Apuesta por el desarrollo
Lejos del elogio acrítico así como del rechazo ligero, el profesor emérito de la UBA Aldo Ferrer señala que los resultados de las crecientes relaciones con China “dependen, esencialmente, de nuestras propias decisiones. Argentina tiene y tendrá la China que se merece en virtud de la eficacia o insuficiencia de sus políticas para impulsar el desarrollo, la cohesión social, mantener los equilibrios macroeconómicos y, en definitiva, fortalecer su soberanía”. En un texto profundo y sustancioso, Ferrer sostiene que “no son creíbles las críticas ‘nacionalistas’ a los acuerdos surgidas de las mismas fuentes que, en el pasado, cultivaron la ‘relación especial’ con Gran Bretaña, los ‘vínculos carnales’ con los Estados Unidos, el neoliberalismo y la racionalidad esencial de los mercados. La relación con China debe observarse desde la perspectiva de nuestras relaciones con todos los integrantes del orden mundial, que es global y multipolar”.
En un artículo para el suplemento económico Cash, escribe que China participa, como potencia industrial, con las antiguas economías avanzadas del Atlántico Norte. Y al mismo tiempo, es protagonista importante en otra esfera de la división internacional del trabajo, la relación “centro-periferia” entre economías industriales y países menos avanzados, por ejemplo América latina como proveedora de manufacturas y capitales e importadora de productos primarios. “China es un nuevo miembro del “centro” pero no participa de la ideología dominante en el mismo ni pretende imponerla en los países el desarrollo”, dice. “En los acuerdos de China con estos países no existen ‘condicionalidades’ de la política económica de la contraparte, como sucede, en cambio, a través principalmente del FMI y el Banco Mundial, con los países avanzados del ‘centro’ histórico. Los mismos cuya ideología hegemónica Raúl Prebisch definió como el ‘pensamiento céntrico’”.
Tras señalar algunas limitaciones actuales al propio desarrollo chino, el ex ministro de Economía dice que “desde las perspectivas de la actual estrategia, cabe esperar que el despliegue de las relaciones con China sea funcional al desarrollo argentino y la resolución de los problemas pendientes. La calidad de nuestras respuestas depende, en gran medida, de la resolución de la restricción externa”. Y que de neoliberal, desarrollista y de emergencia hay que optar por la segunda variante. O sea la desarrollista que consiste en “obtener divisas genuinas a través de los superávit de la cuenta corriente del balance de pagos generados por el fortalecimiento de las finanzas públicas, tipo de cambio real competitivo y estable y una política monetaria consistente con la estabilidad de los precios y el financiamiento del desarrollo”.
Cree que “el tipo de financiamiento externo condiciona, en gran medida, el origen de los equipos materiales, empleo y servicios, necesarios. Cuanto mayor es el crédito de proveedores en el financiamiento total del proyecto, menor es la participación local. (…) Los créditos de proveedores no constituyen, dentro de una estrategia de desarrollo nacional, una fuente aconsejable de recursos. En todo caso, como sostiene la fundamentación de motivos de la ley 18.875, la participación nacional se resuelve en la etapa del proyecto. Es decir, es preciso proyectar y diseñar para lo argentino. Debe respetarse este principio en la formulación de los proyectos que formarán parte del ‘Plan Integrado’ de cinco años previsto en el Acuerdo Marco atendiendo, además, al hecho de que podría haber adjudicaciones directas cuando exista financiamiento concesional (crédito de proveedor) chino. Una vez que está diseñado el proyecto y maximizada la participación posible de la producción local, puede ser conveniente recurrir al crédito de proveedores, como los que ofrece China. La urgencia y la escasez de dólares pueden motivar el empleo de este recurso, como sucede actualmente en el equipamiento del sector ferroviario, que incluye elementos que pueden ser producidos por la industria nacional. La participación de China en la construcción de la cuarta central nuclear pondrá a prueba el alcance del crédito de proveedores chino”.
Sobre el swap entre bancos centrales, opina que contribuye a “aumentar las reservas internacionales del Banco Central. Pueden ser oportunas y convenientes en el corto plazo pero no sustituyen a los superávit en la cuenta corriente del balance de pagos, como el instrumento esencial para acumular reservas reales, sin contrapartida de deuda”.
Y sobre inversiones privadas directas, que “la experiencia internacional (incluyendo la de China y economías emergentes de Asia) y la nuestra demuestra que ese tipo de inversiones sólo es útil cuando complementa, no sustituye, a los emprendedores nacionales. La constitución de empresas conjuntas, con participación nacional mayoritaria, es una vía principal de la inversión extranjera en las naciones exitosas. Es preciso evitar el predominio de filiales que subordinan su estrategia a la de sus casas matrices o país de origen.”
Luego expresa que “a articulación de intereses entre organizaciones empresarias y sindicales, como la promovida por Adimra y la UOM para concertar posiciones sobre la economía argentina, sería una contribución fundamental al fortalecimiento de nuestra posición negociadora con China”.
“Tendremos la China que nos merecemos en virtud de nuestra capacidad de fortalecer nuestra densidad nacional y, consecuentemente, la soberanía. Se acabó el tiempo de las relaciones especiales: con Gran Bretaña, los Estados Unidos o China”, dice en otro párrafo. “Depende de nosotros dentro de qué esfera de la división internacional del trabajo nos vinculamos con China” y “es conveniente que concertemos nuestras políticas respecto del gran país asiático, depositario de una cultura milenaria y admirable que, después de un letargo de cinco siglos, vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en el mundo”.
Artículo completo en el suplemento económico de Página/12
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