¿Como Japón?
Según el economista Eduardo Curia, China corre el riesgo de seguir la experiencia de Japón, que en los años ’90 sufrió un proceso de deflación y de “trampa de liquidez” (cuando ni las tasas de interés aun negativas lograr reactivar la economía) luego de ser presionado por el gran competidor norteamericano para que apreciara el yuan. Curia plantea, crítico, que “ningún reacomodo de la economía hacia el consumo, el mercado interno a secas, etc., parece contar con la capacidad suficiente para revertir el declive, en tanto lo que ha sido la trama económica sustancial por décadas, se halla en falencia”.
En ciclo económico mundial pinta írrito -escribe Curia en Diario BAE-. Por ello, y sin olvidar temas internos, la Reserva Federal ‘reflexiona‘ sobre su política de tasas.
Un factor que se destaca en la configuración del ciclo, es lo atinente al andar de la economía china, la segunda a nivel mundial. Por de pronto, está en una desaceleración, que algunos creen aun mayor.
Al respecto, Lagarde, la jefa del FMI, con cortesía, adujo que las autoridades chinas no se comunicaban bien con ‘el mercado‘. Pero, meses atrás, el economista jefe del FMI, M. Obstfeld, fue más directo, preguntándose: ‘¿Es China el nuevo Japón?‘.
Esta hipótesis, la adelantó brillantemente años atrás el gran economista R. McKinnon, tesis que citamos en algunas notas.
Aquél decía que el proceso de deflación -sobre todo en los precios manufactureros- y de trampa de liquidez enquistado en Japón en el correr de los 90, se debió en esencia a la presión ejercida por las administraciones de EE.UU. -salvo la del Secretario R. Rubini- a favor de la apreciación nominal del yen en medio de una flotación, quebrando la histórica paridad fija.
La tal adecuación, frente a la tesis de McKinnon de seguir con la paridad fija, y dejar el ajuste en manos de los progresivos diferenciales de costos que gravitarían, despertaron una tormenta. Cuando se intentó acotar la apreciación del yen, el daño ya había ocurrido. Con el yen apreciado, y con la perspectiva de hacerlo aun más, las grandes corporaciones industriales exportadoras, claves en el país, se dedicaron a achatar costos varios y salarios, instigando la deflación. A su vez, como la apreciación avivaba el recorte de tasas para moderarla, se facilitó una burbuja que terminó explotando. Y, así, el país quedó enclavado en una trampa de liquidez.
¿Y China ahora…?
China se reveló como una economía de gran crecimiento en las pasadas décadas, al compás de un modelo -con contactos con el anterior japonés- muy sesgado hacia las exportaciones industriales, con un tipo de cambio real alto durante buena parte del proceso (convergiendo un cambio nominal fijo dólar-yuan con colchón, una inflación oscilante pero tirando a moderada, un excedente de mano de obra, una presión a la suba de salarios limitada, y una elevada productividad). A la vez, desde hace varios años, soportó una gran presión desde círculos varios -con las administraciones de EE.UU. a la cabeza- para que reformulara su modelo, acentuando la dirección market friendly (pesando aquí la marcha hacia una flotación cambiaria), e inclinándose hacia una expansión más apoyada en el consumo que en exportaciones-inversiones (alterando en este agregado las prioridades).
El hecho es que la economía china quedó en el limbo. Por un lado, la reversión modélica luce muy ardua. Por el otro, la economía, aun configurada al ‘viejo estilo‘, renguea nítidamente. Claro: el producto y la demanda mundiales flojos perjudican el avance exportador. Pero, encima, China sufre desde hace años un duro proceso de apreciación cambiaria real (influyendo al respecto el curso de la apreciación nominal que se adoptó en su momento, el nexo residual con un dólar que se aprecia, el fin del excedente de mano de obra y presiones de salarios acrecidas). Salvando distancias, la mezcla pro cíclica refleja un similar desatino al argentino de los últimos tiempos.
El perfil del andar de la economía china, asomaba complicado. Sin embargo, este fenómeno fue subestimado por el mercado de capitales-acciones, surgiendo por ende una fuerte burbuja, que, en definitiva, tendió a desplomarse. No pocos poderosos bancos europeos, por ejemplo, se ven afectados por ello.
En rigor, ningún reacomodo de la economía hacia el consumo, el mercado interno a secas, etc., parece contar con la capacidad suficiente para revertir el declive, en tanto lo que ha sido la trama económica sustancial por décadas, se halla en falencia. Aun cuando el Banco Central chino busca mantener la tasa de interés lo mas baja posible. Hasta se habla de reducir reservas bancarias para liberar liquidez como resorte estimulante.
Justamente, en una economía como la china, dados los bemoles del viejo modelo aun gravitante y sin una reconversión seria a la vista, lo lógico es que el yuan se deprecie; los capitales (capaces de moverse pese a algunas regulaciones) dejan el país e incitan la depreciación. Tasas bajas y el liberar más liquidez, serían funcionales al respecto. Y no se trataría de que China manipulara el mercado de cambios, como se dijo siempre, sino simplemente porque es el propio mercado quien se lo manda. Esto lo resaltaron las autoridades chinas.
Aunque China atravesó episodios de depreciación y enfrenta una importante salida de capitales, no hesita en liquidar masivamente reservas para controlar la depreciación.
Como se ve revolotea la posibilidad de que China sea algo así como un ‘Japón 2‘. Confirmándose el aviso de McKinnon. Es factible que China no se halle aun instalada en una trampa de liquidez. Aun tendría margen para recortar más la tasa. Pero, el correlato sería asumir la depreciación del yuan.
¡Así lo ‘querría el mercado‘!. Notable paradoja. De todos modos, los chinos preferirían seguir vendiendo reservas. Por su lado el titular del Banco Central japonés, Kuroda, les aconsejó amigablemente que aplicaran un control a la salida de capitales. Tesis que el par chino rechazó. Será interesante seguir la saga.
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