El ganador del Festival de Cine de Berlin
Diao Yinan, premiado por “Carbón negro, hielo delgado”.
El gran ganador de esta edición fue el cine de la República Popular China, que se alzó con el Oso de Oro al mejor film por el policial Carbón negro, hielo delgado, dirigido por Diao Yinan, un realizador joven asociado a una cierta vanguardia teatral y ya conocido en el círcuito de los festivales.
La película juega con las convenciones clásicas del género incluida una femme fatale y el policía que se enamora de ella y las utiliza con realismo en una gris ciudad de provincia. No es el típico cine chino for export, el de artes marciales y opulencia visual. La novedad es que se trata de un film que trasciende las fronteras y practica sin complejos un cine de género. En el Festival de Cine de Berlín, ell Oso de Plata al mejor actor fue para su protagonista Liao Fan.
Con otro Oso de Plata por su contribución artística se premió otro interesante largometraje chino, Masaje ciego, de Lou Ye. Este drama realista, basado en una novela, entreteje las tribulaciones personales y profesionales de masajistas ciegos que trabajan en una clínica rebosante de pacientes. El premio fue al director de fotografía Zeng Jian, cuya cámara hiperactiva negocia espacios absurdamente confinados desde la perspectiva de los múltiples protagonistas ciegos.Un tour de force que deja al público mareado.
La delicada interpretación de la joven japonesa Haru Kuroki en La casita, del gran realizador Yoji Yamada, quien se formó junto a Yasujiro Ozu en los años 50, le valió el Oso de Plata a la mejor actriz. Si bien el premio causó una sorpresa inicial, no es difícil advertir lo que el jurado apreció: un notable trabajo de dirección para crear una sensibilidad no contemporánea en el Tokio de la Segunda Guerra Mundial, una muchacha de servicio, de escasa instrucción pero con gran finura espiritual, observa y actúa para preservar la unión de una familia.
Tampoco sorprendió que el norteamericano Richard Linklater fuera galardonado como mejor director por Boyhood. Es una película notable por su concepción y desarrollo: comenzada en 1992, su rodaje se realizó durante doce años, y pocos días de filmación, con los mismos actores. Cubre la infancia y adolescencia de un chico (Ellar Coltlrane) desde los seis a los dieciocho años. Como otras películas del director la trilogia con Julie Delpy y Ethan Hawke, que sigue la trayectoria de una pareja en tiempo real Boyhood ofrece, en una serie de viñetas, algunas cómicas, otras dramáticas, las demás simplemente el fluir de la vida, un retrato de familia norteamericana, escindida por el divorcio, desde una perspectiva que en Estados Unidos se define como liberal. Dura tres horas y su coherencia narrativa y dramática resulta milagrosa.
Dos hermanos alemanes, Dietrich y Anna Bruggemann, jóvenes, rubios y no precisamente convencionales, se llevaron el premio al mejor guión por su contundente drama teológico Via Crucis. Las catorce estaciones de la tradición piadosa cristiana se aplican con rigor dramático y sólo catorce tomas (algunas de quince minutos, y la mayoría con una cámara fija) al conflicto espiritual de una adolescente católica en el seno de una familia integrista. Lo que impresiona es el rigor teológico con que el guión desarrolla una temática espiritual. La critica de los Bruggemann no es de brocha gorda, sino que pone el acento en el precio trágico que se paga con una manera árida de vivir la fe, sin alegría ni conversión temas que, dicho sea de paso, caracterizan la prédica del Papa Francisco.
El gran Hotel Budapest, del original estilista norteamericano Wes Anderson, recibió el premio del jurado. Concebido como una comedia costumbrista al estilo de Lubitsch, este drama multiestelar, encabezado por Ralph Fiennes, resulta tan audaz en su concepción estética como estimulante para un público que ubica la historia de este imaginario hotel en el contexto de la Europa central destruida por las dos guerras mundiales.
El premio más satisfactorio de la competencia fue el Alfred Bauer otorgado al film que abre nuevas perspectivas. En general, lo reciben realizadores jóvenes, que sorprenden con una primera o segunda obra por su manejo del lenguaje cinematográfico. Había varios candidatos -entre otros, los dos largometrajes argentinos, Historia del miedo, de Benjamin Naishtat, y La tercera orilla, de Celina Murga. Su ganador fue el veterano Alain Resnais si, el deHiroshima, mon amour y El año pasado en Marienbad, hecho un pimpollo a los 92 años. Con la comedia Aimer, boire et chanter, toda una filosofia de vida, sigue innovando con brío. En sus manos, una obra de teatro inglesa, ingeniosa y realista, se vuelve francesa, etérea y cinematográficamente imaginativa.
La nota en Ámbito Financiero
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