Historia de la inmigración china a la Argentina

19 junio, 2013

Una historia de los miles de chinos –desde los pioneros hasta los de Fujián– pasando por cantoneses, hongkoneses y taiwaneses que vinieron a hacer la Argentina. La escribió especialmente para Dang Dai el historiador (UBA) Sergio Wischñevsky, y está incluida en el número 6 de la revista, de reciente publicación.

DIVERSIDAD. ALUMNOS DE LA ESCUELA PRIMARIA “ESTEBAN ECHEVERRIA”, DE BELGRANO. BOLIVIANOS, PERUANOS, PARAGUAYOS, CHINOS, CHILENOS Y BRASILEÑOS CONVIVEN CON LOS ESTUDIANTES ARGENTINOS.

Alumnos chinos y latinoamericanos, en una escuela de Buenos Aires.


La larga marcha de la inmigración

 

Por Sergio Wischñevsky

El mayor puente cultural que puede producirse entre dos culturas es la convivencia. Desde esta perspectiva, la creciente presencia de la comunidad china en Argentina y su continuidad en el tiempo nos pone ante la posibilidad de un gran intercambio, un verdadero encuentro.

La Argentina es un país cuya tradición inmigratoria se fue conformando, desde fines del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, con la integración y promoción de migrantes provenientes en su mayoría de Europa occidental, y no desarrolló ninguna política explícita respecto de otras poblaciones como, por ejemplo, la china. Es más, aún pervive, increíblemente, en la Constitución Nacional el artículo 25 que “fomenta la inmigración europea” y no menciona al resto del mundo.

La inmigración china hacia América Latina comenzó durante el período colonial

con la primera expansión del imperio español hacia Filipinas en el siglo XVI. Fue el desarrollo del comercio el que activó y vinculó mediante los comerciantes españoles a las primeras comunidades chinas con México y América del Sur.  A modo de ejemplo situémonos alrededor de 1613, cuando un censo nacional en Perú registró un total de 38 chinos. Es éste tal vez el registro más antiguo en América Latina.

En Perú –que había sido zona central de la economía colonial – en los últimos años del siglo XIX había escasez de mano de obra campesina producto de la enorme mortandad producida sobre las poblaciones originarias, por lo tanto registramos una primera iniciativa local que trasladó a 75 chinos en la barca danesa “Frederick Wilhem”, que llegó al puerto de El Callao el 15 de octubre de 1849. Según datos oficiales, desde febrero de 1850 hasta julio de 1853, fueron introducidos en el Perú 3.932 colonos, de los cuales, 2.516 fueron chinos.

En 1854 el presidente mariscal Ramón Castilla declaró la abolición de la

esclavitud luego de un acuerdo con los hacendados del norte del país. Pero como la mano de obra requerida para la explotación de las grandes haciendas resultaba insuficiente se hacía necesario –de alguna manera- la “sustitución” de los negros esclavos por otros trabajadores. Ante esta necesidad, y por “demanda” de la oligarquía peruana, se firmó un tratado con el Imperio Manchú para la inmigración de mano de obra china, a partir del cual entraron a Perú alrededor de 87.000 chinos, entre 1859 y 1874. Por una especie de ironía de la historia, así como la protección de las poblaciones originarias motivó el desarrollo de la inmigración esclava de los negros africanos, la abolición de la esclavitud abrió la puerta a la llegada masiva de chinos a América en condiciones de semiesclavitud, los así llamado coolies que vinieron a este continente a países como Estados Unidos, Perú, Cuba y algunos  de Centroamérica. Según cálculos oficiales en la actualidad viven en el Perú más de un millón de chinos hasta la quinta generación.

A pesar del enfoque europeizante en Argentina, se estima que los primeros arribos de inmigrantes chinos se originaron durante el inicio de la República China en 1910/1911, y hasta la mitad del siglo sólo se registraron casos aislados provenientes de Perú, Chile, y las regiones chinas de Chintien, Guangzhou, Hong Kong y Shandong, algunos de los cuales contrajeron matrimonio con nacionales y se desvincularon así de la comunidad china para asimilarse a la sociedad argentina. Otros, en cambio, emigraron hacia países limítrofes.

Para 1914 se registran en Argentina 463 personas de origen chino, de los

cuales la mayoría vivían en Capital Federal (62,4 %) y en Provincia de Buenos Aires (9,5%).

Luego de la Revolución China en 1949, aumentó el flujo de migrantes chinos hacia Argentina, pero el número siguió siendo limitado. Hacia la década del setenta se conoce de la existencia de familias chinas que llegaron al país acompañadas por curas religiosos que ya habían estado por estas tierras y transmitieron a sus nacionales acerca de la posibilidad de residir en Argentina.

Un año de inflexión fue 1978, una etapa contemporánea de la emigración china hacia Argentina. A partir de esa fecha la República Popular China tuvo cambios respecto de su política migratoria, permitiendo básicamente los movimientos transfronterizos de nacionales. Por este motivo, la migración china en Argentina es definida como una “migración nueva”.

Para hacer un esquema entendible del proceso migratorio se han identificado en la historia de las migraciones de los chinos de ultramar hacia la Argentina tres períodos bien diferenciados de afluencia:

  1. El comprendido entre 1914 y la Primera Guerra Mundial y hasta 1949, que es el período de la caída del imperio y la formación de la República. En esos años se registró un número muy limitado de llegadas a nuestro país. Los chinos que llegaban lo hacían proviniendo principalmente de las provincias costeras y puertos del sur de China, por ejemplo Shandong, Fujian, Shanghai, los cuales tienen tradición migratoria. Viajaban en barcos comerciales o de pasajeros, y desembarcaron algunos en el puerto de Montevideo y otros en el de Buenos Aires. Los migrantes de esta época llegaban al país con muy poco dinero, al final de este período algunos huyendo del sistema comunista que recién se instalaba en el continente chino con la Revolución maoísta de 1949.
  2. Se concentró a partir de 1978 y en los primeros años de la década del 80. Atrajo principalmente a los chinos provenientes de la isla de Taiwán. La particularidad de este grupo de migrantes es que emigró toda la familia y en su mayoría trajeron un capital propio que les permitió desarrollarse casi inmediatamente en la actividad comercial. Se produjo entonces un cambio fundamental en los factores y en la caracterización del grupo en cuestión.
  3. El último flujo importante de inmigrantes chinos que llegó a la Argentina se produjo desde 1990 hasta aproximadamente 1999, en su mayoría personas provenientes del continente chino (también de las provincias costeras), en particular de Fujián. Finalizada la Revolución Cultural en la RPCh, se incrementó la decisión de la población de emigrar, a lo que se sumó la flexibilización de las “trabas migratorias” para salir de China.

 

 

Además de estas circunstancias, la pregunta que se reitera es ¿por qué Argentina? Las respuestas de los propios migrantes encuestados y entrevistados son múltiples, pero tres destacan: porque es un país que no tiene grandes exigencias migratorias y porque es “seguro”, pero principalmente porque hay posibilidades laborales, en particular con el fenómeno del supermercadismo. No es casual que el mayor número de migrantes chinos resida en Capital Federal y alrededores, distrito que tiene el mayor promedio de remuneración del país.

La tremenda crisis que sufrió la Argentina en el año 2001 motivo la salida del país de un gran número de miembros de la comunidad y la enorme concentración en la actividad comercial los golpeó con dureza. Sin embargo a partir del año 2003 el flujo volvió a incrementarse.

Por características culturales muy singulares (idioma, tradiciones, apego a la madre patria) la integración de la comunidad china en Argentina es de desarrollo lento. A ello se agrega el hecho de que en un país de dilatada  matriz migratoria como Argentina, la historia de la comunidad china está en sus inicios. Sin embargo la política del estado Chino apuesta mucho e interviene activamente en que se profundice. En ciencias sociales se ha empezado a hablar de relaciones transnacionales más que de internacionales, indicando con este énfasis que las redes culturales se entretejen entre las comunidades, más allá del estado-nación. Y logran que esto refuerce los vínculos comerciales y el acercamiento entre dos culturas tan distintas que de a poco, a fuerza de convivencia, están encontrando los puntos de encuentro.
Categorías: Contribuciones

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