Una mirada crítica sobre el lazo comercial bilateral
Por Néstor Restivo
La relación comercial entre la Argentina y China divide a los académicos entre quienes observan las oportunidades y los que priorizan el análisis de los riesgos. En un reciente artículo en la revista del IADE Realidad Económica, el becario del Conicet e investigador del Iihes/Dehesi Pablo Alejandro Nacht, alineado con la última postura señalada, analiza el posicionamiento chino en Asia, África y Latinoamérica y escribe que, en el caso de nuestra región, China busca diversificar el riesgo para “hacerse de materias primas que aseguren un acceso a las fuentes de recursos naturales, con el previo establecimiento de lo que la dirigencia política china denomina ‘políticas estratégicas””. Ahí entran –escribe Nacht- petróleo, mineral de hierro, industria pesquera, sector forestal, minerales estratégicos, etc., y sostiene que un plus de competencia que tiene Latinoamérica para la visión china es que se trata de “una región de importante estabilidad política, pacífica y sin mayores hipótesis de conflicto, aspecto no menos importante si se tiene en cuenta otras latitudes como las de medio oriente o el continente africano”.
El artículo de Nacht en el Número 266 de Realidad Económica plantea la estrategia de la República Popular China de las últimas décadas y sus principios de coexistencia pacífica, basados en la no agresión, no interferencia en asuntos internos, mutuo respeto a la soberanía e integridad territorial. Dada su escasez relativa de recursos en su territorio China “ha encarado un proceso de vinculación externa para establecer la dirección de sus inversiones” hacia las materias primas que demanda su población y su proceso de fuerte expansión económica.
Luego de trazar la estrategia para con África y países asiáticos, que incluye acuerdos y créditos generosos y ha desplazado “ayuda” occidental en esas regiones, se refiere a Latinoamérica y el Caribe.
“La diplomacia china se ha concentrado principalmente –dice Nacht- en el Brasil, la Argentina, el Perú, Chile (con ambos, con TLCs) y Venezuela”, y recuerda que ya la CEPAL proyecta que de continuar la tendencia China desplazará a EEUU y a la Unión Europea como socios comerciales, algo que en rigor ya sucede en algunos países. Pero “el 90% de lo que compra la República Popular China de América Latina y el Caribe corresponde a productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales”.
Sobre sus inversiones, también siguen el mismo patrón, lo que se denomina “resources seeking”, es decir que están orientadas a la búsqueda de recursos primarios o commodities. “El tema de la seguridad ambiental con el tipo de Inversiones Directas Extranjeras y exportaciones de los recursos naturales en América Latina debe poner en alerta a la dirigencia política de la región, en el sentido de que la experiencia interna china demuestra que n o la considera significativa”, opina el autor, quien ofrece de ejemplo un conflicto minero en Perú del que fue protagonista la firma china Shougang.
Luego da cuenta de los datos de la CEPAL en el sentido de que 90% del flujo inversor chino en la región fue hacia recursos naturales, en particular hidrocarburos, con un rol sobresaliente de Sinopec, que adquirió 40% de las operaciones de Repsol en Brasil y tiene presencia en Argentina también. Lo mismo, sus similares CNOOC y Sinochen o las mineras Chinalco y Minmetals en Perú o Wuhan en Brasil. En otros rubros, cita telecomunicaciones con Huawei y ZTE y automotrices como BYD, Chery y Geely.
Nacht hace un seguimiento de los encuentros entre China y Mercosur y el ingreso del país asiático como observador permanente en la OEA y en la CEPAL y como miembro pleno en el BID, luego de años de oposición al respecto por parte de Japón y Estados Unidos.
Entre las conclusiones, el autor reconoce el “formidable crecimiento de las exportaciones latinoamericanas a China”, la consecuente conversión de ese lazo en “estratégico” pero con ganancias “extraordinarias para los sectores agrícola-mineros”, la volatilidad del vínculo dada la preeminencia de intercambio de materias primas y commodities y “los vaivenes de los precios” y de los “términos del intercambio”; en cambio remarca el tenor de las importaciones de China, casi todas manufacturas de origen industrial, todo lo cual plasmaría “una vinculación de tipo Norte-Sur”. Y finalmente, el autor se pregunta por qué sin embargo habría una mirada “complaciente”, sin “ópticas críticas” sobre el tipo de relación en marcha, lo que podría derivar, dice, en “reeditar una nueva inserción internacional dependiente en el orden mundial”.
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