La noche del abrazo entre la pólvora y el tango
La pólvora, invento chino, y el tango, invento argentino, se abrazaron la mágica noche del sábado sobre el Riachuelo ante una multitud que celebró la música y los fuegos de artificio del chino Cai Guo-Qiang, quien brindó un espectáculo artístico único en Argentina. Los locutores, Carlos Lin y Horacio Cabak, estimaron la presencia de más de 100 mil personas lanzadas a la Vuelta de Rocha, en el barrio porteño de La Boca, para disfrutar de un inédito arte de bandoneón y luces.
Cai Guo-Qiang (se pronuncia Zai Kuo-Chiang) montó su arte en cuatro períodos históricos de un género musical que indudablemente lo ha cautivado, como a miles de chinos. Desde sus orígenes a fines del siglo XIX hasta 1940, la época dorada que llega a 1955, el período turbulento de la historia política argentina desde el golpe contra el presidente Perón hasta el regreso de la democracia en 1983 y el tango actual, con sus bríos renovados. Por cada etapa, desde La Cumparsita hasta el tango electrónico, pasando por Carlos Gardel, Mariano Mores y Astor Piazzolla, entre otros, Cai armó un show que definió, intérprete mediante, más como reflexión del caos e incertidumbre del mundo actual que como mero espectáculo de fuegos artificiales. En su obra llamadaLa vida es una milonga. Tango en fuegos artificiales para Argentina jugó con los colores, incluido el negro, raro para una bengala de luces, y cerró con Vuelvo al Sur con celestes y blancos, como homenaje a los argentinos. Mientras, un sexteto, voces en vivo y bailarines ponían banda sonora al trabajo del artista.
La Vuelta de Rocha estaba desbordada, en una noche que se prestó de manera inmejorable para la ocasión, lo mismo que las calles de La Boca que mueren en la rivera. Testigos mudos eran también los puentes típicos del barrio, los conventillos y cantinas.
El megashow arrancó pasadas las 20 horas del sábado y duró unos 80 minutos, incluyó 43 mil explosivos que cayeron sobre el cielo y el agua y fueron lanzados desde una plataforma especial de 3000 metros cuadrados.
En la organización, de la Fundación Proa y el gobierno porteño, hubo decenas de personas trabajando para controlar cada disparo de pólvora al milímetro desde las plataformas instaladas sobre el río, una central, de 50 por 50 metros, y otra de 180 metros de largo con fuegos dispuestos en las zonas costeras del río.
Los fuegos artificiales partieron de en tubos de metal direccionados en distintos ángulos y resguardados dentro de una carpa. Para formar sus figuras y dibujos el artista chino utilizó una técnica de “monodisparos”, con una sola explosión por vez, a diferencia de las que se hacen en general, que explotan de a varias. Todo controlado desde computadoras.
Hasta el 1 de marzo se puede visitar en Fundación Proa (Avenida Pedro de Mendoza 1929) la muestra “Impromptu” (improvisación), de paisajes a gran escala realizados en pólvora sobre papel con impresiones de visitas del artista chino a Misiones y a Salta.
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