Panorama económico de China
En el último número del mensuario Prensa Económica, el economista Gustavo Girado describe la actual situación de China ahora que su ritmo de crecimiento ha mermado un poco. Sin embargo, dice el autor, el nivel de consumo de su impresionante mercado interno se mantiene elevado (y hay un giro hacia que ése sea el factor de mayor empuje, en lugar de exportaciones e inversiones) y las metas del gobierno se vienen cumpliendo sin grandes problemas. Girado también alude a la presencia de China en América Latina. En Leer más, el artículo.
Lo que ha sucedido en y con China desde que comenzara su proceso de apertura y desregulación hace más de 30 años, ha sido sencillamente impresionante. Fue descrito y discutido ampliamente y hoy es observado con lupa desde todos los ángulos para comprenderlo y evaluarlo, y más aún en la medida que el rol global de China ha cambiado, su importancia crece y como emergente de peso (con rasgos muy singulares) hoy cuestiona varios de los fundamentos sobre los que se ha construido cierto orden mundial de posguerra.
A fin de 2011 se cumplió una década desde que China se incorporó como miembro de la OMC. En aquel entonces, el crecimiento global era de aproximadamente el 5% anual y, según la OCDE, China explicaba 1/10 parte de ese crecimiento. Hoy, y a pesar de la desaceleración a la que nos referiremos enseguida, más del 30% del incremento del producto global obedecerá a la performance de esa economía. Habiendo crecido un 7,8% en 2012 (un 9,3% el año inmediato anterior), mientras sus principales socios comerciales exploran diversas salidas a profundos problemas económicos que enfrentan, es probable que China continúe siendo el principal impulsor del crecimiento mundial a pesar de la menor velocidad de su crecimiento.
Está dicho, entonces, que los movimientos globales de China van a impactar en todo el mundo, y muy especialmente en economías en vías de desarrollo, tengan o no vinculación con la que ahora es la segunda economía -en tamaño- del mundo. Y este hecho incontrastable, tiene traducción política con el nuevo gobierno chino: la reciente visita del presidente de China, Xi Jinping, a América Latina ha provocado que se vislumbre un nuevo horizonte en las relaciones entre el gigante asiático y los países latinoamericanos.
En las últimas décadas China había centrado sus inversiones económicas en dos focos muy específicos, África y Estados Unidos. En África se centraron en proyectos de cooperación mientras que en EE.UU. la inversión fue masivamente a la compra de letras del tesoro del Gobierno norteamericano. Pero la inestabilidad política y económica de gran parte del hemisferio norte occidental ha llevado a China a mirar más allá de las inversiones económicas e intentar un mejor posicionamiento en el centro y sur de América. Ademas las nuevas instituciones formadas por los países de la región, como La Alianza para el Pacífico, la participación de China como miembro del BID y las coincidencias en el G20, entre otras cuestiones políticas, promueven múltiples canales de acercamiento entre Latinoamérica y China. Las inversiones de China en la región sellan una parte importante de estas coincidencias.
Ese exceso de capitales que China ha podido exportar como IED a sus socios, tiene el sentido de garantizar a su desarrollo interno el abastecimiento confiable y de largo plazo de aquellos insumos agroalimenticios y de materias primas básicas industriales que le permitirán seguir creciendo. Su dinámica la obliga a demandar más de lo que es capaz de producir. El mayor vínculo político con sus proveedores se ratifica con inversiones importantes de sus conglomerados estatales en las economías que, huelga decirlo, vieron sistemáticamente crecer sus exportaciones en la medida que la gran aspiradora global de recursos básicos elevaba el precio internacional de aquellos productos que constituyen la canasta básica de sus exportaciones. Ahora bien, un menor crecimiento chino podría traer, como la coyuntura parece indicar, un deterioro en los precios de aquellos commodities, afectando en consecuencia la balanza comercial de sus socios.
Hasta aquí, China ha crecido mucho gracias a la performance de las variables Inversión y Exportaciones, pero en su último Plan Quinquenal aparece la decisión política de impulsar el Consumo -histórica y culturalmente relegado-, y que a su vez ésta se transforme en el nuevo motor que traccione el crecimiento, permitiendo que tanto la inversión como las exportaciones se desaceleren. Pretenden que el consumo aumente más, pues aún hay una enorme cantidad de gente dentro de China para incorporar al mercado como consumidores (el 50% de la población es rural con alto grado de autoconsumo), mientras todavía la tasa de ahorro en esta sociedad es de las más altas del mundo (eventualmente, la mayor). De ahí el delicado equilibrio. El consumo es la variable a impulsar y para ello hicieron crecer la renta real disponible en los hogares urbanos por encima del 9% en 2012.
Sin embargo, el resultado de esta primera mitad del 2013 es ambiguo respecto tanto de las consecuencias del menor crecimiento chino como acerca del impacto en sus socios en vías de desarrollo. Entre enero y junio de este año el PBI creció un 7,6%, la menor tasa semestral en 3 años, pero hay que recordar que el gobierno tiene una precisa meta de 7,5% explicitada y confirmada en múltiples declaraciones políticas. China está creciendo menos, efectivamente, pero no solo está cumpliendo con su programa de desarrollo macro planeado, sino que hasta le está costando no superar aquella pauta, pues su comercio exterior nuevamente presenta incrementos de tasas de dos dígitos este semestre recién concluido.
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