Una argentina en Hong Kong

26 marzo, 2013

La periodista argentina Diana Pazos viajó a Hong Kong para traer un artículo de excelente información para quienes planean o sueñan con visitar las islas del sur de China.

La nota aparecida en el Suplemento Viajes del diario Clarín repasa la historia de Hong Kong, reseña la gastronomía, propone un menú de los lugares imperdibles y ofrece información práctica. En la presentación del destino, Diana Pazos escribe: “Aquí y ahora, en Hong Kong y en 2013, cualquier parecido con la ficción no es pura coincidencia: nos rodean rascacielos vidriados con miles de luces bajo un cielo brumoso sin estrellas. Además, abundan los paraguas –para la lluvia y para el sol–, las publicidades desmesuradas que alientan a “Enjoy” (disfrutar) en mayúsculas a través de sus productos, los dragones y las serpientes en colores estridentes, el gentío con ojos rasgados y los puestos de comida al paso en calles superpobladas que ofrecen “noodles”, esos fideos finitos que come Deckard (Harrison Ford) en “Blade Runner”, con palitos chinos. Sólo faltan las naves en lo alto anunciando que “una nueva vida le espera en las colonias espaciales”, pero no importa si no aparecen. Ya no caben dudas de que en estas latitudes, el futuro llegó hace rato.”


Hong Kong, donde la vanguardia hace historia

 

Por Diana Pazos

El cuerpo propone y el alma dispone. Porque aunque lo más saludable sería recuperar la energía y la lucidez perdidas en las casi treinta horas de vuelo que separan Buenos Aires de Hong Kong, por el contrario, se decide no perder un minuto después de hacer el check-in en el hotel y salir a explorar este enigma del Lejano Oriente. No importa si el reloj biológico reclama un jueves que nunca se vivió: en la isla de Hong Kong hay fiebre de viernes por la noche y multitudes con rumbo incierto le imprimen un ritmo eufórico a las escaleras mecánicas, los puentes peatonales laberínticos y las calles que destilan neón. Definitivamente, “este infierno está embriagador”, diría una bella canción.

El primer contacto con la metrópoli situada al sur de la República Popular China impacta de lleno en los cinco sentidos, empezando por la sucesión infinita de estímulos visuales y aromas que pronto erizan la piel. Los paisajes urbanos futuristas recuerdan al instante a “Blade Runner”, la mítica película de ciencia ficción de Ridley Scott –inspirada en la obra de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”– que fuera ambientada en una fecha que en 1982 quedaba bien lejos (el filme habla de una supuesta versión de Los Angeles en 2019).

Aquí y ahora, en Hong Kong y en 2013, cualquier parecido con la ficción no es pura coincidencia: nos rodean rascacielos vidriados con miles de luces bajo un cielo brumoso sin estrellas. Además, abundan los paraguas –para la lluvia y para el sol–, las publicidades desmesuradas que alientan a “Enjoy” (disfrutar) en mayúsculas a través de sus productos, los dragones y las serpientes en colores estridentes, el gentío con ojos rasgados y los puestos de comida al paso en calles superpobladas que ofrecen “noodles”, esos fideos finitos que come Deckard (Harrison Ford) en “Blade Runner”, con palitos chinos. Sólo faltan las naves en lo alto anunciando que “una nueva vida le espera en las colonias espaciales”, pero no importa si no aparecen. Ya no caben dudas de que en estas latitudes, el futuro llegó hace rato.

Made in China

Por Gloucester Road (a la altura de la estación de subte Wan Chai) y las calles vecinas de Causeway Bay se mezclan los olores a frito, té, incienso, pescado disecado, verduras al vapor, brisa marina. Los carteles en cantonés prometen masajes para gente estresada y otros menos inocentes, a juzgar por las fotografías de algunos avisos, así como ciertos locales de karaoke aparentan tener una clientela de dudosa vocación por el canto. Y en edificios setentosos, entre la ropa que cuelga de las ventanas de departamentos mínimos, se ven televisores donde juegan el Barça o el Milan (por la diferencia horaria, el fútbol europeo se convierte en un gran programa nocturno).

Entonces, por puro desparpajo o simple aturdimiento, uno termina esquivando más gente inesperada en callejones angostos y húmedos, respirando el calor que arrojan cientos de aires acondicionados (todos los hongkoneses tienen uno para sobrevivir a los veranos asfixiantes) y observamos la cocina –literalmente– de boliches en los que cuelgan patos laqueados. Sin saber cómo ni por qué, terminamos comiendo antes de la cena unos bollos de pescado picantes (pese a su forma y consistencia, tranquiliza saber que no son ojos de cordero) con té de pera y miel.

A pocos metros, reaparecen los shoppings, los restaurantes caros, los museos súper vanguardistas, los Rolls-Royce y Ferrari junto a las vidrieras de marcas internacionales como Prada, Louis Vuitton o Tiffany & Co, y vuelve a desplegarse la postal urbana del área financiera, como si fuera el skyline de una Manhattan china con taxis rojos.

Desde el vamos, será una empresa perdida intentar encasillar a Hong Kong: con costumbres británicas y chinas, es futurista y milenaria, espiritual y consumista, supersticiosa y racional, capitalista en un país comunista, atestada de gente que trabaja hasta catorce horas al día y que juega compulsivamente a las carreras de caballos. Intensa y contradictoria.

La ex colonia británica

Con una ubicación estratégica en Asia, la Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China (conocida simplemente como Hong Kong), se encuentra en las orillas del Mar de la China Meridional. Su territorio es de sólo 1.104 km2 y se divide en tres áreas: la isla de Hong Kong; la península de Kowloon, unida al continente; y los Nuevos Territorios, que comprenden 262 islas entre las que se destaca Lantau.

Junto con la antigua colonia portuguesa Macao, Hong Kong es una de las dos regiones administrativas especiales de China donde se aplica el modelo administrativo “un país, dos sistemas”, ideado por el líder comunista Deng Xiaoping. Así, estos territorios mantienen un sistema económico, administrativo y judicial independientes, con libertad de expresión, aduanas y fronteras en las que se requiere de visa para entrar y salir del “Mainland” o continente.

Para entender de qué estamos hablando, será mejor remontarse antes de 1842, cuando Hong Kong era habitada por unos pocos pescadores y su puerto servía como base para el contrabando británico del opio de la India hacia China a cambio de seda, plata, té y especias. Desencadenadas las dos Guerras del Opio, la dinastía Qing cede Hong Kong al imperio británico (ver Historia); entre 1950 y 1970 recibe inmigrantes chinos con el consiguiente boom textil y desarrollo de la industria liviana; y en los 80 se convierte en uno de los centros financieros más importantes del mundo. Sin embargo, los gobiernos del Reino Unido y China firman en 1984 la Declaración Conjunta Sino-Británica sobre el futuro de Hong Kong, estableciendo que los territorios serían devueltos a China. Esto se concreta el 1° de julio de 1997, pero en los años previos, muchísimos hongkoneses emigran a Canadá y Estados Unidos por temor a los cambios.

Si el gran puerto y un parque se llaman Victoria, si existen King’s Park oQueen’s Road y Salisbury Road (entre tantas calles en inglés), si esta suerte de tranvías de dos pisos transitan por las calles con los conductores sentados a la derecha, todo eso es consecuencia de los 150 años de dominación británica en Hong Kong. Y los legados coloniales son palpables en la arquitectura de construcciones que quedaron en pie (como la Torre del Reloj, la antigua Marina, los cañones, el Observatorio, las lámparas de gas de 1865, el Time Ball Tower o Kowloon Fire Station y el camión de bomberos Dennis, por nombrar algunos vestigios). Pero también lo está en las multas severas ante transgresiones como comer o beber (hasta 2.000 dólares hongkoneses, HKD) dentro del moderno subterráneo protegido por vidrios con puertas automáticas para evitar accidentes, mientras que por fumar o escupir “esparciendo gérmenes” la pena máxima asciende a HKD 5.000.

De película y fuera de serie

Desde el piso 31 del hotel Grand Hyatt se aprecia una panorámica de película del Victoria Harbour (el puerto) con sus buques de carga, cruceros, ferrys y containers. En esta mañana con neblina, la vista de la bahía enmarcada por edificios altísimos de formas insólitas es idéntica a la apertura de la recordada serie de televisión “Hong Kong” filmada en 1960. En blanco y negro, las escenas transcurrían en plena época colonial de la mano de un periodista interpretado por Rod Taylor y el jefe de policía, Lloyd Bochner.

¿Otra forma de disfrutar de la vista? Desde 1888, un antiguo tranvía (The Peak Tram) sube por la empinada y frondosa ladera del monte Victoria y, a medida que avanza, la ilusión óptica permite que los edificios del entorno lleguen a inclinarse hasta 45 grados. Durante el ascenso –se llega a los 396 metros–, un grupo de amigas coreanas se sacan decenas de fotos con tabletas y teléfonos como recuerdo de sus primeras vacaciones en Hong Kong.

A 552 metros sobre el nivel del mar, el monte Victoria (Victoria Peak) es el más alto de la isla, por lo que se lo conoce como “The Peak” a secas. Una vez que llegamos a la terraza nos cuentan que todo comenzó en los veranos coloniales, cuando algunas familias empezaron a subir en busca de aire fresco y construyeron casas en la cima para pasar sus vacaciones. En “Sky Terrace 428” (el número alude a la altura máxima a la que se puede acceder) la vista es de 360 grados y cuenta con un curioso rincón donde la gente cuelga tarjetas en forma de corazón para expresar sus sentimientos.

En la “vereda de enfrente”, en la zona peninsular de Tsim Sha Tsui , la costanera ofrece otra perspectiva del puerto. Se trata de la Avenida de las Estrellas y está pensada para disfrutar de las vistas que ofrece la curva que va formando la bahía (tanto de día como de noche, porque la silueta de los edificios iluminados en neón cambia el paisaje por completo). Para ello, hay que partir de la Torre del Reloj y caminar junto al mar, mientras van apareciendo a nuestros pies los nombres de artistas chinos.

Experto en artes marciales, el actor Jackie Chan es una de las figuras destacadas. Pero la estrella indiscutida, fotografiada por todos y reconocida sin necesidad de leer la placa alusiva es Bruce Lee, quien hasta tiene una estatua practicando kung fu.

Si bien este es un buen punto para disfrutar de la “Sinfonía de luces” que tiene lugar todas las noches a las 20, hay un paseo en junk –juncos, típicas embarcaciones de velas rojas– que sale desde Star Ferry Pier y permite ver el show permanente más largo de luz y sonido, según Guinness, en el que participan unos 40 rascacielos de ambas márgenes del puerto. Por ejemplo, el Centro de Convenciones, elInternational Finance Centre (IFC), el International Commerce Centre(con 490 metros y 118 pisos, el ICC es el edificio más alto de Hong Kong) y los impactantes Bank of China y HSBC , en cuyas fachadas se dibujan figuras geométricas en blanco, rojo y verde, mientras los rayos láser de las torres principales se cruzan en el cielo.

Justamente, esta noche la cena transcurre en el piso 11 del hotel, al aire libre y junto a la piscina, pero son tan altos los edificios que nos circundan que tenemos la impresión de encontrarnos en la planta baja. ¿El cielo? Otra vez sin estrellas y con una bruma que nunca termina de esfumarse durante el día.

Los números y los dragones

Por la tarde, varias parejas hacen fila frente a Lan Fong Yuen , un local que jamás llamaría la atención de un occidental: se trata de un bar que nació como puesto callejero, con mesas redondas muy apretadas donde se sirve ¡té con leche! En un abrir y cerrar de ojos, la cola –que ya se extendía por media cuadra– desaparece. La explicación resulta tan insólita como el fanatismo por ese brebaje. Son las cuatro de la tarde y ese número es sinónimo de mala suerte porque en cantonés suena muy parecido a la palabra “muerte”. Entonces, cortan con su actividad y, unos minutos más tarde, la retoman como si nada.

Todo lo contrario ocurre con el 8, sinónimo de prosperidad y fortuna; el 9 suena como eternidad y el 3 como vida. Se llegan a pagar fortunas para conseguir una casa o una patente de auto que termine con 8. Nuestra guía hongkonesa, Sonia, recuerda que las Olimpíadas de Beijing comenzaron el 8 de agosto (mes 8) de 2008 a las 8.08 PM. Pero también aclara que “los chinitos se las ingenian: por ejemplo, si una casa termina en 74 no hay problema porque el 7 quiere decir que ‘no está bien’, entonces en ese caso, no está bien la muerte. Y un hombre de dinero, que tenía una esposa y dos hijos, para que su familia no sumara 4 se compró un Lamborghini”.

Por las dudas, el Grand Hyatt no tiene piso 13, el HSBC fue construido según los principios del Feng Shui y tiene leones protectores en la puerta, además de orientar sus espacios de acuerdo con la armonía yin-yang. Y hay un gran edificio que resalta en la zona de Repulse Bayporque enseña una curiosa abertura cuadrada en el centro. Si bien Sonia dice que ahora los rascacielos tienen estas “puertas” para que no los afecten los tifones, todo el mundo cree que por allí pasa, cada tanto, un dragón que baja de las colinas cercanas y se zambulle en el agua.

Como en Chinatown

Amanece en Kowloon y los negocios de electrónica alineados enNathan Road abren recién a las 10 de la mañana. Como en cualquier mercado callejero, en las tiendas de Hong Kong también se regatean los precios hasta llegar a un acuerdo. Esto incluye productos tan diversos como cámaras de fotos, juegos de té de porcelana, un simple souvenir o una joya costosa. Todo se puede conversar en inglés o cantonés, y desde 1997 también en mandarín, que son los idiomas que se aprenden en las escuelas.

El sol empieza a calentar cuando ya los obreros de la construcción se encuentran trepados a altos andamios de bambú y los vendedores de las tiendas de trajes reparten tarjetas en la calle para tentar a los clientes, ante la feroz competencia. Con vehemencia, explican que si un hombre elige una tela de seda y le toman las medidas para hacerle un saco y un pantalón con líneas italianas, por ejemplo, por 1.900 dólares hongkoneses lo tendrá terminado en la mañana siguiente. Y eso también se puede arreglar por menos plata y menos tiempo.

Siempre caminando por la calle Nathan, aparece el gran parque Kowloon y, con una sincronización inexplicable, más de veinte personas mueven sus brazos y piernas con la suavidad que el tai chi chuan requiere. Detrás de unos árboles, otro grupo usa diarios a modo de colchonetas sobre el suelo y hacen de las suyas con música de fondo y todo. A pocos pasos, una mujer de unos setenta años apenas asoma sus miembros detrás de unos ligustros que forman un laberinto verde. Pero el más llamativo es el señor de pantalón y zapatos negros, camisa blanca y tiradores, cuyos movimientos pausados y respiración profunda contrastan con su atuendo formal y el maletín que dejó junto al lago (¿será el CEO de una compañía en donde le espera una jornada infernal por delante?). Todo es posible, pero unos y otros coinciden ante la mirada absorta de esta cronista y saludan con la mano o sonríen.

Persiste una sensación algo absurda que acompaña desde el primer instante en que pisamos Hong Kong, y es que en algún momento dejaremos de ver carteles en chino y gente que pasa apurada con barbijos o comiendo con palillos mientras caminan. Es decir, que cruzaremos una esquina y quedará atrás este mundo ajeno que recuerda a alguno de los “Chinatown” que hay en muchas ciudades del mundo. Pero no. Seguirán ofreciéndonos kimonos, vestidos de seda, relojes que no se sabe si serán capaces de funcionar dos días seguidos, ropa interior, monederos, carteras, mariscos disecados, leche en polvo como si fuera oro enlatado y nidos de golondrinas que se suponen nutritivos.

Una cuestión de fe

El Año Nuevo chino comenzó el 10 de febrero pasado, por lo que en las primeras semanas –y especialmente los domingos– llegan contingentes en micros desde China continental para visitar los templos, pedir y agradecer por el nuevo ciclo. Uno de los más concurridos es Won Tai Sin , reconstruido en 1969 en las laderas de Kowloon, con torres y más torres de departamentos como telón de fondo. Allí confluyen sin problemas taoístas, budistas y personas que siguen la normativa de Confucio. Todos llevan inciensos, logrando ahumar a creyentes y turistas curiosos, bajo la atenta mirada de los hombres de seguridad que previenen los accidentes con el fuego y las cenizas entre el gentío. Muchos llevan ofrendas de frutas o flores y esperan su turno para recibir un recipiente con palitos de bambú numerados que irán sacudiendo desde la entrada del templo hasta el altar. Algunos de pie, otros de rodillas, van anotando los números que van surgiendo –a veces, hacen el recorrido con la ayuda de un amigo o un pariente que va llevando la cuenta, lápiz y papel en mano– y hay “adivinadores” que harán una interpretación de la fortuna que le depara al fiel en cuestión. Además, el lugar cuenta con un centro de medicina china y una clínica herbaria que funciona desde 1924. Entre otras cosas, el taoísmo consiste en respetar y proteger a la naturaleza y ser considerado y paciente, y los creyentes le prenden al menos tres inciensos a sus deidades para expresarles su devoción. Pero quizás el secreto mejor guardado sea el jardín que se enconde detrás de las construcciones con techos en forma de pagodas.

Algunos aspectos del ritual se repiten en el templo llamado Man Mo , ciento por ciento taoísta. Apretado entre edificios y comercios, enHollywood Road , fue construido en 1847 y es uno de los más antiguos de la isla. Allí se le rinde tributo a los dioses de la literatura (Man) y de la guerra (Mo), y en su interior también se realizan ofrendas de naranjas y manzanas, se escriben peticiones sobre cintas rosadas, rojas o verdes (las hay para el trabajo, el amor, la salud y la buena fortuna) y una enorme nube de incienso cubre el lugar cerrado y con predominio del rojo. Aquí también los sabios atienden consultas.

Bien diferente es el caso del Monasterio Budista de Po Lin situado en la cima de Ngong Ping , una montaña que se levanta en la isla de Lantau. Se puede subir a pie, pero la forma más veloz y cómoda es llegar a bordo del teleférico totalmente transparente que fue inaugurado en 2009 y recorre unos 5,7 km en 25 minutos. El paseo ofrece vistas conmovedoras de la montaña verde, del Buda a lo lejos y hasta del famoso aeropuerto diseñado por Norman Foster e inaugurado en 1998.

De esta forma, llegamos al pie de la larga escalinata que conduce hasta el Buda Gigante Tian Tan , una estatua de bronce orientada hacia el norte que alcanza los 26,4 metros por encima de un trono en forma de flor de loto y que suma 34 metros de altura si se incluye su base. Levantado en 1993 y junto al Monasterio Budista de Po Lin, el Gran Buda se encuentra sentado en la misma posición que el Buda Sakyamuni cuando alcanzó la iluminación bajo el famoso árbol de bodhi.

Hay que decir que no todo es espiritualidad en el lugar, ya que además de libros gratuitos para llevar una vida feliz y ser una buena persona, también hay tiendas de souvenirs, kioscos y hasta un Starbucks.

Los mil y un mercados

A falta de superficie, Hong Kong siempre crece hacia arriba y parece no tener techo. Como consecuencia de la superpoblación (Kowloon llegó a ser el núcleo urbano de mayor densidad del planeta, con 40.000 habitantes por km2), los departamentos tienen un promedio de 30 m2 que las familias separan con cortinas para crear ambientes distintos y el alquiler ronda los HKD 2.500 por mes. La falta de espacio en hogares asfixiantes arroja a los hongkoneses a las calles hasta tarde, por lo que es frecuente ver a la gente cenando al aire libre a las once de la noche cualquier día de la semana y recorriendo mercados a la medianoche como si siempre necesitaran comprar algo más. A eso hay que sumarle los 48.615.113 visitantes que recibió Hong Kong en 2012, logrando un incremento del 16% con respecto al año anterior.

Primero recorrimos Stanley Market , más orientado a los turistas que compran remeras y relojes de Mao y Bruce Lee, collares y pulseras con inscripciones chinas de la buena fortuna y los doce animales del horóscopo (además de la Serpiente de rigor por tratarse de su año). Por la noche fuimos al increíble Temple Street Night’s Market, donde se venden juguetes eróticos, abanicos y auriculares, junto a las carpas de los cantantes de ópera y los adivinadores del futuro que leen las manos. Todo en una sola calle.

Sin embargo, es en el distrito de Mong Kok donde están los mercados más desopilantes: el Ladies’ Market no sorprende tanto como el deJade (más pulseras, collares y Budas, pero verdes), Flores , Peces y, especialmente, el Mercado de los Pájaros . No sólo se ofrecen aves de las especies y tamaños más variados sino jaulones de madera con bebederos de porcelana y sus alimentos (desde semillas hasta langostas y gusanos vivos). Nos comentan entonces que los pájaros son la compañía por excelencia para los ancianos y hasta no hace mucho tiempo –más precisamente, hasta el brote de gripe aviar– iban a los restaurantes con sus jaulas. La imagen resulta hilarante y casi irreal, como si se tratara de un cuento. Después de todo, Hong Kong parece salido de un gran cuento chino.

HISTORIA

Un país, dos sistemas

Podría afirmarse que la isla de Hong Kong, tal como se la conoce hoy, nació en 1842, cuando esta antigua morada de pescadores absorbida por China hacia el 50 aC. fue cedida al Reino Unido. El traspaso a manos inglesas ocurrió tras la derrota china en las Guerras del Opio (de 1839 a 1842 y de 1856 a 1860, respectivamente), que enfrentaron a ambas potencias a causa de un fuerte conflicto comercial.

Bajo el ala del Reino Unido, Hong Kong se erigió como centro del comercio internacional. Las oleadas de inmigrantes en el siglo XX (mayormente desde China) ubicaron a la isla como polo industrial, lo que derivó en su posicionamiento, en los 80, como una de las diez economías más relevantes del mundo. Hoy es uno de los primeros centros financieros de Asia.

En 1984, China y Gran Bretaña firmaron el tratado “Sino-British Joint Declaration”, en el que se estableció la vuelta de Hong Kong, desde 1997, a la tutela china, con el nombre oficial de Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China. El sistema económico definido allí es el de “un país, dos sistemas”, es decir, el mantenimiento de su economía capitalista bajo la soberanía de un país comunista, situación que seguirá –dice el tratado– hasta 2047.

Una de las claves para comprender la peculiar configuración actual de Hong Kong es el siguiente contrapunto: haber logrado, por un lado, conservar buena parte de su vida tradicional antigua (sin las influencias que el maoísmo ejerció en China continental) y, a la vez, por su historia como colonia británica, haber incorporado, al menos en parte, usos y costumbres propios de Occidente.

LA BUENA MESA

Los Dim Sum

Cocinados al vapor y servidos en canastas de bambú desmontables, los Dim Sum son el plato más típico de Hong Kong. Se trata de unos pequeños bollos o snacks de pasta, rellenos con carne, pollo, hongos, camarones, pescados o verduras, que se sirven tanto en el desayuno como en la cena. Por supuesto, como ocurre con toda la comida china que se precie de tal, se comen con los clásicos palillos.

Los restaurantes cuentan con las clásicas mesas redondas con vidrios giratorios en el centro, por lo que los comensales disponen de dos juegos de palillos: con el primero se sirven de los platos comunes y con el segundo se llevan su propia comida a la boca. A toda hora, la comida es acompañada con té. También se consume sopa de aleta de tiburón y nidos de golondrina, así como noodles (fideos) y rolls fritos con verduras, pescados o cerdo. A su vez, el arroz con hongos y carnes es un plato predilecto en esta región, así como el famoso pato laqueado, que se sirve en trozos.

IMPERDIBLES

Aldeas, playas, parques y museos

Tai O. Se trata de una auténtica aldea de pescadores ubicada en la isla de Lantau, donde la comunidad Tanka construyó sus casas sobre pilotes. Viven allí desde hace varias generaciones. Tiene un colorido mercado al aire libre que ofrece peces y mariscos vivos (se exhiben en recipientes con agua) o pescados disecados.

Nan Lian Garden. En Diamond Hill, Kowloon, este jardín fue inaugurado en 2006 y su diseño se basó en el jardín Jiangshouju de la dinastía Tang, un paisaje tradicional chino de la provincia Shanxi. Cuenta con un Pabellón dorado en el centro del Estanque de Loto y las edificaciones llamadas Song Cha Xie y Xiang Hai Xuan, además de un molino de agua y una cascada que cae  al frente de un restaurante vegetariano.

LockCha. Una casa de té para degustar y aprender la historia de una ceremonia tradicional y saludable. Está junto al interesante Flagstaff House Museum of Tea Ware.

Clases de Tai Chi y de Feng Shui. Con el objetivo de balancear el yin y el yang y lograr la armonía entre cuerpo, mente y alma, Willian Ng y Pandora Wu enseñan Tai Chi desde hace años. En tanto, la ancestral práctica que remite al “viento y agua” para atraer la buena fortuna está a cargo de Alex Yu y Shirly Chan.

Ocean Park. Entre sus numerosas atracciones se destacan los osos pandas gigantes en peligro de extinción y un gran acuario.

Repulse Bay. Las aguas están demarcadas con flotadores amarillos que advierten que allí hay redes para que no pasen los tiburones, pero en la costa sur las playas son convocantes para descansar.

Disneyland Hong Kong. Toda la magia de Disney, con el ratón Mickey y sus amigos, se puede experimentar al visitar este parque temático.

Museo del Espacio. Tiene dos salas (ciencia espacial y astronomía), actividades interactivas y planetario con sistema IMAX.

Lamma. Hong Kong también tiene colinas y selvas subtropicales, así como playas de arena blanca y un ritmo tranquilo en las islas vecinas. Lamma es una isla de pescadores con casas sobre pilotes y sin autos, donde se puede comer mariscos frescos.

Museo de Arte. En Kowloon, tiene más de 15.000 piezas antiguas y colecciones modernas.

MINIGUIA

COMO LLEGAR. Air Canada ofrece cinco vuelos semanales desde Buenos Aires hasta Hong Kong con sólo un cambio de avión en Toronto, Canadá. En este caso, es necesario tramitar la visa de tránsito canadiense, que se puede gestionar en el Centro de Solicitud de Visas de Canadá (www.csc-cvac.com) o gratuitamente en la Embajada canadiense. En cuanto al vuelo, las tarifas van desde US$ 1.992 (con impuestos incluidos), ida y vuelta, en clase Económica, y desde US$ 5.950 en Executive-First. Ambas tarifas habilitan a dos paradas sin cargo en Canadá, una en cada tramo. Informes de Air Canada: 0800-444-2007, www.aircanada.com.

DONDE ALOJARSE. En la isla de Hong Kong, la habitación en el hotel Grand Hyatt Hong Kong cuesta, en la categoría “Grand Room”, 3.500 dólares hongkoneses (US$ 451). Los cuartos “Grand Harbour View Rooms” cuestan 3.900 dólares hongkoneses (US$ 502). A su vez, en categoría “Grand Deluxe Harbour View”, 5.700 dólares hong-koneses (US$ 735), y en “Grand Executive Harbour View”, 8.000 dólares hongkoneses (US$ 1.030). A todas las tarifas hay que sumarle un 10% de impuestos, e incluyen acceso a Internet, piscina exterior y gimnasio (hongkong.grand.hyatt.com).

En Kowloon, el hotel Hyatt Regency Hong Kong-Tsim Sha Tsui tiene habitaciones en clase “King” que oscilan entre 2.100 y 4.200 dólares hongkoneses (de US$ 270 a US$ 541) por noche, con acceso a Internet en la habitación, gimnasio y piscina exterior. La habitación “Regency Club King Room” cuesta entre 2.900 y 5.000 dólares hongkoneses (de US$ 374 a US$ 644) por noche, e incluye desayuno continental, un cocktail con canapés por la noche e infusiones durante el día. Además, ofrece Internet en la habitación y sala de reuniones (una hora por cada día en el hotel), gimnasio las 24 horas y piscina exterior. A todas las tarifas hay que sumarles un 10% extra de impuestos (hongkong.tsims hatsui.hyatt.com).

MONEDA. La moneda oficial es el dólar de Hong Kong: 1 dólar estadounidense es equivalente a 7,76 dólares hongkoneses. A su vez, 1 peso argentino equivale a 1,53 dólares hongkoneses.

VISA. Los argentinos no necesitan visa para entrar en Hong Kong.

CLIMA. Si bien el mejor momento para viajar es el otoño (de septiembre a noviembre), con brisas y temperaturas medias óptimas, el resto del año no suele ser demasiado adverso: la primavera, de marzo a mayo, tiene días cálidos y algo húmedos; en verano –junio a agosto– hace calor, hay bastante humedad y puede haber algunas tormentas (con temperaturas que pueden pasar los 30 grados); y el invierno es seco y nublado, pero la temperatura durante el día suele rondar los 15 grados centígrados.

ATENCION. Hay 11 horas de diferencia respecto de la Argentina, por lo que conviene prever, en el momento de programar el itinerario, los efectos que dejará el jet lag.

INFORMACION

Turismo de Hong Kong: www.discoverhongkong.com/es

www.tourism.gov.hk

La nota en Clarín

Categorías: Economía Turismo

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