La sucesión de Hu agita el clima en Beijing
Uno de los directores de Dang Dai, Néstor Restivo, publica en el número de mayo de la revista Caras y Caretas el siguiente artículo sobre la sucesión presidencial en China. “Con el recambio, este año, en la cúpula del Partido Comunista (PCCh), y en 2013 en la presidencia de la República Popular, la política de China vive fuertes pujas internas por el perfil que tendrá en su próximo gobierno la segunda economía mundial y la nación más poblada del planeta.
Por siglos, el llamado Reino del Medio lidió entre mantener su autarquía –herencia del sinocentrismo que dominó hasta la Revolución Industrial y la Guerra del Opio impuesta por potencias occidentales- o integrarse a un sistema-mundo al que sentía ajeno. Pero ahora que el proceso de reforma y apertura iniciado hace 30 años ubicó a China como segunda economía mundial y por lo tanto en un lugar tan crucial para el desarrollo global, quizá a su pesar el régimen de Beijing juega un papel que irradia coletazos hacia todos los puntos cardinales. Por eso la definición de la lucha por el poder entre liberales pro-reformas y los más “conservadores” o atentos a no perder el rumbo de un “socialismo con características china” es seguida con tanta atención. No debería escapar a ese interés Argentina, que en 2011 intercambió más de US$ 14 mil millones con China, su segundo socio comercial y uno de los mayores inversores en la actualidad, igual que en el resto de América Latina, adonde China llegó sobre todo para posicionarse a presente y futuro en la provisión de recursos naturales.
En su despedida pública reciente, el primer ministro Wen Jiabao alertó del peligro de una nueva era traumática (otro tópico legendario en China, los ciclos de caos y de unificación nacional que cruzan su historia y ya reflejaba la novela de Romance de los Tres Reinos, del siglo XIV pero clásica aún hoy) si volvían los errores de la Revolución Cultural maoísta. Y tras cartón sacaban de la carrera por un lugar en el selecto comité permanente del PCCh, cuerpo central de las decisiones en Beijng, a Bo Xilai, un carismático líder del PC local en la pujante megametrópolis Chonqing (30 millones de habitantes).
Identificado con la nueva izquierda partidaria, hijo de un héroe y lugarteniente de Mao Zedong y estrella emergente, Bo siguió en el Politburó pero quedó en offside en la disputa actual para llegar al selecto comité permanente de 9 miembros. Venía combatiendo la corrupción en su territorio, envió a miles a la cárcel, hubo un escándalo con el ex jefe del Buró de Seguridad Pública y vicealcalde del lugar, de quien se rumoreó que había solicitado asilo político en el consulado de Estados Unidos y, sobre todo, Bo pugnaba por conciliar reforma económica con sutura de la brecha social observada estos años, con tanto chino millonario y gustoso del lujo por doquier y vastas franjas de la sociedad aún lejos de una renta media razonable. (Según un informe conjunto del Banco Mundial y una ONG local, China, que dejó de publicar su índice Gini, tendría uno de los peores indicadores de desigualdad de Asia, pese a que su PBI se expandió 9% anual promedio y continuo en tres décadas).
En todo caso, esta fue sobre todo la interpretación de la mayoría de los medios occidentales. Unas semanas después, la agencia oficial Xinhua echó otra mirada: afirmó que la caída de Bo se debió no a disputas internas sino a que es sospechoso de estar involucrado en una serie de violaciones a la disciplina. “China se ha convertido en un blanco común de la especulación, y la demanda de noticias acerca de China ha aumentado en países extranjeros en años recientes”, dijo un despacho de Xinhua, que especula con fines non sanctos en esas publicaciones. “Los medios extranjeros a menudo carecen de un entendimiento elemental de las condiciones reales de China”, señaló.
Como fuera, el affaire tuvo la particularidad de ser seguida por millones de ciudadanos a través de los medios y de las páginas de internet, incluidas opiniones bien jugadas de los cibernautas, algo novedoso para la forma más bien hermética con que el régimen suele tratar las cuestiones del poder. El dirigente no ocultaba su ambición de trepar en el régimen político y desarrollaba un amplio programa social, inclusive con “canciones y consignas rojas” que no eran de agrado del ala aperturista.
Pese a su caída, no parecería estar en riesgo la figura más expectable para el recambio presidencial, el vicepresidente Xi Jinping, a quien también los analistas ubican a la izquierda del partido, aunque más moderado y más bien equidistante de las dos tendencias.
En su reciente gira por Estados Unidos, medios y analistas lo identificaron como próximo presidente y secretario general del PCCh. Lo mismo había hecho ya en 2010 el semanario conservador británico The Economist.
¿El golpe contra Bo fue entonces un tiro por elevación para Xi? Eso aludieron algunos expertos como Natalia Tobón del sitio China Files (“entre líneas –escribió- al posible próximo presidente se le está diciendo que la mayoría del poder quiere que las reformas primen antes de regresar al conservadurismo”) o el académico chino de Universidad de Nottingham, Shujie Jiao, quien mentó un “empate” entre las dos facciones que llevaría a inmovilizar futuras reformas.
De hecho, quien reemplazó a Bo fue un dirigente “reformista”, el vicepremier Zhang Dejiang. Y el jefe de Estado saliente tras diez años de mandato, Hu Jintao, así como Wen y el posible futuro primer ministro, Li Keqiang, integran asimismo la generación que encabezó el proceso de apertura. La que llegará ahora al poder palaciego será la llamada “quinta generación” de la Revolución china iniciada hace más de sesenta años.
“Los eventos recientes dejan una cosa clara: es hora de cambiar el sistema de gobierno en China”, escribió en un editorial Caixin, una prestigiosa revista económica del país.
Como sea, desde la caída de la Unión Soviética en 1991, China decidió ahondar los cambios económicos y frenar los políticos, al revés de lo que hizo Mijail Gorbachov, una lección que Beijing aprendió para no terminar igual. Lo que busca es seguir con su experiencia de unir los ideales del socialismo con los del mercado, por cierto una institución muy anterior, en siglos, al régimen capitalista.
Acerca de a qué ritmo debería marchar ese híbrido parece ser la pelea entre reformistas y ortodoxos.
Lecturas recomendadas
La política y la economía de China son cada vez más relevantes en el mundo y en Argentina, país del que ya es segundo socio comercial detrás de Brasil y por delante de Estados Unidos y naciones europeas, así como un fuerte inversor en hidrocarburos, banca, minería, equipos y maquinarias y otros sectores, en tanto Argentina es para el país asiático un gran proveedor de soja y derivados, cereales, vinos, lácteos, alimentos e intenta agregar más valor a sus envíos. Esa relación, que Argentina deberá afinar y acaso coordinar mejor con sus socios sudamericanos, se estrecha cada vez más en visitas bilaterales de todo tipo y en coincidencias o alianza de posiciones en debates internacionales y multilaterales, lo que naturalmente no evita roces en algunos temas donde hay competencia. Este año Argentina y la República Popular cumplen 40 años de relaciones diplomáticas bilaterales. Esta es una serie de libros recomendables para seguir el tema China con perspectiva histórica, y sitios de interés: El futuro de una ilusión (Julio Godio), China (Henry Kissinger), La China de Mao y después (Maurice Meisner), La segunda revolución china (Eugenio Bregolat), China, la construcción de un país grande (Jorge Malena), Historia de las Relaciones Internacionales entre China y Argentina 1945-2010 (Eduardo Oviedo), China se avecina (Sergio Cesarin), y los sitios www.dangdai.com.ar, www.asiayargentina.com, www.china-files.com,www.spanish.news.cn, entre otros.
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