La mirada de Kissinger sobre Todo bajo el Cielo
Acaba de salir en Argentina la edición en español del libro “China”, del ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. Más allá del obvio punta de vista estadounidense sobre la política y la cultura chinas, es una obra altamente recomendable por la experiencia de Kissinger en sus diversas negociaciones con Beijing (más de cincuenta viajes al país asiático, comenta el autor), de las cuales la más famosa fue sin duda la de julio de 1971. Ese año, en secreto y con el canciller chino Zhou Enlai (“no he conocido un personaje tan irresistible” como él, que “cautivaba por su excepcional inteligencia y por la capacidad de intuir los imponderables de la psicología de sus contrincantes”), Kissinger preparó la famosa reunión entre Mao y Nixon, que abrió un nuevo período en las relaciones bilaterales e internacionales. Para el experto diplomático, no siempre se está de acuerdo con la “perspectiva china”, pero “es necesaria comprenderla porque China ejercerá una función muy importante en el mundo que empieza a vislumbrarse en el siglo XXI”.
Kissinger afirma que toda su vida ha “reflexionado sobre la paz”, lo cual puede ser cierto aunque choque con su rol concreto en episodios como el sangriento golpe de Estado en Chile en 1973 o las muchas guerras de Estados Unidos en las que asesoró. Pero en esa línea busca un esquema de armonía y cooperación con China, versus otros marcos de análisis en su país que ven en el horizonte sólo un inevitable conflicto armado y ya agitan algunos tambores, entre otros en el Atlántico Sur por el posicionamiento chino en Latinoamérica y África.
Para llegar a ese estadio de mutua “confianza estratégica” y “asociación genuina y orden mundial basados en la colaboración”, el libro China (Debate, de Random House Mondori, Buenos Aires, 2012; edición original en inglés “On China”, Penguin, 2011) recorre el largo y milenario ciclo de historia china con jugosas reflexiones y comentarios basados en documentos privados y públicos y la propia experiencia personal de medio siglo de contactos.
En forma amena y clara, Kissinger da cuenta del contexto tradicional, como cultura y cosmovisión, de los chinos, que se mantiene aun con todas las transformaciones del presente y que es imperioso –señala- conocer para comprender la diplomacia china. Su “espléndido aislamiento” durante siglos, cuando fue el centro de un imperio, concepto que en muchos sentidos se ha empezado a recuperar, lo traduce como un cierto desinterés por parte de las elites gobernantes. Por siglos, y a diferencia de potencias occidentales de toda la historia, “China nunca mantuvo un contacto continuo con otro país sobre la base de la igualdad por la simple razón de que en ningún momento coincidió con otra sociedad de cultura o magnitud comparables”. Y “los emperadores chinos creían que era poco práctico pensar en ejercer influencia sobre los países a los que la naturaleza por desgracia había situado a una gran distancia de su país. En la versión china del excepcionalismo, ese país no exportó sus ideas, sino que dejó que los demás se desplazaran en busca de ellas”.
Así relata la llegada de los “bárbaros” asiáticos del vecindario a “Todo bajo el Cielo”, donde según los registros oficiales los enviados extranjeros no iban a la corte imperial a establecer negociaciones o a tratar asuntos del Estado sino a que “la influencia civilizadora del emperador ‘les transformara’”.
Kissinger cuenta en detalle cómo debieron los ingleses (esos “bárbaros peligrosos”, cuyo PBI era siete veces menor al de China entonces) fracasar varias y humillantes veces en entrar en China hacia fines del siglo XVIII hasta que debieron apelar a al guerra. En esos fiascos no fue menor el rol del kowtow (postrarse ante el emperador) que debía cumplir el protocolo chino, con normas muy estrictas aun hoy día, aunque para Kissinger con algo menos de cuidado por la hospitalidad que en tiempos de Mao, cuando eran más parecidos, dice, a la tradición imperial, contra una mayor practicidad actual.
La influencia de Sun Tzu y su Arte de la Guerra, de Confucio, el orden jerárquico y el pragmatismo, los célebres largos plazos, la apertura obligada tras la Guerra del Opio y otros conflictos, la decadencia del imperio y la figura de Mao y la Revolución, y a partir del encuentro cumbre de 1971, las diversas etapas en el vínculo Washington-Beijing (que hasta ese mismo año ni era reconocida capital china en Estados Unidos) y de sus presidentes, son los temas con que el libro va hilando el relato sobre China. Desde luego, aquellos encuentros como los que llevó a cabo con Nixon, Zhou y Mao son los que cuentan con los más jugosos detalles, aun con diálogos transcriptos textualmente, como cuando el Gran Timonel habla de una relación de “amistad” con EE.UU. y por lo tanto desecha que se usen “escuchas a escondidas o colocar micrófonos. Esos pequeños trucos no sirven para nada”.
En el siglo XXI ¿China ejercerá su proverbial deseo de armonía, ejercerá hegemonía o una función de primus inter pares entre las naciones del mundo? ¿Pueden EE.UU. y China desarrollar una confianza estratégica real? ¿Cómo evolucionará China en cuanto a su enfrentamiento con el sistema internacional moderno, configurado por Occidente, mostrando su capacidad militar a la vez que sus valores distintivos? Son algunos de los interrogantes que plantea “China” para seguir pensando.
PUBLICAR COMENTARIOS