“La dueña del futuro”
Acaba de salir Explorador/China, una revista de Le Monde Diplomatique en Argentina que será coleccionable y se dedicará, temáticamente, cada mes, a distintos países. El primer número está dedicado a China, “La dueña del futuro”, y entre otros autores recopila muy interesantes artículos de Michael Klare, Shen Dingli, Xu Xing, Ignacio Ramonet, Anne Cheng y Sergio Cesarín. Con una introducción de Carlos Alfieri, un trabajo destacable es el de Maurice Meisner, sinólogo autor del notable libro “La China de Mao y después” (editado en Argentina por la editorial cordobesa Comunicarte en 2007).
Meisner se plantea qué tipo de capitalismo es el chino, y cuánto de la actual modernización descansa paradójiamente en el modelo anterior, el puramente maoísta. Al asumir el sucesor de Mao, Deng Xiaoping, escribe, “un objetivo inmediato era el rápido desarrollo económico, empleando los métodos más expeditivos disponibles, manifiestamente para construir la base material para el socialismo. Si el poder político permanecía en manos del PCC, Deng asumía que los deseados resultados socialistas surgirían finalmente del ‘desarrollo de las fuerzas productivas’”.
Había que tener una burguesía para eso, pero ésta (en verdad lo poco que había) había dejado de existir con la Revolución de 1949. Los empresarios huyeron o fueron expropiados, algunos recibiendo un bono a tasas bajas. Cuando Deng se propuso reconstruirla, sólo quedó, dice Meisner, recurrir a los cuadros del PCCh y los funcionarios de gobierno. “Tenían la influencia políticas y las habilidades para aprovechar mejor las ventajas pecuniarias que ofrecía el mercado”.
Meisner, profesor de Historia en la Universidad de Wisconsin en EE.UU.
De ahí nace un capitalismo desde el Estado. Pero, como dice el autor, en verdad todas las “construcciones” capitalistas (Gran Bretaña y sus leyes en los albores del capitalismo, Alemania y sus inicios con Bismark, Japón en la era Meiji y los casos más recientes del sudeste asiático, entre otros) se hicieron con impulso estatal, aunque luego se mente lo de la “mano invisible”. En todo caso, plantea, China actual “es de un carácter aun más centrado en el Estado”. “El mismo Estado-Partido Comunista asumió la tarea de producir tanto la burguesía urbana como la rural, en gran medida desde sus propias filas”.
Esa centralidad estatal se da, agrega, tanto en los análisis de quienes confían que finalmente se impondrá alguna idea de socialismo en China como en los de quienes hablan abiertamente de que en el país asiático ya hay capitalismo pero “de amigos”.
Sobre si habrá una apertura “democrática” en los términos que reclaman algunos desde Occidente, Meisner dice que “es improbable que una burguesía que es creación del Estado comunista, que permanece tan dependiente de ese Estado y que en muchos aspectos aún está ligada material y psicológicamente al aparato del Estado-Partido tienda a limitar el poder de un Estado del que tanto se beneficia”.
Luego rastrea los orígenes del “capitalismo burocrático”, o sus parecidos, en la historia china, lo que lo lleva a más de 2000 años con la dinastía Han y sus monopolios de Estado hasta el período nacionalista del siglo XX con Chiang Kai Shek. Al triunfar Mao, destruyó casi todo eso pero no era su intención “eliminar el capitalismo en general, el que continuará existiendo –decía el Gran Timonel-‘durante un largo período’ para servir a las necesidades del desarrollo económico nacional”. Y ahí Meisner da cuenta de un legado histórico (unificación nacional, bases para un Estado-nación independiente, canalización del excedente agrario para la industrialización, planes de alfabetización, educación y salud para una fuerza de trabajo moderna, entre otras) que sirvieron de base paras las futuras reformas de Deng y sus seguidores hasta hoy.
“La herencia real de la Revolución de 1949 –concluye- no fue el socialismo, un objetivo todavía proclamado ritualmente en Pekín, sino más bien el moderno objetivo nacionalista de la riqueza y el poder del Estado-nación”.
PUBLICAR COMENTARIOS