Chequera y pragmatismo

26 julio, 2014

En un artículo del diario Río Negro se analiza la coyuntura de la relación con China integrando los puntos de vista de Diego Guelar, Jorge Castro y el ensayista español Juan Pablo Cardenal. “Acuerdos estratégicos y multimillonarios créditos abonan una estrategia que más que influencia geopolítica busca garantizar insumos y ganar mercados”, escribe Carlos Torrengo.


La historia acredita a Napoleón Bonaparte decir: “Dejen que China duerma, cuando se despierte la sentirán”. Como muchas de las frases del arcón de la historia, no se sabe quién lo dijo realmente. Pero es posible que ese corso talentoso y de febril imaginación que hizo jadear a Europa -que en su tiempo era hacer jadear a gran parte del mundo- haya pensado en esos términos de China. Si lo obsesionaba Medio Oriente, ¿por qué no habría de promover revoltijo en su cabeza ese lugar del cual le llegaban hilos muy débiles sobre su naturaleza, su silencio o sus ronquidos? Y hace mucho que China dejó de dormir: su poder económico está entre nosotros. Y la reciente gira del presidente Xi Jinping ha generado ríos de tinta y debates sobre la arquitectura que da forma a esa relación.

Autor de “La invasión silenciosa” -sobre la creciente influencia de China en esta parte del planeta-, el diplomático Diego Guelar descree de una China potencia con designios imperiales. Y hay un dejo de desencanto cuando se fuerzan comparaciones: “¿Pekín será como Londres o París dominantes en los siglos XVIII o XIX o la Madrid que perdió incluso por holgazanería un imperio en el cual jamás de ponía el sol?”.

-Nada de eso. La he estudiado, visitado cinco veces, metido en los entresijos de sus gobernantes, de sus organizadores de ideas y estoy convencido de que vienen a aprovisionarse y a vender. Se están preparando para ser 1.500 millones. Vienen por negocios y más negocios, de eso se trata -dice Guelar, un hombre de sólida formación que, descendiendo de una familia de la alta burguesía porteña de los 60, militó en Montoneros, se exilió y durante la presidencia de Carlos Menem fue embajador ante Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea. Hoy es asesor de Mauricio Macri en temas internacionales.

Pero a Guelar hay un punto que sí lo inquieta, cuando lápiz en mano pasa revista a los datos del intercambio comercial de China con América del Sur.

-Es imparable, se despliega a velocidad uniformemente acelerada. En el 2002 el intercambio era de 10.342 millones de dólares, hoy supera (siempre en términos de América del Sur) más de 13.000 millones. En este marco, Argentina forma parte del segundo escalón de socios comerciales. El crecimiento de la demanda china puede, en pocos años, marcarnos desequilibrios en las negociaciones si se negocia individualmente con ella. Entonces, si hoy les vendemos soja para la producción de cerdos chinos, debemos comenzar a pensar en procesos que nos lleven a ponerle valor agregado a la soja y además, mediante la potenciación de la industria frigorífica propia, venderles cerdos procesados, señala.

Y cuando se le pregunta sobre el principal socio en el continente que tendría Argentina en políticas para una relación más equilibrada, Guelar no duda ni demora la respuesta: Brasil, “hoy el socio más importante que tienen en esta parte del mundo”, acota.

Otra es la mirada que tiene el ensayista español Juan Pablo Cardenal. Sostiene que a China no le interesa comprar con valor agregado lo que compra en Argentina. “El valor agregado se lo ponen ellos, porque ellos necesitan generar y generar trabajo en las condiciones que lo generan en términos masivos: mano de obra muy barata”, explica.

“La silenciosa conquista de China” es el fruto de una década que pasó Juan Pablo Cardenal deambulando por China con mirada de lince, escéptica sobre los términos estratégicos con que América Latina se relaciona con aquel gigante. ¿Cómo se funda ese escepticismo? Veamos.

• Cortoplacismo. Es un vínculo trabajado por parte de Latinoamérica, desde una cierta necesidad de recursos: los chinos son muchos y compran.

• Este cortoplacismo no computa -es posible que en esto Cardenal se acerque a posiciones mantenidas por Guelar en su libro- las dificultades crecientes que surgirán para negociar con China cuando ésta apure el paso de sus demandas.

• Por encima de las inversiones concretas y las compras que China hace y hará en esta parte del mundo, no tardarán en emerger lo que Juan Pablo Cardenal define sin eufemismos en su libro como sus “malas prácticas” características. En una reciente entrevista que le realizó “La Nación” sintetizó el pensamiento que mantiene en su libro alrededor de este tema. Dijo, por caso:

– China invierte en el extranjero con su propio modelo y mentalidad: malas condiciones laborales, cero transparencia, corrupción, acuerdos sólo con elites. Por lo tanto, en el fondo todo depende de cada país receptor -de sus gobiernos, medios de comunicación, instituciones, ONG y demás-, exigirle que cumpla la ley y que haga negocios de acuerdo con los estándares que son aceptados internacionalmente. Si no los hacen ellos, no los hace nadie.

– China viene con plata en la mano. Tiene la demanda, tiene el mercado más grande a futuro, vincula la extracción de recursos con la construcción de infraestructura y concede préstamos. En consecuencia: ¿qué gobierno quiere poner en riesgo todo eso, por ejemplo, porque en una mina las condiciones laborales nos sean las mejores?, pregunta.

En síntesis: para el español, la crecientemente fuerte y dependiente relación económica que América Latina teje con China es cortoplacista. Puede entrar en contradicción no en cuanto al contenido de lo transable. Sí en cuanto a estilos y formas en que el socio más grandote maneje ese contenido.

Y no parece ocioso bucear en “China, el imperio de las mentiras” que el francés Guy Sorman publicara hace seis años, para encontrar otra mirada cautelosa sobre designios y procederes del gigante asiático, sobre todo en materia de derechos civiles y medioambientales.

Liderando el Instituto de Planeamiento Estratégico, Jorge Castro se independiza de toda sospecha sobre las formas y estilos con que China se relaciona, al menos con Argentina. Quizá el más minuciosos y mejor informado analista de temas internacionales que tiene el país -hombre de no menos de seis horas diarias dedicadas a la lectura y con manía de subrayar firmemente párrafos-, Castro afirma que Argentina es “decisiva para la seguridad alimentaria de China”.

Desde hace dos décadas Castro sigue la evolución de China con tenacidad, precisamente, asiática. Y que siempre relaciona con Argentina. Veamos:

• Argentina triplicó en 15 años su producción agrícola. No tiene un mercado interno exigente que pueda reclamar la búsqueda de equilibrios a la hora de vender. El país sigue superando año a año el volumen de su cosecha de granos, que en este 2014 rozará los 105 millones de toneladas. Por volumen, incluyendo además a la soja, la dependencia de China de Argentina es excluyente siempre en materia alimentaria.

• Argentina corre, además, con handicap en cuanto a los problemas de crecimiento que enfrenta hoy la economía china. Por caso, la semana anterior el gobierno chino proyectó una expansión de la economía interanual del 7,4%. Es el nivel más bajo en 18 meses, tras el 7,7% interanual que se dio en el cuatro trimestre del año anterior.

• Para Castro, sin embargo, las suaves desaceleraciones de la economía China, medidas en términos de compensar vía la disminución de importaciones, no afectan a Argentina. “Recortan las importaciones de minerales metalíferos, no las de los commodities granarios y agroalimentarios”, sostiene.

Y agrega un concepto relacionado con la región. Para Castro, la reciente visita del ruso Vladimir Putin y del presidente Chino Xi Jinping es la ratificación de que “los yacimientos de shale oil y shale gas de Vaca Muerta en Neuquén dieron al país una importancia geopolítica mundial”. “Tanto China como Rusia aspiran a que la Argentina se incorpore a (el grupo de las potencias emergentes) los Brics”, recordó Castro y sentenció: “La Argentina en su condición de país gasífero y productor de agroalimentos está en condiciones de participar de este grupo del poder mundial”.

En síntesis, entre dimes y diretes, China ya está entre nosotros. Disimulamos toda reflexión sobre su sistema político: de hecho, una dictadura ya no de partido sino de masiva burocracia estatal y el respaldo de la clase gerencial y propietaria que da forma y protagonismo a la actividad económica y privada.

Los demás, cómo seguirá la relación con China… bueno, lo dirá el tiempo.

 

Categorías: Política

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