El traidor asumido Dong Yansheng

26 agosto, 2014

El hispanista chino Dong Yansheng: Un traidor de Don Quijote2

En el sitio oficial de información de China en Internet, Jorge Fernández Montes presenta una entrevista a Dong Yansheng, traductor del Quijote. Durante la charla Dong repasa las traducciones de Lin Shu y Yang Jiang, y asume que “Cervantes es muy aficionado a los juegos de palabras y la mayoría de ellos son intraducibles. En este caso me he visto obligado a traicionar textos originales. Hace falta hacer eso para conservar el efecto que quiere causar el autor. Traicionamos las palabras para ser fieles al sentido”. Asimismo, explica que “una traducción literal borrará todo el sabor humorístico”.


 – El hispanista chino Dong Yansheng: Un traidor de Don Quijote

Por Jorge Fernández Montes

La traducción que Dong Yansheng ha hecho de Don Quijote revela despiadadamente la realidad de un arte efímero, rehén de los cambios lingüísticos y de los vaivenes de la modernidad. La perennidad de una obra literaria en otro idioma, asegura, yace en las aportaciones de genios venideros en el arte de la traducción. ¡No te hagas ilusiones, ningún traductor es definitivo!. Dong Yansheng se declara un traidor de las palabras, pero no por ello se despoja de la armadura, esa que le ha dado la vocación, y dibuja fielmente en ideogramas chinos el humor y los juegos de palabras en la obra de Cervantes. Inquisidor de los falsos profetas, Dong Yansheng habla del Quijote y del arte de la traducción.

¿Qué cualidades deben existir en un traductor según Dong Yansheng?

Paciencia y arte. Esto es cierto. En realidad cualquier trabajo serio debe hacerse con paciencia y una dosis de arte. La traducción sobre manera debe ser así. Pero aparte de paciencia y cierta dosis de arte, uno debe especializarse en esta materia. No basta con hablar el idioma, que es la primera premisa, es necesario dominar con bastante nivel las dos lenguas en cuestión.

Desgraciadamente hay quienes hoy piensan que esto no hace falta, que sólo es necesaria la lengua materna. Y luego provisto de un diccionario bilingüe, cualquier imbécil es capaz de lanzarse a traducir. Eso pasa aquí en China y hay mucha gente que así lo hace.

¿No cualquiera puede traducir?

Lin Shu[traductor de una versión del Quijiote en la década 20 del siglo XX] no conocía ninguna lengua extranjera. Hizo una traducción en la que colaboraba un ayudante que, tenía en mano una versión inglesa o francesa y le iba traduciendo oralmente mientras el señor lo ponía por escrito en chino clásico. Creía que esa modalidad de chino clásico era digna de consideración y que no debía usarse el lenguaje de un carretero, que era el calificativo que él aplicaba al que hablaba la gente común y corriente.

Por su parte, la versión de Yang Jiang, que ha sido la que yo confrontaba con la obra original, está plagada de errores elementales. El conocimiento que ella tiene del español es muy precario. Comencemos por ver cómo ha traducido algunos nombres propios: faraón, Asiria, Chipre, entre muchos otros. Las peculiares transcripciones fonéticas de estos términos específicos ya están incorporadas al léxico del chino moderno y forman parte del vocabulario de cualquier chino de cultura media. Pero, debido a la diferencia ortográfica del español y el inglés o el francés, que quizá fueran lenguas más o menos familiares para la traductora, ella no pudo reconocerlos y tampoco se tomó la molestia de consultar algún diccionario bilingüe. Sencillamente optó por inventar sus propias transcripciones fonéticas totalmente extrañas que desconciertan a los lectores, que ignoran por completo a qué se refiere.

Dominar la lengua fuente y la lengua meta es primordial para dedicarse a cualquier actividad relacionada a la traducción. Es la premisa elemental y la más básica, pero a algunos incautos eso les parece innecesario. Creen que con estudiar un idioma en dos meses ya están en condiciones de acometerse a la tarea de traducir. Estos traductores del Quijote son muy valientes. Sin embargo, como carecen de la competencia indispensable del oficio, lo que consiguen finalmente es desprestigiarse a sí mismos.

¿En qué momento inicia Dong Yansheng su carrera como traductor?

En un principio yo me dedicaba por entero a la enseñanza, nunca hice trabajo de traducción. Durante toda mi juventud, China estaba encerrada en sí misma y sin apenas relaciones con la mayor parte del resto del mundo, (la culpa no la tenía exclusivamente el país). Además, en aquellos años se aplicaba un criterio estrambótico sobre aquellas personas cuyo trabajo generaba fama y beneficios, se decía que tenían un afán individualista burgués. Eso me cohibía. Nunca se me ocurrió hacer trabajos de traducción ya que una obra, por insignificante que fuera, debía tener una mención y una paga.

El trabajo de traducción lo comencé tras la apertura. En ese momento la sociedad china comenzó a sentir la necesidad de conocer lo que ocurría en otras partes del mundo. Y las editoriales comenzaron a buscar traductores para obras literarias. La primera obra en la que participé fue una antología de cuentos latinoamericanos, esto fue en 1981, participaron muchas personas. Yo traduje bastantes cuentos hispanoamericanos, entre ellos algunos mexicanos como por ejemplo, José López Portillo y Rojas. Me gustaba sobre todo el “Guardajugas”, un cuento fantástico de Juan José Arreola.

¿Cómo se le ocurrió la idea de traducir el Quijote?

No se me ocurrió sino que me ocurrió. Un día se presentó en mi casa un señor que se decía redactor de alguna editorial y me planteó de sopetón si me animaba a traducir el Quijote. En un principio, me dejó de una pieza porque nunca había pensado en eso. En aquél entonces iniciaban los requerimientos para los derechos de autor y la editorial a la que representaba ese hombre quería tener su propia versión. Me explicó el problema y me quedé callado sin saber qué contestar. Mientras tanto me decía para mis adentros ‘¿Por qué no voy a probar?’. Le pedí que me diera dos meses de plazo para que fuese reflexionando sobre el tema a ver si finalmente tomaría una decisión. Me puse a leer la versión de Yang Jiang y cada vez que me surgía una duda, consultaba la versión original y descubría errores elementales. Esa traducción hizo que me animara ya que creía que no cometería ese tipo de errores, errores de guardería infantil.

¿De qué herramientas se valió para traducir el Quijote?

En ese tiempo, afortunadamente, acababa de adquirir mi primera computadora. Si lo hubiera hecho a mano, hubiera sido una pesadilla, y con una máquina de escribir habría sido un incordio corregir, agregar, suprimir, cambiar de sitio, etc. La computadora me facilitó mucho las cosas, pero también me causó muchos problemas porque no había programas en español. Un amigo modificó un programa y pude comenzar a escribir, pero cada vez que escribía la letra “ñ” el programa separaba el espacio de las letras y yo debía borrar uno a uno los espacios. Esto me complicó mucho el trabajo.

Hubo varias cosas que me facilitaron la traducción. La facultad [de Español y Portugués de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing] tiene una buena biblioteca y el material de consulta estaba todo a mi disposición. Además en ese tiempo no se me encargaban muchas clases.

También me ayudaron muchos de mis amigos. Tengo amigos hispanohablantes eruditos y cultos, entre ellos Juan Morillo, un hombre culto y con un gran dominio de la lengua. Con mucha frecuencia, lo sacaba de la cama a media noche para solucionar mis problemas. Varios amigos estaban a mi disposición y yo los iba turnando. Con esa ayuda terminé la traducción en dos años, trabajando tres turnos diarios, por la mañana, por la tarde y por la noche. Se ve que mi traducción del Quijote no fue un trabajo en solitario.

¿Es el traductor constructor o destructor de obras literarias?

Yo no diría destructor pero de vez en cuando un buen traductor debe ser en cierta medida un traidor. Cervantes es muy aficionado a los juegos de palabras y la mayoría de ellos son intraducibles. En este caso me he visto obligado a traicionar textos originales. Hace falta hacer eso para conservar el efecto que quiere causar el autor. Traicionamos las palabras para ser fieles al sentido. Es una traición ocasional pero necesaria. En el Quijote abundan los juegos de palabras. El Quijote hablaba en una lengua culta y Sancho lo interpretaba a su manera, y de esas interpretaciones salen cosas muy graciosas. Pero una traducción literal borrará todo el sabor humorístico. Al toparse con este problema, el traductor-traidor tiene que ingeniárselas para adaptar el juego a las características del idioma chino.

¿Es Ud. el último traductor del Quijote?

No lo creo. Yo soy partidario de que la traducción de obras importantes se renueve a cada cierto tiempo. El lenguaje, el gusto estético, la mentalidad y la filosofía cambian. Una traducción debe adaptarse a lectores contemporáneos. Ningún traductor, por bueno que sea, tiene derecho de atribuirse el título de “el definitivo”. ¿Cómo vas a prever esos cambios arriba mencionados? Obviamente, el traductor está maniatado a la época que le toca vivir. La versión que tú aportas será buena para tu época, pero no necesariamente para épocas posteriores. Siempre habrá genios venideros, que son los que harán que las obras inmortales consigan perpetuarse. Todos tenemos cierta dosis de vanidad. Claro a cualquiera le gustaría ser el último genio, sin embargo, la despiadada realidad se encargará de pararle los pies: no te hagas ilusiones. Te complazcas o no, así está hecho el mundo.

¿Qué aportación han hecho los autores de los países hispanohablantes a la literatura china?

La mayor influencia ha sido del realismo mágico. Durante la época comunista predominaba en el campo artístico una sola corriente: el realismo socialista. Los escritores efectuaban sus creaciones ateniéndose a esta directiva, lo que les castraba totalmente la imaginación, que el único lujo que se permite un genuino artista. Sin imaginación no habría arte. El realismo socialista no dejaba espacio para fantasías. El consejo de escritores latinoamericanos ha sido ‘deja volar tu imaginación y ya te saldrán las mejores obras’.

En este sentido, los escritores chinos están endeudados con sus homólogos de América Latina, por ejemplo, Mo Yan y ChenZhongshi, autor de Bai Lu Yuan, en donde se palpa esa influencia. Los escritores clásicos chinos tenían una gran imaginación, en Hong LouMeng (Sueño en el Pabellón Rojo) hay una gran cantidad de cosas fantasiosas, pero el realismo socialista estranguló todo esto. Hubo una atrofia de la libertad mental. Muchos creímos que el socialismo traería la libertad a la sociedad, pero lo que ocurrió fue una privación total de ella. No hubo tal libertad ni de pensamiento, ni de acción ni de nada.

¿Qué hacer para fomentar la traducción en una sociedad que se vuelca cada vez más hacia la materialidad de las cosas?

El afán materialista que impera en China es una reacción a la absoluta penuria que nos tocó vivir. Imagínate: pasábamos hambre a causa de la escasez de alimentos. De modo que, cuando una sociedad se da cuenta de que puede disfrutar de otra vida, es muy natural que se lance a ella. Es resultado inevitable de lo que pasó. Sin embargo, a pesar de lo poco lucrativo que es la labor de traducir, la gente sigue dedicándose a ella por múltiples motivos. Uno de ellos es que las instituciones educativas piden muchos requisitos para la promoción. Si un joven quiere subir de puesto, entonces debe presentar trabajos, tesis, disertaciones o traducciones. Muchos lo hacen impulsados por esta necesidad, aunque no por vocación, he notado esto en muchos de mis colegas jóvenes. Es un problema que no me incumbe, pero espero que la sociedad genere su propio remedio para curarse de algunos de estos males.

¿Hay peligro de que ante el limitado número de sinólogos hispanohablantes se traduzca al castellano únicamente lo que los chinos quieren que se traduzca?

Es inevitable que aquellos que se dedican a traducir obras chinas al español sigan su propio criterio. Todos tenemos una visión limitada. Un chino piensa de manera diferente de un hispanohablante sobre las obras que debe traducir. La solución está en que surja un gran contingente de sinólogos en el ámbito hispánico, algo imposible a corto plazo.

China tenía necesidad de romper el bloqueo que impusieron las potencias occidentales. Por ello comenzó a formar intérpretes de muchas lenguas, entre ellas el español. Los países hispanohablantes no tienen esta necesidad.

América Latina ve en China a un mercado para el intercambio de productos, pero no como una potencia cultural que llame su atención. Para que eso ocurra, todavía tenemos que esperar mucho tiempo. Probablemente, la cultura antigua china ejercerá cierto encanto fuera del país. Lamentablemente la cultura moderna tiene poco que ofrecer al resto del mundo.

¿Qué hacer?

Estos son temas que corresponden al gobierno, a los políticos. Debe existir cierta necesidad, una necesidad cultural que ahora desgraciadamente es precaria. La necesidad de China hacia América Latina existe, pero la de otra parte no es equiparable. Los latinoamericanos miran más al norte. Ahí está el ejemplo que quieren seguir y el ideal que quieren alcanzar.

Y mientras América Latina se devana por inventar una brújula que ofrezca otro camino a su desorientación occidental, China resarce lentamente la imaginación castrada y alista a un ejército de caballeros traductores. No más temor al individualismo burgués. No más genios cohibidos. La Academia de Traducción de China, establecida el 29 de julio de 2014, pulirá el talento de chinos y extranjeros, y hará que este ejército de artistas transcriba la riqueza cultural del mundo en millones de ideogramas chinos. Dong Yansheng es escéptico del desplazamiento transpacífico de la cultura moderna de China. Subestima quizás el resultado final de la confrontación entre el presente y el pasado de China. Mientras, a la espera de que los literatos modernos chinos sanen sus alas y se echen al vuelo, los artistas de la traducción se preparan para traicionar la palabra y presentar fielmente al mundo la fantasía de la imaginación china. Habrá que esperar a que llegue ese día. Finalmente, la paciencia es una de las cualidades que debe existir en todo buen traductor.

Categorías: Cultura

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