Secretos del milagro

18 febrero, 2013

 

En su edición de ayer, Ieco comenta el libro publicado por Justin Yifu Lin “Economic Development and Transition / Thought, Strategy and Viability” (Cambridge, University Press, 2009), donde el principal asesor en materia económica del Comité Central del Partido Comunista chino pasa revista al desarrollo reciente en China y recupera la teoría de las ventajas comparativas. Su tesis central es que el crecimiento sostenido de un país en desarrollo depende de la mejora acumulada en sus niveles de productividad, con constante innovación tecnológica. Y afirma que no hay ventajas competitivas sin aprovechar las ventajas comparativas.

 


Justin Lin posee un doctorado summa cum laude de la Universidad de Chicago y ha sido vicepresidente del Banco Mundial. Su obra, dice el artículo, puede considerarse la teoría en que se funda la estrategia de crecimiento de la República Popular.

“Su punto de partida es la afirmación de que la expansión de un país emergente o en desarrollo depende crucialmente de la estrategia fijada por el poder político, cuyo papel se presume activo y protagónico”, afirma Jorge Castro en Ieco.

“Lin señala que si el poder político cumple su papel de incentivar el desarrollo, y alienta a que las empresas exploten las ventajas comparativas (dotación de recursos), su estrategia puede convertirse en un éxito histórico y lograr del crecimiento sostenido.

“La visión estratégica del poder político es la variable esencial que establece el éxito o el fracaso de un país en el terreno económico. Y esta orientación es más importante para el desarrollo que la riqueza de los recursos naturales y humanos.

“Las ideas, explícitas o implícitas, del poder político y de su liderazgo son las que deciden el desarrollo de un país. Cita a John Maynard Keynes: “Tarde o temprano se advierte que son las ideas y no los intereses creados las que constituyen los verdaderos peligros para el desarrollo económico del siglo XX”.

“Lin critica el institucionalismo vigente en las grandes universidades de los países avanzados (EE.UU.). Señala que “las instituciones (estructuras que organizan los incentivos de una comunidad) son fenómenos endógenos de esa sociedad, y como tales, el resultado de factores económicos, políticos y sociales surgidos de su historia”.

“¿Por qué –se pregunta Lin– algunos países tienen instituciones consideradas ‘malas’ y otros ‘buenas’?; ¿y por qué algunos pueden crecer sostenidamente, a pesar de que mantienen en pie un sistema ‘malo’ de instituciones?” China ha crecido 30 años a una tasa de 9,9% anual, el período más largo, a los niveles más elevados, de toda la historia del capitalismo; y es un sistema de Partido-Estado “marxista-leninista”, en el que la decisión reside en la cúspide y no en la base, carente de justicia independiente, y que ha llegado al poder tras una guerra civil que duró veinte años.

“El caso chino –como el de Vietnam– es un factor disruptivo de la teoría institucionalista, y ello obliga, siguiendo la advertencia de Thomas Kuhn (The Structure of Scientific Revolutions, 1962) a modificar el paradigma en que se funda.

“La principal institución –dice Lin– es el gobierno, y decide la orientación del conjunto”. La razón es que cobija lo esencial del poder político, sobre todo en los países emergentes y en desarrollo.

“De la orientación del gobierno depende el rumbo que adquiera el conjunto, y éste lo fija la política, sinónimo de la visión estratégica que posea su máximo liderazgo. Este graduado de Chicago afirma la primacía de la política en el desarrollo económico.

La tesis central del libro de Justin Lin es la siguiente: “El crecimiento sostenido de un país en desarrollo depende de la mejora acumulada que logre en sus niveles de incremento de la productividad, y la única forma de hacerlo sostenidamente es a través de la constante innovación tecnológica, que expande el producto por unidad de tiempo de trabajo en relación con los insumos utilizados”.

“Agrega que en los países en desarrollo no hay otra forma de ejecutar una política de innovación tecnológica que expanda efectivamente las industrias si no es siguiendo la línea de las ventajas comparativas.

“Solo así se puede desatar el potencial productivo implícito en el nivel de retraso que experimenten con relación al mundo avanzado, para acelerar sostenidamente su crecimiento económico.

“Por eso, es un crítico de la estrategia asumida por los países en desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial, y en primer lugar, por la República Popular, a través de la sustitución de importaciones y de la prioridad otorgada a la construcción de una industria pesada, capital-intensiva, no sustentada en ventajas comparativas.

El resultado fue que esas industrias sólo sobrevivieron a través de la protección gubernamental, los subsidios generalizados y el cierre de la economía, mientras provocaban rentas parasitarias y una corrupción generalizada de raíz estructural, con bajo y errático nivel de crecimiento.

“Sólo los “4 Pequeños Dragones” del Sudeste asiático tuvieron éxito en su estrategia de crecimiento económico después de 1945 –Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur– porque la fundaron en la utilización de sus ventajas comparativas (dotación de recursos).

“Se volcaron a la producción de bienes industriales trabajo-intensivos orientados a la exportación, y así acumularon capital físico y humano, se desarrollaron.

“El capital –sostiene Lin– es el factor crítico en el crecimiento económico, y la acumulación de capital depende del aumento de la productividad, que evita que decline la tasa de retorno de las inversiones a medida que el capital se acumula.

“Para Lin, no hay “ventajas competitivas” (mejoras cuantitativas/cualitativas de la estructura tecnológica-industrial) que no se funden en las ventajas comparativas”, finaliza la crítica del libro.

Categorías: Economía Negocios

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