La nueva ruta de la seda y la cuestión de Asia Central
En este artículo para Dang Dai, Matías Caubet, maestrando en Relaciones Internacionales en el IRI de la Universidad Nacional de La plata y miembro del Centro de Estudios Chinos en la misma casa de estudios, plantea que la Nueva Ruta de la Seda y las tensiones en el mar del sur de China, más allá de cuestiones económicas, de inversión en infraestructura y comerciales, son parte de una misma lógica que debería leerse en clave de geopolítica.
Por Caubet Matías (*)
Desde hace tiempo China ha dejado atrás el mero crecimiento económico para suplantarlo por una estrategia de carácter geopolítico. Son muchas las posturas sobre cuál es el rol que está tomando China en el escenario internacional. Autores como Pio García lo ven como un actor contestatario a los designios estadounidenses e incluso, el comienzo de una nueva bipolaridad a nivel global. Otros como Niall Ferguson relativizan este supuesto indefectible enfrentamiento entre ambas potencias. Por su parte, Sergio Rodríguez Gelfenstein señala que tanto Estados Unidos como China podrían, a partir de una lógica en la cual se priorizaría más la cooperación al conflicto, cambiar el viejo esquema histórico por el cual el ascenso de una nueva potencia en el sistema internacional llevaría al enfrentamiento con la gran potencia mundial anterior.
En ese contexto, la realización del mayor proyecto de inversión de Asia, que conecta a los países del sudeste asiático con el proyecto de la Unión Económica Euroasiática llevada a cabo por Rusia, implica no sólo un interés de carácter comercial. En efecto, la realización de un proyecto como el de la Nueva ruta de la Seda (NRS en adelante) se remite a intereses de carácter geopolítico o, en otras palabras, en un diseño estratégico que no se relaciona solamente con el comercio sino con intereses políticos de China en el supercontinente Euroasiático.
Si algo es seguro y fuera de discusión para todos los autores –sea cual sea su enfoque teórico- es que el país asiático se ha convertido en una potencia de carácter global con un margen de decisión cada vez más amplio, una nueva potencia a tener siempre en cuenta por cualquier actor internacional. Hasta hace poco, sin embargo, el crecimiento económico chino no se había visto correspondido con una participación tan notoria del gobierno central en los asuntos de la política internacional. A partir del s XXI y, particularmente, luego del 2008 asistimos a un interés creciente por parte del gobierno chino de demostrar su presencia a nivel regional e internacional. Esto se corresponde con la actual modernización acelerada de las fuerzas armadas.
Las tensiones en el mar del sur de China o los conflictos por las islas Senkaku-Diaoyu con Japón son una manifestación clara de que el gobierno de Xi Jinping ha comenzado a tener una política exterior en la cual los intereses económicos y los intereses geopolíticos están fuertemente vinculados. De esto último no se desprende que China esté buscando un conflicto abierto con EE.UU. u otros actores estatales, sino que simplemente busca crear, utilizando un concepto de Zidane Zeraoui, una zona de seguridad libre de cualquier influencia de las potencias occidentales.
Siguiendo esta línea de análisis, podemos decir que la creación de la NRS vendría a ser un eje fundamental de una política que busca asegurar el control de China en la región a través de las inversiones como una forma de generar desarrollo y, así, reducir los conflictos latentes en las zonas fronterizas del gigante asiático (por ejemplo, su frontera oeste). Al mismo tiempo, dicho proyecto necesita de una presencia militar china realmente importante en la región para asegurar la viabilidad de un proyecto que involucraría buena parte del continente euroasiático.
Podemos afirmar, entonces, que el interés geopolítico de la NRS es el de asegurar la presencia china en la región, en el marco de un reciente proceso de construcción de una zona de seguridad por parte de Beijing. Esta política, insistimos, no es puramente económica y va acompañada de un cambio de direccionamiento en la política exterior china que se viene evidenciando en los últimos años, por el cual el gobierno comienza a brindar mayor relevancia al rol de las fuerzas armadas en el plano externo.
Ahora bien, ¿cuáles son las prioridades que China considera fundamentales en la última década en general y en relación a la NRS en particular?
Claramente la seguridad es un tema de enorme prioridad en su agenda, a medida que aumenta su presencia como potencia de carácter internacional y sus espacios de participación en cuestiones de seguridad aumentan de forma exponencial. Actualmente la nación asiática ha comenzado a tener una actitud diferente si miramos al Pacífico que si miramos a los países de Asia central, pero en ambos casos esta fuera de duda que China ha comenzado a involucrarse en los asuntos de seguridad de países vecinos. El interés ya no es puramente económico sino que refleja intereses de carácter geopolítico en áreas en las que otrora la OTAN y EE.UU. tenían una presencia mucho mayor.
Especial mención merecen la cooperación con Rusia en materia de seguridad en la región y el caso de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), organización creada en 2001 con la finalidad de combatir a lo que los firmantes de la carta fundacional llamaban “los tres demonios”, a saber, el terrorismo, el separatismo y el extremismo religioso, en tanto elementos desestabilizadores de los gobiernos de Asia central. Cabe aclarar además que la OCS fue una iniciativa fundamentalmente china para mantener la estabilidad en su frontera más comprometida debido a las actividades separatistas de diversos grupos étnicos. Dicha Organización fue aceptada por Rusia, que vio en ella una forma de construir gobernabilidad en la región. La OCS ha tenido dos grandes impulsos en su corta historia, uno luego de las invasiones estadounidenses a Afganistán e Irak, en 2001 y 2003, y otro en el último año luego de la crisis de Crimea. En la última reunión en Ufá hace unos meses, se aprobó la entrada de India y Pakistán a la Organización. La fecha de ingreso como miembros plenos aún no está establecida.
Es claro entonces que China, en cooperación con Rusia, busca construir una gobernabilidad en una región en la cual, luego de la “guerra fría”, la influencia estadounidense había aumentado en forma considerable. Por un lado se busca mantener y aumentar la estabilidad en una región donde la presencia de EE.UU. puede disminuir en los próximos años mientras que, por otro lado, hay un juego tácito de carácter geopolítico en el cual China y Rusia están marcando un punto a través del cual Washington no puede pasar.
Así, la prioridad fundamental de China en la región es la estabilidad en los países donde realiza sus inversiones, no el hecho de adentrarse en el carácter de los regímenes políticos con los cuales se vincula –como el caso estadounidense- sino que el principal elemento a considerar por el gigante asiático es la estabilidad. A esto hay que sumarle que Pakistán es un país cercano y por el cual va a pasar un trayecto de la nueva ruta de la seda, por lo tanto es lógico que las exigencias de paz de parte de China a Pakistán se conviertan en un elemento importante para los intereses de Beijing en la región. Creemos que se trata más de un interés general al cual se le suma el incentivo de la nueva ruta de la seda, lo cual lo convierte en un interés prioritario.
Por otro lado, Pakistán es un rival histórico de India, por lo tanto, como señala Higinio Polo, dificulta el acercamiento de China con su también antagonista tradicional en la región, India. Beijing debe priorizar un equilibrio entre un acercamiento y cooperación con Pakistán al tiempo que debe encontrar la forma de no tensionar los vínculos con la India, que además, como señalamos en la respuesta anterior, pasará a ser miembro pleno de la OCS, ya que esto podría llevar a que el plan de la nueva ruta de la seda encuentre dificultades inesperadas.
La nueva ruta es una decisión económica, pero también estratégica. Si bien es cierto que la NRS es funcional a la economía china fuertemente dependiente de las exportaciones, también es cierto que su vínculo con la Unión Económica Euroasiática no es puramente comercial: funciona en sintonía con las medidas tomadas por China en otros marcos como el BRICS con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo o el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura. Ambos buscan desafiar a la vieja estructura del sistema económico internacional. China parece capaz y decidida de salir al escenario internacional como un actor fuerte en su región aunque con contradicciones como lo son la NRS por un lado, y las tensiones en el mar del sur de China por otro. Aunque tal vez, ambos procesos no sean contradicciones, sino parte de una misma lógica que en los últimos años ha comenzado a mirar al mundo no solamente en una lógica de desarrollo pacífico, sino también en clave de geopolítica.
(*) Maestrando en Relaciones Internacionales- Instituto de Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de La Plata, miembro del Centro de Estudios Chinos (IRI-UNLP).
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