Malena analiza el perfil del comercio bilateral
A casi un mes de la visita que hará a Argentina el presidente de China, Xi Jinping, con casi 180 empresarios orientales, el sinólogo Jorge Malena, director de Estudios sobre China Contemporánea de la Escuela de Estudios Orientales de la Universidad del Salvador, conversó con Dang Dai sobre la realidad de la relación bilateral. En particular, rechazó la simplificación que -a su juicio- a veces prima cuando se habla de “primarización“ productiva sin tener en cuenta un nuevo marco de la estructura de la economía y el comercio globales.
–Varios economistas plantean que el comercio y las inversiones entre ambos países están primarizando el perfil productivo argentino, ¿Qué opina?
El patrón regional de las exportaciones a China indica que los productos primarios no sólo de la Argentina sino también de los países del Mercosur (Argentina 75%; Brasil, 82% y Uruguay 89%) predominan, por sobre los de alto o mediano contenido tecnológico. En 1990, hace sólo 24 años, China era un país no tan industrializado y tecnificado como lo es ahora. En 1990 Argentina era, al igual que hoy, dependiente de las exportaciones agrícolas o agro-industriales. En Argentina existieron talleres de fabricación y reparación de trenes y por una causa u otra la mayoría han desaparecido o continuado trabajando con tecnología antigua. En estos 24 años China ha recibido inmensas inversiones extranjeras, a un promedio de 50 a 60 mil millones de dólares anuales. La Argentina no alcanzó al 10% de dicha cifra.
¿Cómo juega la soja en ese esquema?
China quiere comprar preferiblemente poroto de soja en lugar de aceite de soja (aunque todavía somos el principal proveedor de China de aceite de Soja), porque necesita alimentar sus fábricas de aceite. Es bueno recordar que hoy el poroto de soja se cotiza en el mercado de Chicago a 500-550 dólares por toneladas, mientras que en 1990 la cotización no alcanzaba a 200.
Hoy se dice que los países como la Argentina, Brasil, Ucrania, Canadá y EE.UU., todos productores y exportadores de alimentos, seremos las grandes potencias del futuro cercano, en virtud de que las clases medias (sobre todo las asiáticas) están creciendo en número de individuos y en poder adquisitivo.
Se habla del 52% de las poblaciones asiáticas pertenecientes a la clase media hacia 2030, lo que significa una demanda aumentada y creciente de materias primas alimenticias.
Una computadora hoy cuesta comparativamente menos que hace 10 años y seguramente costará menos dentro de 5 años, mientras que los alimentos básicos verán aumentar su valor.
Antes se hablaba de términos del intercambio (precios de productos primarios versus precios de manufacturas) negativos para nuestros países…
Y ahora se habla de la “trampa de los recursos naturales”, susceptible de incidir en la apreciación del tipo de cambio, y disminuir la competitividad de nuestras exportaciones. Pero hoy hay varias miradas sobre este fenómeno, tanto entre empresarios como en académicos: una visión más moderna, revalúa el hecho de que está incrementándose la participación de los bienes primarios -que hoy representan el 10% del total- en las exportaciones mundiales. La creciente diversificación de la demanda -no sólo asiática sino también africana- ofrece marco a una nueva especialización, donde los procesos productivos, la tecnología y la innovación en materia productiva, están recibiendo inversiones, al crearse nuevos servicios asociados, como en know how tecnológico, trazabilidad, siembra directa, biodiesel, por solo citar algunos de los componentes de la “nueva economía” (que se potencia con la mayor demanda y los cambios de hábitos de consumo en un mundo ávido de proteínas).
¿En qué productos o sectores Argentina puede agregar más valor en sus ventas a China?
Por ejemplo, en productos lácteos estamos comenzando a vender a China productos más elaborados. China demanda cantidades crecientes de Lactosuero (uno de los subproductos de la leche de uso en la industria y en productos farmacéuticos). También estamos vendiendo leche en polvo maternizada, para alimento de los bebés. Y también estamos vendiendo quesos. Es un perfecto ejemplo de productos con valor agregado, donde tenemos expertise, capacidad de producción y somos competitivos. También crecen nuestras exportaciones de vinos, que es uva transformada.
¿Se puede decir que China nos impone venderles productos primarios?
Dos tercios de nuestras exportaciones al mundo son MOA (Manufacturas de Origen Agropecuarios), es decir productos agrícolo-ganaderos. Vendemos autos, pero sólo a Brasil, Uruguay, México. Lo mismo pasa con otros productos industriales. No somos competitivos con muchos productos industriales más allá del Mercosur.
El 90% de las empresas argentinas son PyME y el 10% restante son empresas de envergadura, las cuales son las que en general están haciendo negocios con China (Siderar, Arcor, Sancor, las bodegas grandes, etc.).
No es ningún misterio que la revolución tecnológica y productiva que ha tenido lugar tanto en China (en particular) como en Asia (en general), les ha dado una ventaja comparativa en materia industrial. Pero en un mundo tan integrado y con creciente globalización, no hay que olvidar que este proceso ha sido el fruto de la radicación de 600.000 empresas extranjeras en su territorio, consecuencia de una hábil política de captación de inversiones.
Esto tiene no obstante una contracara: el costo que China ha pagado -y seguirá pagando-, que ha provocado una masiva migración rural-urbana, una contaminación de recursos naturales renovables de consecuencias impredecibles, y el abandono de la independencia y seguridad alimentaria desde el 2003, de la cual hoy nos beneficiamos. Incluso, las computadoras, máquinas y automóviles que producen, son sofisticados, pero no sirven de alimento para su población.
Desde hace ya varios, Argentina tiene con China un creciente déficit comercial, aunque hay estimaciones estadísticas que difieren entre las oficiales de ambos países…
Las diferencias estadísticas con China son crónicas. Algunas diferencias obedecen a problemas metodológicos. Por ejemplo, un producto exportado en el mes de diciembre de Argentina a China aparecerá en nuestra estadística del mes de diciembre de este año, pero el producto llegará a China en enero y se verá reflejado en la estadística china del mes de enero del año siguiente.
Argentina toma en cuenta las exportaciones a China según valor FOB (es decir “puesto a bordo”, sin tomar el valor del flete hasta los puertos chinos). En cambio, China contabiliza la recepción de este producto a valor CIF (es decir Costo y Flete, valor que es diferente del FOB).
Un producto exportado por Argentina a Hong Kong quizá tenga como destino final China (a veces por contrabando) y los chinos no lo tomarán en cuenta como importación desde Argentina.
Además, desde 2008 ha variado el menú de productos que importamos desde China. Importamos más productos tecnológicos, los cuales son de mayor valor individual, en lugar de productos de consumo masivo baratos (ropa, calzado, juguetes).
Muchas de las importaciones de productos chinos son insumos o partes que tienen como destino Tierra del Fuego, donde luego son ensamblados (televisores, aparatos de aire acondicionado, heladeras, teléfonos celulares, etc.).
Lo que se observa es que las limitaciones de nuestra oferta están más relacionadas con la incapacidad de nuestro país en desarrollar políticas activas frente a la creciente demanda asiática, y la falta de incremento y diversificación de nuestra oferta exportable en nuevos productos de consumo masivo. No hay investigaciones de mercado en curso que estén estudiando la demanda de la clase media china, que al final de esta década estará representada por 600 millones de nuevos consumidores urbanos.
¿O sea que el creciente déficit de nuestro intercambio con China estaría más relacionado con la demanda de bienes-repuestos para nuestras industrias y bienes de capital?
Exacto, si observamos los resultados de nuestros intercambios en 2013, hoy cuatro Países-Mercados (China, NAFTA, UE y Brasil) explican el 99% de nuestro déficit comercial. Mientras que el Magreb y el ASEAN, explican el 32% de nuestro superávit. El crecimiento del comercio global de nuestro país, que hoy sólo representa el 0,4% del mundial, es más importante que los resultados de la balanza comercial, que puede ser rápidamente revertida con buenas opciones estratégicas en el sector agro-industrial.
Argentina apoyó siempre la política de “una sola China” (frente al conflicto Taiwán) y China, a Argentina en la causa Malvinas. Ello ha afianzado las relaciones bilaterales con Beijing. ¿Cómo perciben en la USAL esa temática?
En la Escuela de Estudios Orientales de la USal, tanto en su Licenciatura en Estudios Orientales como en la Tecnicatura en Estudios sobre China contemporánea, se enseñan una serie de materias (Historia del Asia Pacífico contemporáneo, Historia de China contemporánea, Gobierno y Administración de China, Política Exterior de China, etc), donde habitualmente se tratan esos temas.
Para quienes no son alumnos de la Escuela, nuestros docentes habitualmente brindan conferencias o participan en seminarios, donde tales temas son analizados (por ejemplo en el CARI, ALADAA, etc).
En lo personal, como antecedente lejano puedo citar haber sido autor del capítulo vinculado a los lazos Buenos Aires-Taipei en el “3er Informe Okita”, publicado a fines de la década de 1990. Hace tres años, en el Instituto Confucio de la UNLP diserté sobre el diálogo Pekín-Taipei; y en la reciente conferencia brindada en el Colegio de Abogados de la CABA (organizada por la International Law Association, rama argentina), hablé sobre lo atractivo que es el modelo político taiwanés por encima de aquel de la República Popular China. Sabemos que son temas espinosos, lo mismo ocurre con la temática de los derechos humanos, pero podemos obviamente abordarlos como recientemente se vio en una entrevista que me efectuó el Observatorio de Política China, sobre la tragedia de Tian Anmen. (Ver entrevista aquí).
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