El Obelisco, embajada nacional
En un barrio residencial de Beijing, con sucursales en Shanghai y en Changsha, este restaurante parrilla de alto nivel ofrece la mejor gastronomía argentina al público chino o a los extranjeros que lo visitan. Todo, gracias a un caballo de las Pampas que hizo caer a su dueño, el señor Zhang.
¿Alguna vez estuvo en una bodega con cuarenta mil botellas de vino? No debe ser la única, pero lo curioso para alguien que proviene de Argentina es que se trata de una ubicada a veinte mil kilómetros de la plaza del Congreso y que los vinos son, mayormente, de una célebre marca mendocina, Catena Zapata. Son hileras a buen fresco y resguardo y en un pasaje subterráneo que une el restaurante El Obelisco con una cafetería, en Beijing. En el primero, se puede comer la mejor carne argentina, con todo lo que una parrillada merezca para llamarse así (chorizo, morcilla, provoleta y diversos cortes cárnicos); en el segundo, café a la criolla con productos del tipo panadería argentina, casi imposibles de conseguir en otro lugar de China.
El dueño del Obelisco, que también tiene sedes en Shanghai, a cargo del director gerente Tao Scott Wang, con quien también cenamos y conversamos, y más recientemente en Changsha, en el Hotel Inter Continental, es Zhang Shao Ting.
El señor Zhang no habla una sola palabra en español (aunque entiende alguna, lo más básico) ni en ningún otro idioma que no sea el mandarín, pero con toda amabilidad cuenta a Dang Dai su orgullo por esta casa de comidas de alta categoría y por qué se enamoró de la carne y el vino de las lejanas pampas como para abrir, hace diez años, este emprendimiento gastronómico en el distrito pekinés de Chaoyang, en el quinto anillo de la ciudad, residencial y de gran categoría.
La circunstancia del flechazo no fue la mejor. El señor Zhang, que en China es dueño de un poderoso grupo constructor, visitaba Argentina en el año 2000 cuando se accidentó andando a caballo y debió a permanecer en Buenos Aires por mucho tiempo. Vivió, entonces, en un hotel de Puerto Madero y comía a menudo en el restaurante Mirasol, nos cuenta su asistente Cecilia Liu, mientras degustamos una molleja exquisita y crujiente como si estuviéramos exactamente del otro lado del planeta y nos van trayendo y sorprendiendo también con una jugosa empanada, ensaladas (acaso el camarón encima de ella estaba de más ahí) y hasta salsa criolla o chimichurri.
Que no lean los que combaten a esa plaga llamada colesterol, pero Zhang descubrió que el vino y la carne, de los buenos, lo hacía adelgazar. Lo contó así, traduce la intérprete: los chanchos engordan porque comen cereales como arroz u otros granos; en cambio los leopardos tienen una hermosa cintura delgada por ser carnívoros. A los chinos les gusta ese tipo de imágenes.
Al regresar a China, Zhang fue a comer a un restaurante brasileño, lo más parecido que encontró, pero se dio cuenta de que no había ninguno argentino, ni en Beijing ni en toda China. Y ahí arrancó la aventura.
El accidente equino no le quitó al dueño de El Obelisco las ganas de volver a Argentina, al contrario. Porque ama su cultura, el medio ambiente, el aire fresco, los edificios antiguos y la buena gente, dice, lo hace a menudo y ha recorrido casi todo el país. En cada viaje aprende algo más para incorporar a sus restaurantes. Por ejemplo, los parrilleros fueron adiestrados por maestros argentinos de Rosa Negra, un restaurante de la localidad de Martínez, en el norte del Gran Buenos Aires. “Entre 2003 y 2004 invertimos tres millones de yuanes (medio millón de dólares al cambio de hoy) para invitar a un equipo de siete parrilleros a que entrenaran a nuestros cocineros”, explica Zhang.
El cuidado de los productos que se consumen en sus restaurantes y cafetería es al detalle. La casa importa de Argentina, de los mejores frigoríficos con cuota Hilton, sublimes calidades carne (las achuras las preparan en El Obelisco, fue parte del curso de aprendizaje) como así también dulce de leche, alfajores, yerba mate, cerveza y hasta agua mineral, que traen de Entre Ríos. Todo de primerísimas marcas. Y es importador exclusivo de la mencionada bodega.
La clientela habitual está formada por diplomáticos, empresarios, artistas y gente joven, todos con un nivel de ingresos medio a alto. Y el escenario es amplio y relajado, hermoso para disfrutar en especial de noche, siempre que no haya una boda u otro tipo de ceremonias que suelen celebrarse en el lugar.
En la entrada, una a cada lado, hay banderas de Argentina y de la República Popular China, así como una estatua de un toro. Los salones –diseñados, como toda la obra, por un argentino- son cómodos, sobrios y elegantes, con grandes ventanales que dan a un parque con mucha arboleda y donde hay una playa de estacionamiento para doscientos autos. En total, el predio abarca 3.200 metros cuadrados. Entre el restaurante y la cafetería hay un patio externo donde se eleva un obelisco idéntico al de Buenos Aires pero de un tercio de su tamaño real. Acaso esté cuidando el tesoro que hay abajo, las botellas de la noble bebida. Es, para muchos, fuera de la Embajada argentina en Beijing, la más destacada delegación permanente albiceleste en China.
Locales:
En Beijing. Nº 1, Dong Lu ,Lai Guang Ying, distrito Chao yang. www.betc-obelisco.com, teléfono (+86 10) 84703128 / 1666
En Shanghai, Edificio 19, Nº 32 Qinhuangdao Road, distrito Yangpu, teléfono (+86 21) 65721666 / 20228140
En Changsha, Hotel Inter Continental Changsha. 1500 Xiangjiang North Road, teléfono (+86731) 89668866
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