De Mao a Freud
Guillermo Bravo escribe en China Files que ya son “miles los chinos que decidieron pasar por el diván. Y la tendencia va en aumento. En 2012, las consultas psicológicas crecieron un 30% según un informe de la Sociedad Psicoanalítica Internacional. La franja social más dispuesta a la terapia es la clase media alta, asegura el informe”.
– Los chinos, cada vez más lejos de Mao y más cerca de Freud
Los cambios en la economía generaron entusiasmo por el psicoanálisis en la clase media; llegan terapeutas desde la Argentina
Por Guillermo Bravo | China Files
PEKÍN.- Lin Zhang es alta, tiene el pelo teñido de rubio, le encanta jugar al tenis y está muy apegada a su iPhone, al que controla a cada minuto. Es ejecutiva en un banco y se considera una persona que no tiene problemas. Esa actitud despreocupada se la debe a la terapia que inició, a mediados del año pasado, después de que su hermano fuera llevado preso por cometer un delito para conseguir drogas.
“Sentía que el mundo había cambiado demasiado rápido y que yo me había quedado afuera; no veía la luz al final del túnel. Unos amigos me sugirieron que comenzara terapia. Al principio lo tomé casi como un insulto, ¿me estaban diciendo que yo estaba loca? Hoy estoy feliz de haberlos escuchado y haber comenzado”, dice con una sonrisa en los labios.
Como ella, son ya miles los chinos que decidieron pasar por el diván. Y la tendencia va en aumento. En 2012, las consultas psicológicas crecieron un 30% según un informe de la Sociedad Psicoanalítica Internacional. La franja social más dispuesta a la terapia es la clase media alta, asegura el informe.
“Antes nadie pensaba en hacer terapia, es algo nuevo. La gente que buscaba ayuda era porque tenía graves problemas mentales. Era considerado para consultar en situaciones extremas”, dice Lin Zhang.
Jian Deng, contador de una empresa de tecnología en Pekín, es otro que decidió asumir sus problemas. “Empecé terapia por consejo de una novia extranjera. A mí nunca se me hubiera ocurrido. Cuando empecé hace dos años me sentía muy mal porque me habían echado del trabajo. Ahora me siento mucho mejor, siento un espacio mayor para moverme”, cuenta.
Jian no tiene ningún amigo cercano que haga terapia, pero se hizo tan adepto al psicoanálisis que tomó varias tarjetas de su terapeuta para recomendarlo entre sus conocidos. “Los chinos no estamos acostumbrados a esa clase de libertad e intimidad. Para nosotros sentarnos y hablar sin tapujos es casi imposible. Pero el efecto es increíblemente positivo, como si te abrieran una nueva realidad, por eso lo aconsejo”, dice Jian, mientras muestra el conjunto de tarjetas que lleva siempre consigo.
Si bien la masificación del psicoanálisis es un fenómeno completamente nuevo, la teoría de Freud tiene un largo camino en China. El psicoanálisis ingresó al país en las primeras décadas del siglo XX, mucho antes que en algunas sociedades de Occidente. Sin embargo, con los cambios sociales del comunismo maoísta, dejó de aplicarse. “Fue definitivamente proscrito durante la Revolución Cultural, pero su llama nunca se apagó y permaneció latente en ámbitos académicos”, explica Teresa Yuan, psicóloga sinoargentina y una de las pioneras del psicoanálisis en China.
“LIBERACIÓN”
A pesar del interés académico por el psicoanálisis, la oferta de profesionales no llega a satisfacer las demandas nacionales, especialmente porque aquellos que inician consultas prefieren tener un psicoanalista extranjero.
Los tres países que lideran la emigración de psicoanalistas hacia China son Francia, la Argentina y Polonia, según la Sociedad Psicoanalítica Internacional. Desde Buenos Aires llegaron 10 profesionales el año pasado, contra 15 franceses y ocho polacos.
“Aquí el psicoanálisis tiene una función liberadora. La gente llega con mucha presión. Algunos aún tienen dudas sobre las prácticas psicoanalíticas, y al principio tienen miedo, pero después se sienten muy bien. El psicoanálisis está creciendo en China porque surge una nueva generación de personas que desean conocerse mejor y disfrutar de la vida, no solamente trabajar”, explica el psicoanalista argentino Hernán Forestello, que se instaló en Pekín hace un año y medio.
Para la nueva generación que conforma la pujante clase media, el psicoanálisis no es sólo una ocasión de solucionar sus problemas sino también un símbolo de estatus. Este grupo se enfrenta a nuevos retos y grandes presiones, especialmente debido al crecimiento económico y a la profesionalización de la sociedad.
“La mayoría de las consultas que recibimos de los pacientes chinos son por estrés y depresión. Esto se conjuga con que hay una mayor atención a la persona, un deseo de cuidarse y conocerse”, dice Forestello.
“En China al menos el 70% de los pacientes psicoanalíticos son mujeres. Y esto por dos factores. Por un lado todavía sigue funcionando el patrón machista según el cual el hombre es duro y la mujer una sentimental que necesita hablar y consultarlo todo”, cuenta el psicólogo sinoestadounidense Yu Fengchuan.
Por otro lado, las mujeres de las grandes ciudades tienen más presiones que los hombres, “pues no sólo deben triunfar en su trabajo, sino que también deben ser hermosas, casarse antes de los treinta y ser amas de casa perfectas”.
La cuestión detrás del rechazo que aún existe a las terapias psicológicas o psiquiátricas se debe también a la manera como son vistos quienes padecen trastornos mentales. “En China, la salud mental es un tabú porque durante años se utilizó para eliminar a enemigos políticos o disidentes, tachándolos de locos. Padecer problemas mentales lo transforma a uno en un monstruo”, explica la psicóloga taiwanesa Yu-fen Tai. “Creo que el rol del psicoanálisis en China debe ser el de quitarle el miedo a la sociedad.”
La nota en La Nación
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