Un arco que va del queso a asientos de automóviles
Néstor Restivo
Aunque el grueso de las ventas argentinas a China es soja, los expositores que ayer hablaron en el simposio de la FAUBA Asia y Argentina 2030 (ver esta misma página) abrieron un abanico muy auspicioso del entramado de ciencia, valor agregado y tecnología que está abierto -y que en algunos casos ya se concreta- en la relación con el gigante asiático. La demanda china de quesos, dijo por ejemplo el economista José Bekinschtein, se triplicará en los próximos ocho años, y Argentina ya está pisando con algunas lácteas allí. Y Miguel Calvo sorprendió a muchos cuando señaló que los autos y camionetas Ford en Estados Unidos ya llevan en el interior de sus asientos derivados de “espuma de soja”, la oleaginosa de la cual Argentina es tercer productor mundial, primer exportador de aceite y tercer exportador de poroto. En el medio de ese arco, hay muy interesantes novedades científicas y tecnológicas.
Miguel Calvo, de ACSOJA, uno de los oradores de ayer.
Bekinschtein, del Proargex (el gubernamental Proyecto de Promoción de Exportaciones de Agroalimentos Argentinos) fue cauto a la hora de los fanatismos por el gran mercado chino porque, dijo, la pregunta que en 1995 formulara Lester Brown sobre “quién alimentará a China”, ya fue respondida: mayormente, la propia China, a la cual Argentina sólo le vende 0,7% de los alimentos que importa ese país asiático del resto del mundo.
“Desde 1983 hasta 2013, China se ha autoabastecido muy bien, por ejemplo aumentó 1.100% su producción de carnes y duplicó o triplicó la de cereales. Se autoabastece, en alimentos básico, con 95% de su demanda, y sólo importa el 5% restante”, dijo.
Claro, la soja (también el maíz recientemente) es una excepción a su regla de seguridad alimentaria o autosuficiencia. Y ahí Argentina tiene un gran nicho, pero sobre todo para alimentos de animales.
“En soja y en lácteos–dijo el economista, quien fue diplomático argentino y luego consultor en la RPCh muchos años- hay oportunidades porque son sectores donde la demanda sí subirá mucho, no así carnes”. El apetito por los quesos de los chinos “subirá de aquí al año 2022 el 200%, leche en polvo 30 a 40%, manteca más de 50% y soja, 20%”.
El problema chino es de tierras y agua, siguió. Mientras Argentina tiene 0,93 hectáreas cultivable por persona, China posee 0,08, “los stocks de tierra son casi los mismos que en épocas imperiales, en torno a 12% del territorio”, sostuvo; el promedio de tenencia de tierra por persona -en un país que tuvo reforma agraria comunista- es infinitamente más chico que al modelo latifundista de Argentina; y en materia hídrica también “hay mucha diferencia: en agua dulce Argentina triplica a China: 6.800 millones de metros cúbicos por habitante contra 2.100 de China”.
Gerardo Bartolomé, de Don Mario Semillas.
Calvo, de ACSOJA, una asociación de productores de toda la cadena sojera, dijo que para 2020 la demanda de la oleaginosa por parte de China subirá más que lo previsto por el orador anterior (50%) y que Argentina va por el buen camino porque ya este año producirá más de 54 millones de toneladas y tendrá una superficie cultivada de 20,3 millones de hectáreas (Brasil, segundo productor detrás de EE.UU., tiene casi 30 millones y se acerca al líder norteamericano).
Pero eso es “sólo la punta del iceberg, ya que –indicó- no es sólo poroto, harinas o aceites (de estos dos últimos derivados de la soja Argentina es líder mundial en exportaciones) sino proteínas y nutrición animal y humana, derivados para petroquímica, biocombustibles, cosméticos, plásticos o sucedáneos (como el caso de Ford) y otros subproductos”.
María Cristina Añon, del Centro Binacional de ambos gobiernos a través de sus ministerios de Ciencias, contó que esa experiencia piloto que arrancó en 2008 ya tiene trabajos conjuntos virtuales, visitas y trabajos mancomunados en reuniones en Buenos Aires y Beijing cada año (en 2014 le toca a nuestra ciudad), artículos argentino-chinos validados en publicaciones científicas y varios proyectos de cooperación en ciencia y tecnología para alimentos, que incluyen biología, nanotecnología, producción sustentable y otras áreas, de las cuales participan el INTA, el INTI e institutos chinos. “Hay tres áreas principales, aunque no únicas: procesamiento de carnes, procesamientos de proteínas vegetales y seguridad alimentaria”, indicó la funcionaria. Con India hay un centro binacional equivalente y con Japón, Malasia y Filipinas intercambios científicos similares.
María Cristina Añon, del MinCyT.
Por su parte Claudio Dunan, de Bioceres, una de las empresas laboratorio que en 2013 acompañó al Ministerio y al Conicet a China, explicó cómo si continuara el actual consumo de la humanidad (cada año se consume “un planeta y medio”, lo que a este ritmo llegaría a “dos planetas” en 2030) habría que pensar más bien en desarrollar la astronáutica…
Para evitar esa situación, laboratorios como Bioceres tienen el foco en “producir más con menos recursos y atender la calidad y la sustentabilidad”, expresó. Formado por un grupo de empresarios nacionales iniciado en plena crisis de 2001, el laboratorio trabaja con “biología aplicada a productos para bionegocios pero con esa premisa”. Y está asociado a la empresa china DBN sobre todo en tecnología para que el maíz (que Argentina ya exporta a China) mejore, agregue valor en la semilla y rinda más “en condiciones de sequía o stress hídrico o sea más tolerante a herbicidas, algo que también empezó a trabajarse en forrajeras”. Otro producto con muchas posibilidades en China es la alfalfa.
Claudio Dunan, de Bioceres.
Gerardo Bartolomé, del grupo Don Mario Semillas, dio un pantallazo general sobre América del Sur que, sobre todo al sur del subcontinente, “ya produce 60% de la soja a nivel mundial, con aproximadamente 150 millones de toneladas de cosecha este año”. En convenio con la FAUBA, sede del encuentro de ayer, trabaja en un mapa agroecológico de América del Sur, y desde allí se plantea “el desafío que supone la demanda creciente de China”.
Miguel Velloso, ex cónsul argentino en Shanghai, cuestionó la estrategia (o su falta de) por parte del Mercosur, versus los países de la Alianza del Pacífico que tendrían, en su opinión, un mejor aproach hacia China y su área vecina. “El Mercosur –dijo- no tiene una coordinación de cara a China, ni respondió todavía a la invitación que en 2013 hiciera el entonces primer ministro Wen Jiabao cuando visitó nuestra región sobre estudiar un acuerdo comercial”, por lo cual llamó a ser cuidadoso en “no cometer un error de diagnóstico que nos puede costar caro”. “América Latina –agregó- sufre una fractura entre el carácter endógeno e intervencionista del Mercosur (donde exageró que el bloque, si no se abre, seguiría el camino “bolivariano del ALBA”) y el exógeno y aperturista de la Alianza del Pacífico”, vía baja de arancles y liberación comercial. Otros analistas como Jorge Castro observan que la mayoría de los países que integran ese conjunto, como Chile o Perú, tienen otra realidad e historia económica y poco o ningún desarrollo industrial que defender. Velloso dijo que el liderazgo en la Alianza del Pacífico no es clara todavía, aunque señaló que México pareciera asomar en ese rol. Justamente México es uno de los países cuya adhesión a TLC (en su caso el NAFTA) en los años ’90 tuvo profundas consecuencias porque en su caso sí es un país con pretensiones industriales.
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