Un viaje a las tierras de Gengis Khan
El periodista Alberto López Girondo, editor de Internacionales de Tiempo Argentino y de Acción, publicó en el último número de la revista Dang Dai una nota de viaje sobre Mongolia Interior, adonde estuvo hace unos meses. Un paisaje no tan conocido de China, plagado de bellezas naturales y de una riquísima historia local, desde las luchas para unificar las tribus nómades que encaró Gengis Khan hasta la potente realidad del agro, de su capital Hohhot y del Templo de las Cinco Pagodas, entre otras recomendaciones turísticas. En Leer Más, el artículo completo.
–Por las praderas de Gengis Khan
Por Alberto López Girondo
Gengis Khan pasó a la historia de su pueblo porque logró unificar cientos de tribus nómades para crear el primer imperio mongol, en 1206. Algunos de sus descendientes conquistaron la China en 1279 para instaurar la dinastía Yuan, que gobernó el país hasta 1368. Pero esa es otra historia. El caso es que parte de aquel imperio, por esos avatares de los tiempos, es la actual Mongolia interior, un territorio autónomo dentro de la República Popular China que se caracteriza por la fuerte y persistente presencia de Gengis Khan y de una cultura que resiste el paso del tiempo conservando, junto con los signos más claros de la modernidad, vestimentas y arquitecturas que la ligan con aquel imperio milenario que llegó a ocupar gran parte de Asia y una porción de la Europa Oriental.
Hoy, esa inmensa región de algo más de un millón de kilómetros cuadrados y casi 24 millones de habitantes al norte de la Gran Muralla, es una rica y próspera comunidad de agricultores y ganaderos que intenta unir sus tradiciones con las tecnologías que poco a poco se van imponiendo para acrecentar la productividad en cada uno de sus rubros.
Pero además, representa un lugar ideal para el turista ávido de nuevas y exóticas experiencias.
Se ufanan los habitantes del lugar de las extensas praderas que en la primavera se visten de un verde que asemeja al fondo de pantalla de Windows, pero inmensamente más grande. Y también hay una región desértica al oeste que asombra por su aridez, en un notorio contraste con lagos de aguas cristalinas. Su gente es cálida y amigable con el extranjero.
Una recorrida por la pradera de Hulun Buir –una de las regiones en que se divide el territorio- permitirá observar ese verde incomparable salpicado de ovejas, ganado vacuno y caballos. Al trotamundos que vaya desde las pampas, el paisaje le parecerá familiar. Sólo que no se ven alambrados, ya que las tropas pastan libremente en un contexto de explotación que mantiene viejas tradiciones a las que adiciona el concepto de propiedad propio de un país socialista.
Tampoco hay ranchos de barro y paja, pero si aparecen diseminados en medio de los pastizales campamentos de yurtas, el típico toldo de campaña de lona y troncos, todo un símbolo de los mongoles. Era la tradicional vivienda, típica de pueblos nómadas que debían trasladarse en busca de mejores pastos para las manadas, y que por lo tanto debían desarmarse con facilidad para transportar en carretas. Ya no se usan vehículos con tracción a sangre –es común incluso que los pastores lleven a las tropas desde una moto- pero hasta en las nuevas poblaciones, ya asentadas en sitio fijo, las casas de material conservan esas formas de carpas circulares pintadas de blanco y con algún arabesco en el centro del techo semiesférico. Allí también flamean las habituales banderas que indican, dicen los lugareños, el espíritu de libertad de los mongoles, dispuestos a ir donde los lleve el viento.
El caballo es, como diría Atahualpa Yupanqui, parte del cuerpo del mongol, que se jacta de ser el mejor jinete del mundo. Y desafía a quien se atreva. Como el gaucho, también es un notable cantor, aunque el oído occidental deberá acostumbrarse a un estilo de canto gutural que no por exótico resulta menos impactante.
Conviene aclarar que hay épocas para contemplar este bucólico escenario. Lo ideal es viajar entre la primavera y el verano boreal, cuando las temperaturas medias ronden los 25 grados. Porque los inviernos son especialmente largos y crueles y, en enero, pueden registrarse más de 20 grados bajo cero. En esos períodos el paisaje se viste de blanco y quizás lo más apropiado sería estirarse un poco hasta Harbin, la capital de la provincia de Heilongjiang, en Manchuria, a pocas horas de viaje, pero contemplar el espectáculo del Festival de esculturas de hielo y nieve que se realiza en el mes de enero.
Mongolia, a lo largo de su rica historia, atrajo a personajes como el mítico Marco Polo, quien relata haber quedado impresionado con la ciudad de Shangdu, construida por el Khan y donde se supone descansan sus restos. Es un desafío para arqueólogos de todo el mundo intentar encontrarlos, para lo cual recurren a los más sofisticados recursos satelitales. La tumba que sí se puede visitar en la región es la de Zhaojun, una dama de honor china que vivió durante la dinastía Han y que, según se dice, era la belleza más perfecta de su tiempo. El sepulcro se encuentra a la orilla del río Daheihe, 9 kilómetros del sur de la ciudad de Hohhot, capital de Mongolia Interior. Está dentro de una colina artificial de barro de 33 metros de altura que permanece verde incluso cuando llega el otoño y los pastizales se marchitan. Un milagro que atribuyen a Zhaojun. En esa ciudad también se puede visitar el Templo de las Cinco Pagodas o el de Dazhao.
Otro sitio de interés es el lago Hulun, el más grande de la “provincia”, un paraíso de aves y peces que son una buena base para la comida local. Allí, la ciudad de Hulun Buir impresiona por la fuerte influencia de la cultura rusa misturada con tintes chinos y mongoles.
Pero quizás la ciudad más “rusificada” del territorio está justo en la triple frontera –China con la República de Mongolia y Rusia- y figura en los mapas como Manzhouli. Era el nombre que le pusieron los rusos, pero debiera decirse Manchuria entre los hispanohablantes. La llamaron así porque era la primera parada en ese inmenso territorio desconocido para los eslavos, que identificaban con el imperio que encontraron cuando lograron atravesarlo. Es que para entonces todo el territorio estaba bajo el dominio del imperio manchú.
Hoy es un centro de transferencia de cargas de los más importantes de China y son allí habituales los tempos ortodoxos y las colosales mamushkas en las plazas y parques públicos. A diferencia de otras zonas de la República Popular, donde predominan rojos o amarillos, en esta zona abundan los colores azules en las edificaciones y las carteleras. Otro detalle es que las inscripciones, que en áreas más cosmopolitas están en chino e inglés, acá están en chino y mongol, con caracteres cirílicos. Un problema que es fácil de solucionar si uno contrata un guía… algo imprescindible en estas lejanas latitudes poco habituadas a manejar otras lenguas que no sean las de este mundo tan particular.
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