La niña que se enamoró del supermercadista Chuan
Foto de Bruno Szister
Acaso más lateralmente que en los casos de libros de César Aira, Federico Jeamaire o Ariel Magnus, la joven escritora Luciana Czudnowski se sintió atraída por lo chino para su reciente novela Chuan.”Tengo un recuerdo de mi infancia –dijo a Dang Dai– con un chino de un supermercado, tomaba las galletitas con una bolsa como si fuera un guante, y me fascinaba. Ese recuerdo me vino de pronto mientras estaba escribiendo un cuento, que al cabo abandoné, y me disparó la idea de Chuan, mi primera novela”.
A Czudnowski lo chino le resulta “algo muy lejano, al menos a mí siempre me produjo extrañeza, pero lo vemos cotidianamente en los supermercados. Sobre todo para la protagonista, una nena de once años, hay una fascinación por ese otro distinto”.
La autora estudió letras, comunicación y publicidad e hizo talleres, entre otros, con Hebe Uhart y Ariel Bermani (quien además editó este libro, con su sello Conejos); tiene un libro de cuentos inédito, Rumiantes, que mereció una mención del Fondo Nacional de las Artes, y está, ahora, abocada a la escritura de un segundo volumen de relatos.
“No hice una investigación sobre los chinos –explicó en la entrevista- ni sobre los supermercados, porque la novela es más de introspección de esa niña enamorada, pero sí averigüé bien los nombres (aparecen los de Chuan, su esposa y su bebé) y el clima de época en cuanto a marcas y costumbres de clase media de principios de los años ’90, cuando se ubica la ficción. También fui bastante a los supermercados chinos mientras escribía para ver el lugar: son casi siempre iguales, sus góndolas, la parte de atrás, las heladeras, los colores, los detalles, la música que pasan. Quise hacer todo eso bien verosímil. Los supermercados chinos se parecen mucho entre ellos. Pero no me animé a hablar con sus dueños. Me pareció que si contaba cómo sería la novela, con una niña que es cruel en su relato, podrían haberlo tomado a mal”, dijo.
Los supermercados chinos son, para Luciana, “como la punta de un iceberg que mostrarían sólo una puntita de esa gran cultura china, que para mí es desconocida, y misteriosa, y que me gustaría conocer más. China es como un destino imposible por lo lejano, lo remoto, algo que da vértigo, al menos para mí”.
Cuando Chuan desaparece -y así queda-, la autora no se interesó por su destino “porque la novela intenta allí generar un misterio. Veo mucho eso. Chinos de supermercado, tan cercanos por lo cotidiano con nosotros, que les compramos todos los días, y que de un día para otro cambian, no están más. O chinas embarazadas. ¡Pareciera que siempre están embarazadas!”
Chuan, en verdad, es una excusa para la reflexión de la nena protagonista, pero es que el chino, dice, “ya está muy naturalizado entre nosotros porque los supermercados de ese origen están muy extendidos, los hay en todos los barrios, en cada calle, en muchas ciudades de Argentina”.
La novela tiene muchos guiños a la clase media y a la cultura popular, a la tele de ese momento de inicios de la década de los 90. “Me preocupé mucho por los insides, los guiños de la cultura que subyace en esos años, y que, junto a la figura de Chuan y del supermercado, genera en la niña protagonista prejuicios y elucubraciones completamente delirantes”.
La narradora, en efecto, no es nada políticamente correcta, y eso tiene dos entradas, una la impunidad para decir sin filtros todo lo que siente, dada su niñez y su frescura, y otra que es el formato del texto, casi un diario íntimo sin mediaciones –la novela está escrita tan en primera persona que la protagonista ni siquiera tiene nombre -, por lo tanto con un discurso que “incomoda”. Rasgo que, señala Luciana Czudnowski, “me encanta de la literatura”.
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