ACCA firmó convenio contra la discriminación
Miguel Tetelbaum, Guillermo Borge, Claudio Epelman, Julio Schlosser, Roberto Brzostowski, Ana Kuo y Juan Sarrafian.
En una ceremonia que tuvo lugar en el salón Rojo de BuddhaBA, Barrio Chino de Buenos Aires, la Asociación Cultural Chino Argentina (ACCA) firmó con el Observatorio Web (dependiente del Congreso Judío Latinoamericano) un Acuerdo de Colaboración y Apoyo Mutuo tendiente a una convivencia armoniosa entre las diferentes comunidades en la Argentina.
El Observatorio Web trabaja por una web libre de discriminación a través de una educación activa para la integración de la diversidad. El dispositivo es un proyecto conjunto del Congreso Judio Latinoamericano (CJL), de la Asociacion Mutual Israelita Argentina (AMIA) y de la Delegacion de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA).
Guillermo Borge, presidente de AMIA y Julio Schlosser, presidente de la DAIA, suscribieron el acuerdo con Ana Szuchia Kuo, presidente de la Asociación Cultural Chino Argentina.
También estuvieron presentes el presidente de la Federación Argentina de Colectividades, Juan Sarrafian, el Asesor del Congreso Judío Latinoamericano Mario Feiferbaum, directora de la ACCA, Carola Yachen Kuo, el director del Congreso Judío Latinoamericano, Roberto Brzostowski, el secretario de la Asociación del Barrio Chino de Buenos Aires, Antonio Chang y la investigadora en temas de inmigración china Luciana Denardi, entre otros.
El profesor Pablo Kuo, de la ACCA, llevó a cabo una demostración de caligrafía china y brindó una conmovedora conferencia sobre la importancia de la sabiduría ancestral china. “Es importante entender que los problemas del presente tienen causas que pueden estar muy lejos. No sirve violentarse con una manzana porque es ácida: debe buscarse la causa, y así se entenderá que el árbol que se plantó da manzanas ácidas. Si se quiere una manzana dulce, deberá plantarse, entonces, un árbol que dé manzanas dulces y esperar a que fructifique”.
Por su parte, el editor de la revista de intercambio cultural argentino-chino Dang Dai, Gustavo Ng, pronunció este discurso:
Grandes contingentes de hombres provenientes de China llegaron durante el siglo XIX a Perú, Cuba, Estados Unidos y México. Llegaron en un estado de semiesclavitud y fueron tratados cómo tales. Reaccionaron al maltrato, fueron reprimidos, resistieron.
La historia de la inmigración de chinos a Argentina fue del todo diferente. Nunca fueron traficados culíes a nuestro país. La inmigración fue a cuentagotas, en la forma de unos pocos comerciantes cantoneses que llegaron guiados por su destino errabundo antes que por las particularidades de la Argentina.
Sin embargo, posiblemente la situación de los chinos en otros países, especialmente Estados Unidos, gravitó en nuestro país. En la misma época se estaban echando los cimientos de la actual sociedad argentina, marcada a fuego por la superstición de la superioridad racial de los europeos y norteamericanos. Los gobernantes querían fundar la patria sólo con los europeos más selectos. Los chinos, que además eran objeto de la furia de los blancos norteamericanos porque no se sometían a la humillación, estaban fuera del target.
Aquel proyecto era, así, un proyecto racista, que sembró las malezas de una xenofobia que aún hoy es difícil erradicar.
Es cierto que nuestros sentimientos incluyen una agradable adopción de los extranjeros. El árabe es “turquito”, el español “galleguito”, el chino “chinito”.
En todo caso, la verdadera inmigración de chinos, que comenzó en los 80, se encontró ante esa compleja mezcla de xenofobia y bienvenida.
El encuentro se desarrollo en dos escenarios. Primero, el de las dificultades a la integración que plantea el idioma. No sólo el lenguaje, ya que un idioma es una construcción de la realidad. Los chinos han tenido en Argentina, como les ha sucedido en cada país de Occidente, el casi infranqueable desafío de traducir su mundo en los términos de otro mundo.
Esta situación se hizo más crítica cuando a la primera oleada inmigratoria, compuesta por taiwaneses, que tienen manejo del idioma inglés, siguió la fuerte llegada de fujianeses, que no tienen con los argentinos ninguna lengua en común.
En el futuro es posible que la barrera idiomática se desintegre a no muy largo plazo, desde que la comunidad china no se ha concentrado en un barrio (el Barrio Chino de Belgrano es de residentes, sino un paseo cultural-comercial-gastronómico), sino que ha tenido en nuestro país un patrón de dispersión geográfica, determinado por el rubro económico al que se han abocado, el supermercadismo barrial.
Entendemos que la segunda generación rápidamente saltará la valla del desentendimiento.
El segundo escenario es el de la discriminación. No percibimos una discriminación escandalosa; es más, a veces nos asombra no enterarnos de episodios de discriminación contra los chinos, siendo que se trata de la cuarta comunidad de extranjeros más grande en Argentina.
La falta de concentración geográfica coincide con una ausencia de fuertes organizaciones sociales representativas de la comunidad. En este acto la organización presente es una asociación cultural. En diferentes ocasiones la referente ante los medios de comunicación es una cámara de supermercados, lo que es una entidad empresarial. Justamente una de esas cámaras, CASRECH, tomó la representatividad cuando se encendió la luz roja de la discriminación en los saqueos a supermercados chinos en Rosario, en diciembre pasado.
Esta situación representa un desafío para el Observatorio, en el camino a un proceso en que los chinos no perderán su cultura e idiosincrasia, sino que la cultivarán en Argentina, y Argentina se enriquecerá con el aporte de los chinos.
La noticia en el sitio de la ACCA
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