solicitar una beca para ir a estudiar con la Ópera de Beijing. Pasó un tiempo y me llamaron para decirme que me otorgaban la beca por cuatro años, pero tenía que estudiar idioma chino y al finalizar los 4 años, escribir un libro sobre mi experiencia en la Ópera. Comencé a estudiar con el agregado cultural en la Embajada, porque no había otro lugar donde enseñaran. Era el año 1976… Pero cuando se produjo el golpe de Estado todo cambió. No pude continuar estudiando y recién retomé hasta hace unos años… Y acá estoy, con varios exámenes internacionales. Viajé este 2016 a China, cuarenta años después, y sigo estudiando.

-¿Cuál fue la ciudad que más te impactó en tu visita y por qué? ¿Qué admiraste y que no te gustó o desilusionó?

-Todas las ciudades chinas me impresionaron. Son todas diferentes, producto de diferentes culturas, cada una con su identidad y belleza. Hong Kong, Xi’an, Beijing…la geografía es espectacular, inagotable, rica, deslumbrante. Lo que más me gustó son los paisajes únicos, chinos, como la travesía por el Río Li, las grutas, los pueblos antiguos y la gente. El pueblo chino tiene “inocencia”.

Observé que los gobiernos de cada región cumplen con la gente, construyen. Todo funciona. Son muy trabajadores. Si no trabajás, te morís. Nadie te regala nada, hay cultura de trabajo. No hay subsidios como en Latinoamérica.

Creo que no me decepcionó nada, pero no me gustó tanta invasión occidental, tanto shopping y hamburguesas. Me gustó todo lo autóctono.

-¿Cuál fue el criterio que utilizaste para la selección de los relatos (cuentos y poemas) y de los autores de “La Caja mágica y las Palabras perdidas”?

-El criterio de selección de textos fue mi gusto personal, textos que tenía desde hace años en carpeta, esperando el momento para trabajarlos. Tengo muchos, por eso el espectáculo tiene la posibilidad de cambiar y seguir creciendo. Hay muchos escritores maravillosos cuyas palabras me representan o conmueven. En este espectáculo digo los textos que yo elijo decir, recupero las palabras perdidas, y esto me produce una enorme felicidad como intérprete. Esto también implica un ida y vuelta: la capacidad de contar una historia y la capacidad del público de escuchar esa historia. A la gente le gusta, los conecta con lo mejor de ellos mismos. Actualmente, en la cultura del ruido y la confusión, detenerse un rato a escuchar hermosas palabras que nos dejan reflexionando, es bueno, es saludable, es oxígeno. En China hice el mismo espectáculo, y lo recibieron muy bien. Esta experiencia de actuar para el público joven chino me modificó. Tenía mucho miedo, y cuando terminó la función y me hicieron preguntas -inteligentes, sensibles, profundas- sentí que era otra, que había pasado una prueba de fuego.

-¿Crees que la cultura de la imagen y la hiperinformación le han robado el lugar a la tradición del placer de contar y de escuchar un cuento?

-Creo que esta cultura de la imagen (bastante fea, ojalá fuera la imagen de un Rembrandt, un Modigliani, de un artista) y la hiperinformación que decís, que en realidad es desinformación y confusión, van socavando la capacidad de escuchar a los que nos rodean, aun a los seres más queridos; la capacidad de contarles lo que nos pasa, cuáles son nuestros sueños. Nos van aislando, nos obligan a concentrar nuestra atención en estupideces cuando tendríamos que concentrarnos en nuestra “humanidad”, en nuestra preocupación por el otro, en nuestros valores. Pero tengo fe en que esto pasará, y algo mejor nos va a suceder.

“(…) A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y anuncian lo que ocurrirá” (“Ventana sobre la palabra” en Las palabras andantes de Eduardo Galeano).

Categorías: Cultura

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