Contra el neoliberalismo
Sigue el conflicto en Hong Kong pero se abrieron negociaciones entre el gobernador Leung Chun Ying, que por ahora no renuncia, y los estudiantes, que lideran el reclamo por elecciones sin imposicines en 2017. Aquí publicamos una nota de Ming Chun Tang, escritor hongkonés, publicada en inglés y traducida por el sitio SinPermiso. El autor señala que, en el fondo, la lucha es contra el neoliberalismo, lo que es ocultado por las grandes cadenas de noticias internacionales.
–La lucha de Hong Kong contra el Neoliberalismo
Ming Chun Tang (*)
Mientras los manifestantes inundan las calles de Hong Kong exigiendo elecciones libres en 2017, la prensa internacional aporta su interpretación habitual, caracterizando la lucha como un enfrentamiento entre un Estado autoritario y unos ciudadanos que quieren ser libres. La izquierda, por su parte, ha mantenido un notable silencio sobre el tema. No es claro todavía si se trata de incapacidad para comprender la situación, de falta de voluntad para apoyar unos valores supuestamente liberales, o renuencia a criticar a China. Las noticias sobre Occupy Central inundan las primeras páginas de los principales medios de comunicación y tanto la BBC como la CNN han publicado “argumentarios” que confunden más que explican, sin hacer ningún esfuerzo real por profundizar en las raíces económicas de descontento. La BBC ha ido tan lejos como para preguntarse si “el futuro de Hong Kong como centro financiero”, está “amenazado” – lo que nos da una idea de cuáles son las prioridades del establishment mundial.
Pero independientemente de lo que la BBC quiere que el mundo crea, Occupy Central no es tanto una lucha por la democracia como una lucha por la justicia social. Es cierto que los hongkoneses están molestos por la interferencia de Beijing en sus asuntos internos, ya sea la inmigración desde China, los atentados a la libertad de prensa, o los programas nacional-propagandísticos de “educación moral y nacional”. Estos problemas si bien son graves, palidecen en comparación con la difícil realidad de la vida cotidiana en Hong Kong. Como el profesor de la City University de Hong Kong Toby Carroll señala, uno de cada cinco habitantes de Hong Kong vive por debajo del umbral de pobreza, mientras que la desigualdad ha aumentado hasta uno de los niveles más altos del mundo. Los salarios no han aumentado en línea con la inflación – lo que significa que han caído en términos reales, el salario mínimo, que no fue introducido hasta 2010, se ha fijado en HK$ 28 (US$ 3.60) la hora – menos de la mitad que en los Estados Unidos. No hay derecho de negociación colectiva, no hay prestaciones de desempleo ni pensiones. La semana de trabajo promedio es de 49 horas – cómo si no fueran suficientes las 40 horas habituales. Los precios de la vivienda se encuentran entre los más caros del mundo. Incluso el neoliberal The Economist sitúa a Hong Kong en lo más alto de su índice de capitalismo de amiguetes a una cierta distancia de los demás.
La lista de personas que se han pronunciado en contra Occupy Central es particularmente reveladora: el oligarca Li Ka-shing, el HSBC, las cuatro firmas contables más grandes del mundo, entre otros en los círculos de negocios. El principal problema con la administración hongkonita de CY Leung no es el hecho de que no fuese elegido democráticamente, sino su servilismo ante todo a dos grupos: Beijing, por un lado, y las élites locales, por el otro. En otras palabras, está muy lejos de ser democrático y representativo. No es difícil ver por qué las grandes empresas y los oligarcas están aterrorizados ante Occupy Central: cualquier movimiento hacia una democracia auténtica les haría perder poder y su control sobre Hong Kong. El status quo, por otra parte, les conviene.
Los habitantes de Hong Kong no son precisamente un grupo de ideólogos. Nunca hemos podido votar – ni durante los 17 años de dominio colonial chino, ni durante los cien años de dominio colonial británico antes – pero éramos buenos súbditos coloniales y nos quedamos tranquilos porque nos iba bastante bien la vida. Pero a medida que la clase media y trabajadora comienzan a sentir la crisis, la clase dominante está empezando a darse cuenta de que no puede simplemente dejarles un trozo más grande de pastel. La batalla por la democracia no es una batalla por el voto, sino una batalla por una democracia auténtica: por el derecho del pueblo a auto-gobernarse. El voto no es más que el punto de partida de un largo proceso de reformas que le quite el poder de las manos a las élites hongkonitas y chinas y, por primera vez, lo ponga en las de la gente común.
(*) Publicado en SinPermiso
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