Los jesuitas en oriente
En el último número de la revista Dang Dai, Federico von Baumbach ofrece un recorrido histórico por la relación entre China y las misiones de la Compañía de Jesús. Ese modelo cultural-religioso marcó parte de la modernidad a través del vínculo entre Occidente y Oriente, y fue pionero en traducción de textos chinos para ser conocidos de este lado del mundo. Justo ahora, un jesuita es por primera vez Papa, y es argentino, con intenciones de mejorar las relaciones con Beijing.
Mateo Ricci, precursor.
–Cómo los jesuitas abrieron la Muralla
Por Federico von Baumbach
Habemus Papa argentino. “Felicitamos al obispo de Argentina por convertirse en el nuevo Papa. Esperamos que la Iglesia romana […] pueda colaborar con China, hacer esfuerzos conjuntos y crear condiciones favorables para mejorar las relaciones entre ambas partes”. Con esta declaración, Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, daba la “bienvenida” a la elección del cardenal Jorge Bergoglio como nueva autoridad del Vaticano.
El tono de las palabras de Chunying invita a poder pensar una etapa de acercamiento más armónica en la distanciada relación que actualmente la iglesia mantiene con China, quien no tiene contactos diplomáticos con la Santa Sede, ya que estos se trasladaron a Taiwán después de la Revolución de 1949 y el nacimiento de la República Popular. Desde entonces los chinos no aceptan la conformación de un poder eclesiástico paralelo al de su cultura, con facultades que permitan la designación de jerarquías dentro del orden católico.
Las gestiones de acercamiento, o nuevos acercamientos, entre China y la Santa Sede habían tenido sus primeras manifestaciones hacia enero de 2008, cuando el sacerdote Peter Hans Kolvenbach, con Benedicto XVI aún en el poder, declaró que se vivían tiempos de espera y esperanza para que la acción jesuita pudiera volver a misionar en tierras chinas.
Si bien desde hace alrededor de cinco años han vuelto a producirse, de forma gradual y progresiva, viajes de órdenes jesuitas al Gigante Asiático, uno de los interrogantes que circulan tras la asunción de Francisco I es si su pontificado logrará profundizar en la reconstrucción del vínculo histórico-religioso que alguna vez unió a jesuitas y chinos.
La importancia de llamarse Ricci
Los sacerdotes de la orden jesuita, Compañía fundada por San Ignacio de Loyola hacia mediados del siglo XVI, tuvieron como estrategia principal difundir la doctrina católica por grandes extensiones del planeta (África, América, Asia), y China no fue la excepción.
Los jesuitas arribaron por primera vez a China en 1582, cuando estaban produciéndose cambios y transiciones significativas en la estructura del poder imperial: el declive y posterior caída de la dinastía Ming (1368-1644) abría el ascenso a la dinastía Qing (1644-1911), fundada por un pueblo guerrero denominado manchúes. Desde el comienzo de la penetración jesuita, la Compañía creada por Ignacio de Loyola entabló muy buenas relaciones con las autoridades representadas por el ejército de los manchúes, especialmente a través de su emperador Kang Xi.
El éxito de la misión jesuita en China se manifestó a partir del respeto y reconocimiento que los propios jesuitas hicieron del culto y los ritos de las celebraciones chinas, desde el esfuerzo de los misioneros por aprender los códigos de la lengua, hasta la utilización de prendas de seda: la forma de transmitir el mensaje cristiano no podía ser cerrada, debía reconocerse e incluirse la expresión cultural autóctona.
El sacerdote Matteo Ricci (1552-1610) fue el primero en lograr introducirse y consolidar la orden misional en el imperio chino, y se ganó el reconocimiento de los miembros de la corte Ming gracias al dominio del idioma y su labor como uno de los principales traductores. Ricci ejerció trabajos de traducción de diversos textos de la literatura clásica China, como las Analectas de Confucio, escritura de una serie de charlas que el maestro (551 A.C – 479 A.C) dio a sus discípulos.
Ricci no sólo fue pionero en la compleja traslación y traducción de los ideogramas chinos, también preparó y desplegó su conocimiento dentro del campo de la ciencia y la astronomía. Muchos de los jesuitas enseñaban a los chinos, sobre todo a las clases más altas de la sociedad, las principales teorías astronómicas como parte del método de formación y conversión al culto católico: los chinos, los miembros de la corte imperial, valoraban y jerarquizaban tanto la dimensión religiosa como la científica.
La capitalización de los saberes y erudiciones jesuitas por parte del círculo imperial de la dinastía Qing alentaba al emperador Kang Xi a mejorar día a día la relación con éstos, permitiendo la difusión del mensaje misional en espacios cada vez más extensos. Así, en 1692 se emitió el Edicto de Tolerancia, donde “daba libertad completa al catolicismo para ser predicado en todo el imperio”.
Pero fue la misma dinastía Qing la que a comienzos del siglo XVIII condenó de secta peligrosa a la religión cristiana, dando así persecución a los católicos, aunque el conflicto y tensión entre jesuitas y chinos no se produjo al interior del círculo político y cultural de China, sino que fue iniciado por decisión del propio Vaticano.
La Controversia de los Ritos materializó el lugar de reconocimiento y legitimación que los jesuitas hacían de las ceremonias ancestrales chinas, incluido el culto a Confucio. Sin embargo, dominicos y franciscanos, sobre todo los primeros, acusaban a esos mismos rituales de poseer carácter pagano, por lo cual debían ser prohibidos a todos los chinos conversos hasta el momento. Esto fue funcional a la intervención que dio el Vaticano, que privilegió la mirada de los dominicos acerca del “despojamiento de religiosidad” que contenían las prácticas y experiencias de culto de tradición milenaria. En 1773 el papa Clemente XIV publicó el edicto “Dominus ac Redemptor”, que disuelve la Compañía de Jesús en territorio oriental. Al momento de la ruptura de la misión jesuita había aproximadamente 200.000 chinos conversos al catolicismo.
¿Hacia una China más católica?
Las nuevas formas de presencia y acción de los jesuitas en este siglo XXI, después de largas persecuciones y destierros durante el período maoísta, dejan un campo de incertidumbres abierto al devenir del acontecer histórico actual. Las nuevas tecnologías, con Internet y la telefonía móvil en primer plano, seguramente cumplirán una función importante dentro de las estrategias misionales; no es lo mismo misionar en el siglo XVI que en el siglo XXI, a nivel de comunicación y recorrido de distancias, aunque la práctica conserva una misma esencia pasen los siglos que pasen: predicar la cristiandad y conversión.
¿Qué representación del Dios occidental ha podido construirse en el imaginario chino durante todo este tiempo? “En el caso de China no tienen una imagen de un Dios como el cristianismo, porque hay mucha más influencia del budismo tibetano. Es más difícil acercar la imagen de Dios a un chino que, por ejemplo, a un japonés, que tiene un concepto de la deidad más cercano al occidental”, asegura Carlos Rúa, director académico de la carrera Estudios Orientales de la USAL.
¿La pregunta cobrará nueva significación ante un papa jesuita? El tiempo y la historia podrán dar su respuesta.
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