La interpretación argentina de China
El domingo 19 se cumplen 40 años del establecimiento formal de las relaciones entre Argentina y la República Popular China. El aniversario tiene lugar en un particular año para China, por cuanto es regido por el símbolo del Dragón.
En su última edición la revista Dang Dai hizo un análisis del estado y las perspectivas de las relaciones culturales entre ambos países.
La interpretación argentina de China
Por Gustavo Ng
Pepe Mujica, oriental cercano, cuando vino a cerrar su campaña presidencial al Luna Park arrancó la ovación conmovida de sus simpatizantes al arengar: “somos tres millones y medio, si no podemos darle una buena niñez a nuestros gurises, ¡somos muy berreta!” En el razonamiento de Mujica no desencajarían, como contraste inconmensurable, datos sobre los logros para la infancia que ha alcanzado China en el último medio siglo.
Conocemos Uruguay, pero ¿cuál es el conocimiento patente que tenemos de la realidad actual de China? Karin, personaje de El chino —novela del sueco predilecto por los argentinos Henning Mankell—, cuenta que su primer viaje a Beijing, a una China idealizada, “fue una gran decepción”. Pero luego “pese a todo, el país había sufrido una gran transformación. La gente iba vestida y calzada. No vi a nadie en la ciudad que muriera de hambre, ningún mendigo. Recuerdo que sentí vergüenza. Yo, que había llegado en avión de un país rico, no tenía ningún derecho a juzgar el desarrollo con desprecio o con arrogancia”.
China ha sabido darle una buena niñez a sus decenas de millones de niños. Por un lado sabemos cómo lo hizo, por otro lado no podemos escapar a la sensación de que en China nunca termina en lo que se ve, siempre hay algo más. El juego de las cajas chinas. Es una contradicción inherente a China: se nos presenta como un mundo abrumadoramente real pero que a la vez es necesario que nos resulte verídico.
Quien llega de China y cuenta lo que vio, es siempre un Marco Polo, y todos los que lo escuchamos somos Rustichello de Pisa, el amigo al que Marco Polo le dictó sus recuerdos (de caníbales que sólo comían parientes próximos y forasteros, de la primitiva gente que como bestias salvajes van completamente desnudos, de rostros de dientes enormes y cabeza de mastín). Occidente hizo de El libro de Marco Polo ciudadano de Venecia, llamado Millón, donde se cuentan las maravillas del mundo, el manantial del que desde entonces mana el Misterio que guarda China en cada ideograma, en cada lugar, en cada costumbre, en cada pensamiento. China es terreno fértil para la maravilla y la fábula, para los narradores que aman dejar a su público azorado por el portento, por el asombro de aquello que no puede ser verdad, pero podría serlo. Y podría ser verdad porque siempre hay algo de China que la audiencia desconoce. Aquel mundo es, entonces, un lugar en que toda fantasía es posible.
Tal es el nuevo Dragón del planeta. No es definitivo ni tiene una forma estática; todo el tiempo está cambiando la piel —anteayer era un imperio medieval, hasta hace un rato un comunismo riguroso, hoy está transformándose en un originalísimo socialismo de mercado. Sin embargo, seguirá siendo un mundo en el que la realidad es más cruda y lo enigmático más indisoluble y profundo que en el resto de las culturas.
Las fuentes de China en Argentina
Sobre la base de ese mundo se posan otras cuatro fuentes en las que los argentinos del 2012 intentamos abrevar para conocer algo de nuestro velado segundo socio comercial. Por un lado, están los productos fabricados allí y consumidos aquí. La infinidad de cosas MADE IN CHINA, sello que en un primer momento fue sinónimo de calidad barata y hoy ha cambiado. En segundo término, están los chinos y chinas de carne y hueso, los que han inmigrado e instalado restaurantes, bazares, lavaderos de ropa y supermercados. El supermercadismo argentino está mutando por el trabajo infatigable de los chinos. En las grandes ciudades, todo argentino tiene en su barrio un supermercado en el que trabajan chinos. China, así, podrá ser el paradigma de lo remoto, pero llega lo más cerca posible a cada hogar y los niños argentinos se están criando con la chocolatada de los chinos.
Una tercera fuente de conocimiento argentino de China es su mercado, sus mercados y sus nichos de mercado. La apertura de la economía china y el crecimiento vertiginoso del poder adquisitivo de su expansiva clase media son pensados como una ballena planetaria que ha despertado de 30 años de ayuno. Consumirá todo, pero todo no será suficiente. El tema no es venderle sino cómo venderle, siendo que nuestra capacidad de producción no alcanza la unidad mínima que demanda China. Nuevamente, esto suena a fábula, pero he ahí la soja, el producto más producido por las entrañas de Argentina: China puede comprarla toda. Lo que podría ser una ilusión no es ni más ni menos que uno de los principales motores del sólido y sostenido crecimiento de la economía de nuestro país.
Hemos ido accediendo a estas instancias de China sucesivamente. Luego de la venta de productos argentinos China aparece en un nuevo rol, el de la empresa inversora. Se anuncia que empresas chinas invierten en minería, en agricultura, en petróleo, en transporte, en finanzas. Aparece el temor de que nos fuerce a cederle nuestros recursos naturales, es contestado por aquellos que abogan por una relación controlada, recordando que fuera de Asia los chinos siempre fueron comerciantes y nunca imperialistas y en esa polémica estamos hoy.
Sobre el escritorio
Mencionamos un mito sobre el que se asientan cuatro esferas de la imagen de China que tenemos en Argentina. Lejos estamos de entender que allí se acaban las fuentes de información. Los Marco Polo que nos hablan de nuestro socio el Dragón del Mundo son muchos, demasiados. No los presentaremos clasificados, ni siquiera ordenados; los repasamos los relatos sobre China echando mano a los que tenemos arriba del escritorio.
Una serie de obras nos hablan de China en lenguaje teórico. En El futuro de una ilusión. Socialismo y mercado el sociólogo Julio Godio enfoca una China que intenta conciliar los ideales del socialismo como formación económica y social superadora del capitalismo y los del mercado, como concepto que precede en siglos al capitalismo. El investigador señala “un inédito diálogo entre socialismo y mercado ha comenzado” como una “metamorfosis en la cual lo que sucede estos años en China es la principal expresión, y apunta a una «gran batalla contra el capitalismo liberal».
La editorial argentina Capital Intelectual publicó este año el libro La Segunda Revolución China. Claves para entender al país más importante del siglo XXI, obra en la que el diplomático español Eugenio Bregolat recorre la historia china desde Deng Xiaoping, analizando la apertura y las reformas económicas y políticas, y los sucesos de Tianamen y sus consecuencias.
Tenemos la Historia de las Relaciones Internacionales entre Argentina y China 1945-2010, de Eduardo Daniel Oviedo, catedrático especialista en relaciones internacionales. Traductor público de idioma chino, intérprete de presidentes y autor de varios libros, Oviedo está entre los argentinos que mejor conocen a China.
Los periodistas españoles Heriberto Araujo y Juan Pablo Cardenal publicaron La silenciosa conquista china, una investigación en 25 países sobre la expansión de China en el mundo en desarrollo. Rescatan este discurso del presidente nigeriano Olusegun Obasanjo durante la visita que recibió de Hu Jintao en 2006: “El siglo XXI será el siglo en el que China lidere el mundo. Y cuando lo lideréis, queremos estar cerca de vosotros. Cuando vayáis a la Luna, no queremos quedarnos atrás”.
Mark Leonard, director del European Council on Foreign Relations, publicó What does China think? Se le atribuyen firmes amistades con la nueva generación de pensadores chinos y el libro abre para Occidente los debates internos que están plantando un futuro, sino revolucionado, muy distinto al presente —en China y también en el mundo, provocando cambios profundos en África, Medio Oriente y América Latina.
Otra obra sobre el escritorio ronda el mismo tema: ¿Realismo mágico? China e India
en América Latina y África – la mano invisible de la economía china se extiende por América Latina, de Javier Santiso, economista y director adjunto del Centro de Desarrollo de la OCDE.
En otro lugar de nuestro escritorio hay una pila de libros de novelas. He aquí El lector de cadáveres, de Antonio Garrido, español. Vía España llega la China antigua, a caballo de la historia de un Cí Song, primer forense moderno. Otro que decidió meterse en la parte honda de China para escribir desde adentro fue nuestro Eduardo Berti. Escribió El país imaginado, la China de 1930, de mayores que conciertan los destinos desde la adolescencia, de rituales funerarios y de fantasmas que inciden en esta vida. Y otro más fue César Aira en Una novela china, en la que un campesino de un lugar perdido en el interior de China se enamora.
Pero en El Mármol Aira despliega la intimidad de un vecino (se diría un tal Lucas) que hace lo que cualquier vecino está a punto de hacer: rompe la barrera con el chino del supermercado, con lo que sobreviene la aventura.
Desde su alto faro literario Ricardo Piglia ha contado en sus diarios de la traducción al chino que el escritor Lin Shu hizo del Quijote en base a los episodios que le iba contando su ayudante. A Piglia se le ocurrió que “sería interesante traducir al castellano esa versión china del Quijote” y confesó que “me gustaría escribir un relato acerca de las conversaciones entre Lin Shu y su ayudante Chen Jialin mientras trabajan en su transcripción imaginaria del Quijote.”
Debería estar sobre el escritorio la novelización de la ya multipremiada Un cuento chino, película en la que los espectadores se asoman a China a través del amigo chino del barrio.
Como dijimos, esto no pretende ser ni una síntesis ni una selección de obras de lectura recomendada para entender a China: sólo son las obras que tenemos a mano y descubrimos de un vistazo sobre nuestro escritorio, el escritorio de la revista Dang Dai, que intenta transitar el espacio de intercambio cultural entre Argentina y China.
China en los ojos de emprendedores e intelectuales argentinos
Vamos escuchando sobre China de boca de los Marco Polo emprendedores. José Beckinstein vivió como empresario en China entre los 80 y el 2000, de modo que fue testigo privilegiado del abrumador surgimiento económico del Dragón. Muy tempranamente propuso que Argentina abriera en Beijing una oficina de máximo nivel ejecutivo y hoy sigue evaluando la conveniencia de “hacer una radiografía completa de las actividades existentes y potenciales, y cómo pueden afectarnos bien o mal.” En una entrevista de esta edición explica: “Me refiero a compras del Estado, comercio, infraestructura, manejo razonable de recursos naturales o política agroalimentaria. Algo completo, que incluye una política de Cancillería, incluido recursos humanos y físicos, que esté más enfocada en Chongqing que en París.”
El activo empresario Carlos Spadone ha contado que en 1972 tuvo una reunión con funcionarios chinos y un hombre de gobierno argentino: Juan Domingo Perón. Recuerda que ya “¡en aquella charla se habló del agua para el año 2025!”. En los 80 trajo a los acróbatas chinos, luego comenzó a exportar vino hasta que instaló en Huailai, a 70 kilómetros de Beijing, una bodega que ahora dirige su hijo in situ. Hoy Spadone presenta a China desde su lugar como presidente de la Cámara de Comercio Argentino China.
Un punto panorámico de privilegio tiene Franco Macri, uno de los primeros empresarios argentinos que advirtió el potencial de China a fines de los 70. Es en persona un punto en que palanquea la articulación económica entre Argentina y China, manteniendo buenas relaciones con los dos gobiernos. Para nuestro país es un trader o facilitador de negocios, en los últimos años en ferrocarriles, soja y energía nuclear. China, a través de la Asociación para la Promoción de la República de China en el Mundo, lo nombró consejero senior para inversiones chinas en América Latina, y también le otorgó el título de Ciudadano Ilustre de Xianxi, en reconocimiento a sus gestiones.
Luis Pagani, empresario modelo por la organización global Endeavor, ha conducido con ritmo intenso el establecimiento de Arcor en China. Este año anunció la creación de una filial de la compañía en Shanghai para comenzar a operar por cuenta propia en el mercado local.
La imagen de China más profesionalmente elaborada tiene como autores a los académicos, que la elaboran, critican y vuelven a presentarla desde la especialización en relaciones internacionales.
Entre ellos, Gustavo Girado se ha especializado en China desde sus puestos en el Gobierno nacional desde hace más de una década. Magister en Relaciones Internacionales por FLACSO, es Profesor en las facultades de Ciencias Sociales y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Opera desde su consultora Asia & Argentina.
Sergio Cesarín se graduó en Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador, hizo el posgrado del departamento de Economía de la Universidad de Beijing, es investigador del CONICET, es profesor de la Escuela Diplomática y la Universidad Torcuato Di Tella. Con Carlos J. Moneta publicó China – América Latina. Nuevos enfoque sobre cooperación y desarrollo. ¿Una nueva Ruta de la Seda? (BID – INTAL, 2005).
Jorge Malena, Doctor en Ciencias Políticas y Magíster en Política Internacional de Asia con Especialización en China por la Universidad de Londres, integra el Comité de Asuntos Asiáticos del CARI y del Consejo Directivo de la Academia Argentina de Estudios de Asia y África, es coordinador académico de la carrera “Estudios sobre China Contemporánea” de la Universidad del Salvador y Profesor Titular de la Licenciatura en Estudios Orientales de la misma institución. Publicó China, la construcción de un “país grande” (Editorial Céfiro). Además, pasó su infancia en Beijing.
Ya se mencionó a Eduardo Oviedo, Doctor en Ciencia Política, cursó estudios de chino moderno en el Instituto de Idiomas de Beijing, en China obtuvo el título de magíster en Derecho, especialidad Política Internacional, orientación Relaciones Externas de China, es Profesor Titular de la Universidad Nacional de Rosario e Investigador del CONICET.
A los académicos se les han sumado analistas mediáticos como Jorge Castro y Carlos Escudé. Los dos intelectuales, referentes indiscutible para amplios sectores, coinciden en el advenimiento de un orden internacional en el que China será el líder. Escudé habla de una nueva “etapa de la historia de nuestra inserción internacional” en la que la Argentina tiene una “oportunidad histórica”. Jorge Castro viene difundiendo análisis pormenorizados del crecimiento de China y advirtiendo cuán determinante es ello para la Argentina.
Los tiempos embrionarios
Las generaciones que se harán cargo de las relaciones con China están preparándose con vocación, apuesta personal y con volátiles vinculaciones entre sí. Entre ellos debería contarse un porcentaje de los alumnos de idioma chino. Son algunos centenares, tal como lo demuestra la matrícula del Centro Universitario de Idiomas, que concentra la mayor cantidad.
El abordaje de la relación con China es, en fin, es caótico, prolífico, diverso y vibrante. Quizás esto es propio de los tiempos embrionarios. El periodista especializado en China Yuri Doudchitzky ha evaluado la conveniencia de que el Estado argentino tome las riendas: “Lo que veo con preocupación como padre de dos niños en edad escolar, es que en Argentina no hay absolutamente nadie que esté pensando en cómo el país afrontará en los próximos años una cada vez más creciente presencia china. Todos los líderes políticos, empresariales y académicos saben perfectamente que China es nuestro segundo socio comercial y este año el principal inversionista extranjero.” De este análisis Doudchitzky deriva una urgente “necesidad de promover una campaña de alfabetización del idioma chino en las escuelas públicas argentinas.”
Ciertamente, una decidida política de Estado apuntalaría el cultivo de la zona de intercambio, al que hoy China contribuye con sus dos institutos Confucio instalados en Argentina (una contribución mínima, que no guarda proporción con la relación económica).
Otra joven especializada en China, Alejandra Conconi, ha puntualizado que en Cuba se vienen “formado traductores y especialistas hace varias décadas, en México existe el único Doctorado en Estudios Chinos de la región y Chile, por su relación estratégica con el Pacífico tiene actualmente 10 veces más becarios estudiando en China que nuestro país.”
Entender a China, saber de China es traducir a China para poder operar con ella. Se trata de poder manejarse con El Dragón, que en un arrebato se posiciona en el trono mundial para inaugurar un período de características y duración impredecibles.
La traducción absoluta es una ilusión que puede llegar a ser peligrosa en tanto opere como ideal que ocluya las posibilidades de lo real. Lo real es la apertura de un área de entendimiento. La intersección entre dos conjuntos. Tal es la traducción posible, de los idiomas, pero también de los sentimientos, las éticas, las formas del trabajo, de la medicina, el transporte, las ciencias, la alimentación, la construcción, la educación, la habitación del espacio, la relación entre los géneros, la crianza de los niños, la ingeniería, el sexo, la política, la vida de los ancianos, el cotidiano, las economías, la estética, las artes, las ideas, la sensualidad, los ritos, los símbolos, en fin, la cosmovisión, la forma dinámica y múltiple en que los mundos chinos y argentinos habrán de construir día a día su realidad.
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