Ludovica Squirru, la Pitonisa
En el último número de la revista Dang Dai, el periodista Jorge Halperín entrevistó a esta figura clave del acercamiento de miles de argentinos a la “misteriosa” China. En su libro Mi China, Ludovica Squirru Dari dice que “el Cono Sur necesitaba una pitonisa” y habla de un “destino que se me va dando de ser médium de Oriente en Occidente”. Cada año, su Horóscopo Chino es esperado por miles de argentinos y latinoamericanos que lo devoran con la expectativa por cada nuevo ciclo vital. Aquí habla de cómo empezó su relación con la cultura asiática en una infancia y juventud nada fácil para la escritora best seller.
–La Pitonisa
Por Jorge Halperín
China está detrás de la elección profesional de toda la vida de Ludovica Squirru, y una de las razones más profundas reside en la intimidad, en su vínculo con un padre amado y resistido. El gran país de Oriente fue un poderoso enigma a desentrañar durante la primera mitad de la vida de la astróloga, y, viaje mediante, ha sido la fuente en que abreva su exitosa carrera durante la segunda y gozosa actual mitad, cuando instala su hogar lejos de las luces de la metrópoli y del personaje mediático, en un espacio para la introspección en las sierras de Córdoba. Pero cada tanto se instala en un departamento del porteño Barrio Norte, y allí se da al diálogo.
–De la infancia en Parque Leloir a la adultez en Barrio Norte, del viaje a China al cambio de vida en la serranía cordobesa. ¿De dónde es usted?
Vivo la mayor parte del año cerca de Cura Brochero, nombre de un cura a quien canonizaron. Tuve hace unos 11 años una visión de que Argentina sufrió una mala configuración astrológica, que viene malparida desde 1816, año de la independencia: 9 de julio no es buena fecha. Y ya hace tiempo que, para destrabar eso, para refundar Argentina, con otros astrólogos –uno maya, otro mapuche y otra asirio caldea– y con la participación del escritor Miguel Grinberg, fijamos otra fecha: 4 de diciembre de 2003. Es la confluencia de un cambio de conciencia para refundarnos como personas desde lo cósmico y telúrico.
–Su propia refundación personal pareció empezar con China, que ya imaginó desde la infancia…
Es que mi papá vivió allá de 1945 a 1949 como agregado cultural de la primera embajada en Shanghai, a cargo de José Arce. Tenía 20 años y ya era abogado. Se enteró de que Arce, médico como mi abuelo y amigo de él, iba a China como embajador. Se escapó sin pedir permiso al abuelo. Estuvo 5 años en China. Vivió el recambio de Chang Kaisek a Mao Zedong, tradujo sus poemas. Allá se casó con mi madre. Para él fue un antes y un después, China cambió su vida. Al regresar se instalaron en la quinta de Parque Leloir, nacimos mi hermana y yo y nos criamos en ese clima: decoración china, biombos, libros de arte chino, sahumerios todo el día… Había sedas, caligrafía china, papá comía con palitos, nos hablaba de Lao Tsé, de Confucio. Mi hermana y yo somos mujeres criadas como chinas.
–Cuenta en su libro sobre China que su papá las quería muy obedientes…
Sí, pero le salió mal. Él murió joven, a los 48. Yo tenía 15 y hasta esa edad fui una mujer china, obediente. Él quería que la mujer “no molestara”. Si nunca me casé con papeles fue quizá por esa fobia de obedecer a un hombre o bancarlo toda mi vida. Tuve sobredosis de padre ¡y de madre!
-¿Y qué hacía su mamá?
Mamá amaba y admiraba a mi padre, pero también lo sufría. Pero reconozco que no hubiera vivido en Córdoba y atravesar lo que atravesé si no hubiera sido criada como una china. No hubiera podido soportar los dos incendios que viví (en Parque Leloir y en Córdoba). Pasé tantas cosas que mi padre me preparó espiritual, física y mentalmente, eso es bárbaro. Pero papá me hizo el favor de morirse joven, porque era un talibán criollo: muy posesivo, absorbente y celoso, y ya nos tenía programados maridos. Nos decía: “El amor no es compatible con el matrimonio; se van a casar con quien yo diga para que les vaya bien”.
-¿Qué cosas le atraían más de China?
Siempre tenía -ahora en Córdoba también- un planisferio de esos de colegio. Y en él estaba Argentina rosa y China rosa, a los extremos del mundo. Y me decía: “Mi papá estuvo ahí, yo quiero llegar”; Todo era maravilloso: yo mamé el Tao, Buda, Confucio, Lao Tsé. Eran como mi Martín Fierro.
-¿Cómo fue su experiencia allá?
Viajé en 1988. Tenía 31 años y estudiaba el I Ching y Chi Kung, el Tao, etc. Estaba muy entusiasmada con el viaje. Ya había escrito dos o tres libros; y simultáneamente descubría Nueva York y París. En mi libro Mi china cuento el viaje, que duró seis meses. Es un libro autobiográfico, mitad de mi papá y mitad mío. Me costó mucho llegar. Quería ir a ver el año nuevo Dragón de 1988. Era la asignatura pendiente por mi padre, y, además, yo ya hacía astrología china y debía concretar ese viaje. Viajé como en el colectivo 60, de Islamabab (Pakistán) a Beijing. No hablaba una palabra de chino, intenté pero es muy difícil.
-¿Recorrió mucho?
En tren desde Beijing hasta Hong Kong y parando en casi todos los pueblos y en Shanghai, Xi’an y otras ciudades. Estuve todo el invierno, casi me muero de frío, bajando y quedándome, y subiendo luego a otro tren. La Ludovica que era se me borró totalmente. Me reseteé, me vacié de China. Y aquí dejé de ser popular, yo lo era mucho por mi participación en el show de Tato Bores. Quedé anémica un año, muy débil. Seis meses afuera me llevaron a un año sin encajar.
-¿Estaba acostumbrada a esa soledad tan prolongada?
No. Soy muy solitaria, por eso estoy en esa parte de Córdoba que es el Tíbet serrano, ahí pasás cosas fuertes, duras, pero me encanta vivir ahí, es mi lugar en el mundo. Es lindo, la gente, la montaña, el clima. Pero en China pasaron cosas fuertes y las viví muy sola. Fue un viaje iniciático, y vi mi China, no la de papá.
-¿La astrología china está integrada a la cultura popular?
Totalmente. No hay un chino que no sepa qué años son benéficos para casarse, o con quién es bueno casarse para ser compatibles y servir al Estado, o cuándo conviene tener un hijo. Cuando nace un niño aparece el casamentero o la carta natal. Como creen en el año nuevo, y cuándo tener hijos, el mejor es el año del Dragón, el benéfico. Yo quise ir y fui en ese año del Dragón 1988 y hubo un baby boom.
-¿Sintió refundarse luego del viaje?
Que me vaciaba. Si bien mis raíces siguen profundas en quién soy, ya no me interesó estar en la TV, en los medios o ser popular. Me interesó la vida que comencé entonces: la de una escritora que sigue estudiando y viajando y transmitiendo lo que va aprendiendo, no sola, sino en un equipo de gente china y de otros lados que trabaja conmigo. Me metí más en el camino espiritual, en la ecología, en quienes trabajan con el otro por una vida mejor. Porque yo mejoré como persona, me siento privilegiada al vivir de mis libros, llevo 30 años de best seller en un país donde eso es muy difícil. Tengo eso de china, es una rareza. Soy un bicho raro para todo el mundo.
PUBLICAR COMENTARIOS