El pueblo de los millonarios
En una nota publicada por La Nación, Guillermo Bravo cuenta que en Huaxi “los trabajadores reinvierten en la comuna el 95% de sus dividendos y a cambio consiguen vivir con todos los lujos”.
Es un pueblo construido en medio del campo, a poco menos de una hora de Shanghai. Hace apenas 50 años era una comunidad agrícola pobre, típica del este de China, hogar de 2000 campesinos. Hoy, Huaxi es un pujante pueblo que tiene una réplica de la Casa de Ópera de Sidney, del Arco de Triunfo en París y hasta de la Estatua de la Libertad, y alberga a más de 380 familias que tienen al frente de su lujosa casa un auto costoso que no es anterior a 2006 y grandes cuentas bancarias. Es el pueblo de los millonarios chinos.
El símbolo del éxito económico del pueblo es una mole de cristal y metal de 328 metros de altura que costó 470 millones de dólares. Adentro alberga el Longxi International, un hotel cinco estrellas donde la noche en una suite cuesta 12.000 dólares.
Los 328 metros exactos que mide la torre no son fruto del azar: es la misma medida que el edificio más alto de Pekín y suma el 32, número asociado a los negocios, con el 8, asociado a la prosperidad. La atracción principal del edificio es una escultura de un buey hecha en oro macizo que pesa una tonelada.
A pocos kilómetros de la torre insignia de la ciudad hay una casita blanca con techo de paja y una pequeña placa. Fue la primera fábrica de Wu Renbao, el ideólogo de este prodigio. Allí empezó a producir tornillos con una máquina elemental, con tan sólo 17 años. La estructura es uno de los símbolos del pasado humilde y duro del pueblo.
En esta fábrica de tornillos, Wu trabajaba 14 horas al día, pero con una visión clara. Creía en el trabajo organizado para producir riqueza. Poco le importaban, según declaró, la política y los discursos de los líderes.
Sin embargo, gracias a las buenas relaciones que tenía en el partido, tomó el poder del pueblo en 1963. En 40 años de trabajo, creó 12 empresas cooperativas, que son consideradas propiedad de Huaxi, y un modelo de eficiencia que opera en diferentes rubros, del siderúrgico al textil. El pueblo cuenta, entre otras, con una fábrica de misiles y con una moderna productora de autopartes.
Los trabajadores obtienen poco dinero en efectivo por su trabajo y el 95% de sus dividendos debe ser reinvertido en la comuna. Pero a cambio reciben la posibilidad de vivir como millonarios, con todos los lujos. Si los habitantes salen del pueblo, pierden automáticamente estas ventajas. Éste es uno de los principales distintivos del pueblo, considerado “el más socialista de China”, pues todos trabajan incansablemente para un estándar de vida elevado para todos.
En 1963, la población de Huaxi no llegaba a las 1000 personas y los activos colectivos eran de 25.000 yuanes (4000 dólares). En 2013, el pueblo produjo 58.300 millones de yuanes (8325 millones de dólares), según la agencia oficial Xinhua.
Para Wu Renbao, el modelo de Huaxi fue la lujosa Dubai. “Si ellos lo hicieron en medio del desierto, nosotros también podemos”, fue el pensamiento de Wu. Y para lograrlo pondría por encima de todo un sistema de producción organizado, pues su lema era: “La producción es lo más importante”.
Su hijo mayor, Wu Xie, que tomó el poder cuando Wu Renbao se retiró, en 2003, completa la fórmula: “La economía colectiva, que se distingue por la prosperidad común, es la clave del éxito de Huaxi”.
La mayoría de los pueblerinos nació allí y ha visto con sus propios ojos la transformación. Otros se instalaron luego de pagar a la comuna, con la instalación de fábricas o con dinero, el permiso de residencia.
Quienes no disfrutan de ese permiso de residencia (unas 30.000 personas) no gozan de los mismos beneficios: ni las casas, ni los autos, ni los privilegios mensuales a los que acceden los otros habitantes del lugar.
“Es cierto que vivimos muy bien, pero muchas veces la prensa extranjera exagera un poco”, dice a LA NACION Pan Zhexin, una empleada en un negocio residente en Huaxi. Aun así, admite que tiene una casa muy bonita y que su familia tiene un buen auto. “Vivimos tranquilamente, trabajamos mucho, pero la nueva generación de Huaxi no es tan sacrificada como la anterior”, agrega.
Pero no todo son rosas para Wu, que murió el año pasado de cáncer de pulmón. Sus detractores lo acusan de haber creado un régimen piramidal en cuya cúspide están sus familiares y en cuya base están esas 30.000 personas que no tienen el permiso de residencia y que se ocupan de las tareas de servicio. Para sus opositores, el hecho mismo de que su hijo lo hubiera sucedido en el poder prueba el nepotismo del sistema.
Por otra parte, hay preocupaciones sobre el futuro del pueblo. Al igual que el resto del país, Huaxi se enfrenta con el desafío de cambiar de modelo de producción. De una producción barata (por los costos y por la mano de obra) y contaminante se debe a pasar a una más cara y verde.
“El éxito de Huaxi se dio en un contexto muy especial, en el momento adecuado y con las personas adecuadas. Por eso no se puede repetir. Si quiere seguir adelante, debe cambiar”, dice a LA NACION el analista económico Zhang Ping.
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