Lujo con entidad propia

16 febrero, 2016

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La revista Vanity Fair analiza una situación en la que marcas como Dior, Givenchy, Chanel, Hackett y Alfred Dunhill han regresado Europa para elaborar los productos que antes fabricaba en China, mientras “los consumidores orientales han cambiado tantísimo que algunos empresarios y emprendedores del país se han animado a crear sus propias marcas”, y así “bastó con que la cantante Rihanna” luciera en la Gala del Met de Nueva York de 2015, una las exageradas creaciones de Guo Pei, “la Chanel china”, “para lanzar su carrera a nivel planetario.”


 – La venganza del lujo chino

Por Ana Franco

 “Esto un chino no te lo hace” ha sido, quizás, la frase más repetida del mundo. Del mundo del lujo. Porque, para hacerlo, hay que conocer la técnica centenaria de quienes emplean hasta el oído para pulir una pieza de 1,5 milímetros de diámetro en una fábrica de relojes suizos. O los intríngulis de coser a mano las plumas de avestruz de un vestido de alta costura. En materia de lujo, Europa puede sacar pecho hasta reventar. Aquí nació, desde aquí mueve el 75% de las ventas de la industria y solo aquí emplea a 800.000 trabajadores. También es en Europa, cuna de los más expertos artesanos, donde el lujo debería fabricar sus costosos productos. Pero… que tire la primera piedra quien esté libre de pecado. Y por pecado en esta plaza se entiende fabricar en China.

Sí, el paraíso de la copia indiscriminada, del low cost y de los trolex al servicio del mercado más elitista. ¿No le daría un vahído si invirtiera 3.000 euros en un bolso de Chanel y en su interior colgara un made in China? Pues hubo un tiempo, hará 10 años, en el que hasta Loewe visitó aquellos lares para encargar una partida de unos mil bolsos de bajo precio (tras el pésimo resultado no repitió, o eso dijeron).Prada no tuvo reparo en reconocer que elaboraba el 20% de sus colecciones en el gigante asiático, amparada en el discurso de que la calidad no viene garantizada por el país donde se produce sino por la marca que responde de ella. Armani, otro que tal. La lista es larga. Pero pelillos a la mar, porque Dior, Givenchy, Chanel, Hackett y Alfred Dunhill, por ejemplo, han regresado a Ubrique (Cádiz) para elaborar sus bolsos, y parece que la producción ha hecho el viaje de vuelta de Asia a Europa.

Este es el próximo objetivo de las grandes cadenas de moda

Puede que los chinos ya no produzcan para firmas de lujo europeas. Pero en todos estos años, los consumidores orientales han cambiado tantísimo que algunos empresarios y emprendedores del país se han animado a crear sus propias marcas. Tiembla, Europa. ¿Quién dijo que en China carecen de conocimientos técnicos de artesanía? ¿Emergerá de nuevo como meca de la opulencia, envidiada por sus sedas, su jade y su porcelana?

Pocos vaticinaban a principios de siglo que esto podría pasar. Pero es un hecho que los chinos no se limitan a consumir febrilmente marcas de lujo occidentales. Ya hay diseñadores patrios con proyección internacional. Como Guo Pei, la Chanel china. Bastó con que la cantante Rihanna luciera una de sus exageradas creaciones en la Gala del Met de Nueva York de 2015 para lanzar su carrera a nivel planetario. El pasado enero, Pei mostró sus costosas prendas en la Semana de la Alta Costura parisina, codeándose con Dior, Valentino y Elie Saab.

ES UN HECHO QUE LOS CHINOS NO SE LIMITAN A CONSUMIR FEBRILMENTE MARCAS DE LUJO OCCIDENTALES. YA HAY DISEÑADORES PATRIOS CON PROYECCIÓN INTERNACIONAL. COMO GUO PEI, LA CHANEL CHINA

La primera dama china, Peng Liyuan, todo un referente de estilo, viste con orgullo creaciones nacionales como las de la firma Exception de Mixmind. Su diseñadora, Ma Ke, también fue invitada a exhibir una colección en las presentaciones de la alta costura de París de 2008 con su segunda marca, Wuyong.

Las orientales no solo se calzan con Manolo Blahnik y Jimmy Choo. Para muchas adineradas también cuentan las firmas de zapatos Mary Ching, que fundó en Shanghái en 2009 la diseñadora chino-británica Alison Yeung, con precios que rondan los 300 euros el par, y Stella Luna (entre 250 y 600 euros), que pertenece a Stella International Holdings. Esta compañía con sede en Taiwán ha producido para Balmain, Prada, Bally y Burberry y desarrolla sus propias marcas.

Si ampliamos la búsqueda hay algunas firma más. Está la línea de ropa femenina Uma Wang y la de indumentaria masculina Septwolves, que también apuestan por la calidad. Giada inauguró hace pocos años la primera boutique de una marca china en una de las calles europeas del lujo por excelencia, la milanesa Via Montenapoleone. YShang Xia, filial de Hermès Internacional que nació en 2008, tiene una tienda en París. Su especialidad son los artículos para el hogar (teteras de porcelana con detalles de oro y mesas de madera de sándalo, por ejemplo) y los textiles, como los vestidos de cachemira, a precios algo más bajos que los de Hermès pero elaborados con el mismo gusto por el detalle que el de su casa madre. Y sí, fabrica en China. De hecho, sus diseños hunden sus raíces en la artesanía y en la historia del país, porque sus dueños dicen que su “misión” es llevar la tradición china al mundo actual y al futuro.

Hasta hace unos siete años, la única marca china de lujo que había traspasado la frontera entre Oriente y Occidente era Shanghai Tang, que llegó a radicar una tienda propia en Madrid que cerró en 2012 porque sus propietarios no registraron la facturación deseada. Y hasta aquí nos llegan pocos nombres más, como el de Chow Tai Fook, la red de joyerías china que se ha colado en el cuarto puesto de la lista de las 100 mayores compañías del lujo de la consultora Deloitte Touche Tohmatsu.

Las empresas de lujo chinas no suelen actuar solas. Las más grandes tienen una conexión europea. Shanghai Tang es propiedad del coloso suizo Richemont, dueño de Montblanc y Cartier, entre otras. Uno de sus rivales, el grupo francés Kering (antes llamado PPR), que posee Gucci, también tiene en su haber una marca china, Qeelin, cuyas piezas de joyería y relojería lucen osos panda, dragones y otros elementos tradicionales de Oriente.

Otra de las tendencias actuales es la de que empresas europeas llamen a creadores chinos para que diseñen para ellos. Nada arriesgado, solo una colección cápsula o limitada, lo justo para congraciarse con el chino, que es el segundo consumidor de lujo a nivel mundial, por detrás de Estados Unidos. Lo hizo la corporación italiana de ropa de lujo Iceberg con la artista Zhou Yi. Y al revés: la empresa textil China Garments se asoció con diseñadores italianos para lanzar la marca Sorgere de ropa de calidad para hombres. Las prendas las elabora la italiana Caruso, que también provee a Dior y a Lanvin.

Todas estas marcas quieren parte del pastel, una tarta gigante de 15.900 millones de euros, que es lo que mueve el mercado del lujo en China. Y es probable que las nuevas firmas de lujo de allí terminen compitiendo con las europeas en un futuro, aunque a este lado del planeta nadie recuerde hoy una sola enseña china que elabore productos de alta calidad.

Categorías: Economía Negocios

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